Veía los portales de la ciudad llenos de gente que tenían sus negocios clandestinos; ir allí no fue una opción voluntaria. Tenía uno de esos tantos trabajos en anonimato que no podía recordar por la amnesia severa que sufría desde hace tiempo, su memoria a corto plazo no funcionaba de vez en cuando; caminaba buscando a la persona que le haría una compra, por lo tanto, caminaba lento, tratando de disimular su ignorancia en ese lugar, puesto que no conocía a nadie. Ya era mucho decir que no conocía a la persona a quien le haría la compra. No sabía siquiera que iba a adquirir; sólo la cantidad a pagar y la indicación que, por nada del mundo, abriera el paquete.
Se percató pues, de la persona de la que sería clienta, ya que le miraba atentamente. Después de ese incomodo momento, dos personas le escoltaron por ambos lados; aquellos hombres que parecieran agresivos, matones y malos a primera vista, eran exmilitares que habían renunciado a proteger a su país, podría haber dos razones; eran corruptos o fueron víctimas de la corrupción. Ambos rufianes llevaban rifles colgando de sus hombros para la protección de su nuevo empleador. Algunas personas que rondaban por allí, se apartaron al mirar que escoltaban a la joven. Lyla tuvo temor, pues nunca le habían advertido que la escoltarían mientras le apuntaba con un arma en la cabeza; se encontraba desarmada y estaba en desventaja si la misión terminaba mal.
— ¿A dónde me llevan? —, preguntó.
— Guarda silencio —, dijo un hombre de barba desalineada y tez morena. Llevaba una camisa a cuadros y en vez de usar cinturón unos tirantes color café detenían su pantalón color verde seco; zapatos muy anticuados con agujetas que eran cuero negro.
Obedeció sin titubear. Tragó saliva al mirar que era llevada detrás de una mesa dónde vendían joyas de fantasía. Entró por una pequeña puerta de color negra y después tuvo que girar a la fuerza por un estrecho pasillo dónde apenas podía respirar. Dio gracias al señor porque no era claustrofóbica. Entró por una puerta de madera color café y miró a un individuo que pulía unos zapatos.
— ¡Hola! —, saludó efusivamente al mirarla. — ¿Dónde están mis bombas?
— ¿Tus bombas? —, preguntó confundida.
— Mis bombas...— Repitió el hombre. Un varón de casi cincuenta años, gordo, calvo y canoso que llevaba unos lentes de media luna, sudaba y, su camiseta color amarilla — por lo percudido — se le pegaba a la piel. —¿Crees que no me enteraría que alguien desconocido ha venido aquí por comprar algo que es ilegal?
— ¡Oh vaya! —, replicó la chica. — Yo vine a ofrecer este reloj. — Sacó de su bolsillo con permiso de aquel que le apuntaba con el rifle en la cabeza, un reloj de mano.
— ¿Y quién ha de comprarte eso? —, dijo burlándose el viejo.
— No lo sé, por eso he dicho a ofrecer.
— No seas estúpida y dime ¿dónde están mis bombas?
— ¿Qué bombas? —, cuestionó — pensé que usted me vendería algo.
— No...tú me darías mis bombas. — Objetó el señor con tranquilidad. Era un especialista en tener ese tipo de desacuerdos con personas despistadas y la joven no parecía una amenaza para su negocio. Si no era la persona de las bombas que esperaba, ya podría lidiar con la situación que se presentará después.
— ¿Yo? — Lyla intentaba guardar la calma ante la confusión.
— Si ¿Quién más?
— Aquí están tus bombas, estúpido viejo. — Exclamó una voz masculina.
La chica y los que se encontraban ahí, giraron la cabeza sorprendidos; por una parte, la expresión los tomó por sorpresa a todos; sin embargo, entre el susto y la destrucción que causó la bomba y el sonido aturdidor en sus oídos, reconocía esa voz perfectamente pues de sólo escucharlo se le fue la sangre a los pies al mismo tiempo qué se cubría de la explosión en el suelo. El intruso disparó con rapidez en la cabeza de los tres individuos, — que se cubrieron de la explosión que no fue tan estruendosa y destructiva para ellos— los cuerpos cayeron al suelo y con una sonrisa de victoria en los labios, le extendió la mano a Lyla para que la tomara. Ella pudo apreciar el arma con cierta impresión, era una glock.
— ¿Qué haces aquí? —, preguntó dándole la mano.
— De nada —, dijo sonriendo.
— Contesta —, reclamó soltando su mano con desdén.
Rhys le miró sin decir una palabra. Solamente le hizo una seña para que lo siguiera y la joven, que no le gusta quedarse con la duda, comenzó a fantasear las posibilidades de la estancia inesperada de Rhys.
Empezaron andar por el camino que ella ya había recorrido. El mayor comenzó a cargar su arma y la guardó muy bien dentro de sus pantalones, después sacó una tela que llevaba enredada en la cintura y con habilidad la acomodó en la cabeza de la joven.
— ¿Qué haces? —, dijo jalándose la tela, pero él con alevosía le detuvo las manos.
— No te lo quites, debemos salir de aquí antes que vengan y se den cuenta que los he matado. A veces es una gran ventaja que tú tengas tus lagunas mentales.
— ¿De qué estás hablando? —, miraba la sonrisa traviesa que el peli ondulado dibujaba.
—Vamos, no te pongas así o nos meterás en problemas —, él la atrajo a su costado rodeándola con el brazo y sonriente besó su cabeza. Mientras tanto, la joven le dio un codazo en las costillas.
— ¡Deja de hacer eso, Rhys! — Lyla tenía que estar preparada mentalmente para el contacto humano.
—Vamos, eres mi novia. — Replicó Rhys.
—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? — Los pies le flaquearon un poco y mientras caminaba casi perdía el equilibrio.
Él la guiaba por los puestos y la alejaba de unos cuantos hombres que les veían con sospecha. En aquel mercado clandestino, todos eran malos y todos vendían para la misma persona. Al enterarse que había ido a comprar algo que no existía, rápidamente se dispuso a alcanzarla porque no iba a dejar que le hicieran daño mientras se aprovechaban de sus lagunas mentales. Estaba al tanto que a veces ella no sabía lo que tenía que hacer o que algunas veces, lo que ejecutaba no lo hacía consciente. Incluso se aprovechaba para sacar ventaja de su relación.
— La otra noche que fuiste a mi casa, ¿lo recuerdas?
— No...esa noche no...yo...sólo... — No recordaba.
— ¿Sí? — Rhys estaba mintiendo.
— ¿Qué le hiciste a las bombas? — Cuestionó con firmeza. No quería entablar una conversación al respecto de una relación con Rhys, porque se suponía que ella salía con Aram.
— Me las llevé. — Al decir eso sonrió de lado a lado y dio la indicación de qué era tiempo de correr. — Así que será mejor que nos mantengamos distantes...
━⊰❖⊱━
Corrió una distancia larga y al escuchar las explosiones, observó hacia atrás y los portales caían en pedazos cómo las fichas del domino cuando las colocan en fila. Había perdido a su acompañante y estaba segura de que no eran novios, pero, le quedaba esa espina de duda pues recordó un pequeño fragmento de la noche que estaba en casa de Rhys...recordaba que se habían dado unos cuantos besos y nada más; pero después la imagen de su amado le invadió en la mente. No era que se haya arrepentido por esos besos tan apasionados con Rhys pero ese maldito hombre le gustaba y no se lo negaba a nadie, ni siquiera a su amado Aram y no había problema, porque Aram tenía esposa; más la idea de llevar los besos a algo más carnal, ya no fue agradable. No quería que alguien más se relacionará en ese aspecto con ella.
Vio gente herida, muerta, gente corriendo de aquí para allá, ambulancias, hombres armados, hombres llorando desamparados, gente husmeando...pero ya no vio más a Rhys...y él se había llevado el reloj de bolsillo que necesitaba para regresar a casa.
Rhys lo había vendido.
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Crónicas de un soñador II ©
ContoLos sueños de Lyla siguen y con ellos las aventuras que provocan confusión en la realidad, porqué a veces después de despertar se mezclan sus mundos. Crónicas de un soñador II ©2015. Todos los derechos reservados. Esta obra está registrada en safe...