Brujas

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Aproximadamente eran las dos horas. Acababan de llegar a su casa y allí esperaba sentado en el suelo recargado en la casa de en frente, Yue. Tenía la cabeza gacha y dibujaba algo con su dedo en el frío suelo. Se bajó del vehículo de su amiga y se encamino hasta el pelinegro, que al escuchar sus pasos le miró y no pudo contener una sonrisa.


— ¿Qué haces aquí? —, preguntó.

— Esperándote... — Contestó Yue torciendo la boca.


— Ahora regresó —, se metió a su casa saludar a Yue, como solía hacerlo.

Mientras tanto, Yue observaba a la chica que estaba en su vehículo observándolo con cautela. Sabía los planes de la otra joven, pero nunca los ha tomado en cuenta y ni siquiera tiene pensado hacer algo para que ambos tengan una comunicación más cercana.

— Cuídala —, dijo.

— No necesito hacerlo sólo porqué me lo pides. Sí estoy aquí es porqué quiero; no porque me den órdenes. —, contestó el joven con severidad.

— Nos vemos — Respondió la chica y puso en marcha su vehículo perdiéndose en las luces de la ciudad.

Segundos después, Lyla salió de su casa; preguntó por su amiga y Yue le contestó que ella se había ido. Decepcionada por no haber podido despedirse de su amiga, se centró en el sujeto que estaba con ella.

— ¿A dónde vamos a ir? —, preguntó dudosa. Sabía que aquel individuo no se encontraba ahí para hacer una cordial visita.

— Te encontraste algo ¿cierto?

Lyla, sonrió. Luego sacó un pedazo de papel blanco del bolsillo de su pantalón.

— Me encontré esto, — Yue estiró su mano para tomar el papel. — Cuando la estrella del cielo se encuentre con la de la tierra, aquella persona tendrá que volverse a unir. Se esconderá e impedirá que le quiten su alma a cambio de la puerta. Entre la tumba ha de buscar el camino para...

— Parece una profecía. —, comentó Yue.

— No entiendo a qué se refiere.

— Hay que averiguarlo.

━⊰❖⊱━

Llegaron a un pueblo a una hora de camino de su hogar. Eran casi las tres de la mañana, esa hora le aterraba por las creencias de la gente por ser la hora del demonio, pero Yue le había dicho que al estar con él no tenía nada que temer.

— No quiero que me cuides.

— No lo hago porque me lo digan.

— ¿Por qué?

— Quiero estar contigo — el mayor sonrió.

La chica suspiró vencida. Si los demás llegarán a enterarse que ambos estaban buscando algo peligroso, la pasarían mal. Mientras caminaban inspeccionando el lugar que estaba muy deshabitado y oscuro, escucharon el llanto de una niña, sobresaltados buscaron la ubicación de aquel lloriqueo fantasmal.

— ¿Un fantasma?

— No lo creo, — la tranquilizó Yue — Mira. — Apuntó a una niña que estaba en cuclillas; la luz de la Luna Llena les permitió ver que llevaba un conjunto de sudadera y pantalón color rosa. La pequeña, tenía el cabello largo y rubio recogido en una trenza. Caminaron hasta ella sin dudarlo y Lyla se puso a la par para tocar su hombro y saber en que condiciones emocionales se encontraba la niña.

— ¿Estas bien? —, preguntó. La pequeña se estremeció y con un hilo de voz respondió que sí. —¿Qué haces a esta hora fuera de casa?

— Tengo miedo — dijo la niña. — Las brujas dijeron que vendrías.

— ¿Quién? —, miró a Yue asustada.

— Yo sé dónde está la otra parte del papel que encontraste...

— ¿Cómo lo sabes? — La niña se encogió de hombros.

— Mira en dónde estamos paradas.

Lyla se levantó y Yue se hizo a un lado, los dos miraron bajo sus pies y pudieron ver una tumba cubierta de tierra.

— No puede ser... —, comentó Yue chasqueando los dientes. — Quédense aquí. — El joven comenzó a caminar y en el ambiente nocturno, los tres escucharon risas espeluznantes adornando aquella noche silenciosa.

— Son ellas, — dijo la pequeña aterrada. — Tienes que hacerlo.

— ¿Hacer qué? — Lyla deglutió asustada.

— Completar el epitafio... — La niña le mostró la tumba y en ella leyó: Cuando la estrella del cielo se encuentre con la de la tierra, aquella persona tendrá que volverse a unir. Se esconderá e impedirá que le quiten su alma a cambio de la puerta. Entre la tumba ha de buscar el camino para que la Luna ilumine la estrella que podrá salvarla.

— No sé hacer esas cosas —, alegó la fémina.

— ¿Estás segura? — dijo la niña. — Estás comenzando a brillar.

Lyla vio las palmas de sus manos y eran rodeadas por un aura color verde. Por un momento se perdió en la inconsciencia hablando en una lengua que no era la suya; volvió a ponerse en cuclillas y con su dedo comenzó a trazar un pentagrama, qué, al terminarlo, reflejó la luz del mismo tono verde de sus manos. Abrió los ojos viendo la señal del cielo. Recordó lo que acaba de leer, pero, la niña rubia ya no estaba; sólo escuchó un susurro frío en el viento nocturno que le dijo:  Corre.

— ¿Qué hiciste? —, preguntó Yue sorprendido viendo hacia el cielo.

— No lo sé.

— Supongo que no debí preguntar.

— Lee eso —, apuntó a la tumba y después Yue leyó sin prisa el epitafio. Se mordió los labios al terminar el texto y ambos, comenzaron a escuchar risas de nuevo.

— ¡Vámonos! —, gritó.

Tomó a Lyla de la mano y ambos corrían a ciegas mientras que la brisa helada los atrapó, porqué sentían que alguien volaba en círculos al compás que ellos corrían. Las risas macabras los aturdían.

— Brujas...

Crónicas de un soñador II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora