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De la noche anterior, Arthit sólo recordaba perderse en los besos de Kong. Probablemente se quedó dormido en algún momento de ese instante tan relajante e íntimo.

La mañana siguiente fue similar. La atmósfera entre la pareja seguía siendo igual de amorosa e íntima; sentimientos de confort y complicidad flotaban por el aire cuando de un besito se dieron los buenos días.

—Tan cálido mi sol —habló un contento Kong, pasando sus dedos por la piel tibia de Arthit. Habían dormido desnudos para disfrutar mejor el calor de sus cuerpos.

—Mmmhh... —Arthit escondió su rostro del sol en el cuello de Kong. Casi no se había movido en la noche, aun así se sentía muy relajado.

—Te escondes de tu propia luz... —el más joven dijo entre risueños murmuros. Se volteó un poco para acomodarse mejor y abrazarle por la cintura. —Anoche olvidé cerrar las cortinas, lo siento.

Arthit le devolvió el gesto, pero el usó su pierna para pasarla sobre la cadera de su esposo.

—No me quiero levantaaaar —murmuró con pesadez.

—Hay que desayunar, bañarnos y... deberíamos usar el jacuzzi —le dijo esto último al oído, dando suaves y juguetones mordisquitos a su oreja. —¿Qué opinas?

—¿Y... tenemos que hacer todo en ese orden? —se estremeció al sentir las atenciones en su oreja. Sabía que su esposo tendría más energía ese segundo día, pero no pensaba que iba a comenzar tan temprano.

—Bueno, podemos bañarnos primero —rio bajito y melodioso, con su risa acompañando el ligero sonido de sus pieles moviéndose sobre las sábanas. —¿O tú qué quieres hacer primero?

—Quiero... Seguir durmiendo así... —se restregó contra su mejilla y se acercó más. Incluso parecía que en cualquier momento estaría sobre el cuerpo de Kong, pero a él realmente le gustaba abrazar a su esposo.

—Ooii... Al menos salgamos a la playa. No estaría mal tomar una siesta allá afuera —le acariciaba el cabello y la cintura con paciencia. —Claro, habiéndonos colocado antes suficiente protector solar...

—Pero afuera hay gente... Salgamos más tarde, ¿se puede? —por fin lo miró a los ojos, con una mirada suplicante que solo en ciertas ocasiones le daba.

—De acuerdo, quedémonos... —se estiró para darle un besito en la nariz. No dijo nada más en caso de que su esposo quisiera seguir durmiendo, simplemente se quedó acariciándole la piel de su espalda y cintura, tan suave y tibia bajo su tacto.

—Eres un esposo muy consentidor... —le alcanzó a dar un beso en la mandíbula. —Aunque... este viaje es más para ti, sabes. Para que puedas descansar mejor y hacer algo que te guste.

—Estar contigo es ese algo que me gusta mucho —respondió con los ojos cerrados, suspirando de tan relajado que estaba. —Estoy descansando desde anoche que llegamos aquí.

Arthit le miró desde su posición. Le podía ver con los ojos cerrados y las facciones relajadas, y le alegraba mucho poder darle un momento de paz a su esposo. Con un dedo le delineó la nariz, las cejas y los pómulos.

—El tiempo es muy limitado, pero seguro que será suficiente.

—Hhmm —afirmó, abriendo los ojos para encontrarse con su mirada. Le sonrió con amor y movió ligeramente el rostro, como en una invitación para que siguiera delineando sus rasgos.

—Eres como Buddy cuando quiere caricias —comentó divertido mientras Arthit seguía tocando su rostro y después bajando por su cuello. —Pero Buddy es más calentito y peludo...

VIII. Escala Danjon - A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora