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Esa semana, Arthit notó bastante extraño a su esposo, pero no quería preguntar de más. Él confiaba en que Kong le diría si algo andaba demasiado mal.

Sin embargo, cada día era peor que el anterior; incluso sentía que Kong se removía mucho durante la noche y por las mañanas le veía más cansado. Siempre que le preguntaba, este sacaba la excusa de que el trabajo era demasiado y que no se había solucionado aún su problema. Los primeros días le pesaba mucho verlo así, pero después el humor de Kong fue cambiando a enojo y frustración.

Esto era así en particular durante las tardes que se reencontraban después de sus respectivos trabajos. Kong llegaba de muy malhumor; desanimado y muy irritado, como si hubiera tenido un mal día en el trabajo.

Lo cual no era del todo falso, ya que día con día desde aquel encuentro con su padre, Kong tenía que lidiar con las miradas burlonas de sus compañeros que de alguna forma se enteraron de lo que había pasado. Incluso Lime había regresado a su viejo hábito de molestarle de forma incesable, cediéndole lo más pesado de su trabajo y haciendo comentarios hirientes, más que antes, sabiendo que un paso más en falso y Kong estaría en riesgo de perder todo su futuro en la que se suponía era su empresa.

—Y cuidado con mancharlos de lágrimas o tendrás que hacerlo todo de nuevo —le advirtió Lime con un tono burlón, empujando la carpeta contra el pecho del menor. —¿Crees poder aguantar hasta estar en brazos de tu novio, bebé Kong? Buuaaa... No te preocupes, seguro no le importa mantenerte otros años hasta que consigas un trabajo en el que sí seas bueno... —soltó una carcajada, mirándole casi como si le retara a replicarle. Se retiró no sin antes agregar una última orden. —Lo quiero antes de la hora de comida.

Puedo ayudarte, si gustas. No estoy haciendo nada por ahora.

Bum le había escrito cuando vio aquella interacción con Lime. Le pesaba mucho que su compañero estuviera pasando por eso hasta sus últimos días en el trabajo.

Descuida, P'. Yo puedo con esto.

Kong le escribió de vuelta a su mayor, diciéndose a sí mismo que ya sólo debía aguantar un poco más antes de irse de ahí. No quería empeorar las cosas y mucho menos involucrar en esa guerra a alguien que siempre había sido amable con él.

Luego, hubo otro día en el que Arthit había llegado bastante irritado al trabajo, así que tuvo una pequeña discusión con Kong y no era en sí el tema el que lo tenía de ese modo, más bien el discutir con su esposo por una situación tan simple como no haber limpiado el arenero cuando era su turno.

Arthit lo había olvidado el día anterior y prometió hacerlo al llegar del trabajo, pero Kong lo bombardeó con muchos reclamos que lo hicieron sentir mal. Él estaba bastante harto de la forma en que se estaba comportando su esposo, pero para calmar la situación prefirió ir a la parada del autobús solo.

Por su parte, en sus tiempos libres, el menor se ocupaba enviando solicitudes y yendo a entrevistas de trabajo, aunque para su mala suerte el rumor que le involucraba ya había llegado a muchas empresas y en ninguna de ellas pasaba de la primera entrevista.

Ese mismo día tenía que ir a otra antes de empezar sus últimas jornadas en la empresa de familia, pero la discusión con Arthit le dejó con tan mal sabor de boca que falló al responder algunas preguntas del entrevistador.

Kong estaba muy frustrado. Sentía que no podía dejar de fallar en todo y ahora su vida iba cuesta abajo. Incluso su relación con Arthit se sentía tensa ahora y nuevamente era por su culpa, pero es que estaba tan irritado últimamente que las palabras sólo salían sin poder controlarlas.

El lunes de su última semana en la empresa, Kong llegó más desanimado que de costumbre. Aún no conseguía nada, le quedaban ahí sólo unos días y aún no le decía ni una palabra a Arthit; no sabría cómo excusarse después porque no estaría yendo a trabajar sin darle explicaciones de más.

VIII. Escala Danjon - A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora