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El lunes por la mañana, Arthit se negaba a levantarse de la cama. Estaba aferrado al cuello de Kong, haciendo pucheros. Le gustaba su trabajo y quería ver a sus compañeros, pero le gustaba más pasar el día en su casa con su familia.

—Amor... Por más que me guste tenerte aquí en la cama conmigo... Tenemos que levantarnos y... debes ir a trabajar —susurraba Kong, ya por completo despierto. Jugaba con los mechones de su esposo, a quien daba besitos en la frente. —No quiero que te metas en problemas...

Arthit suspiró y después le miró con grandes ojos.

—¿Me puedes acompañar hoy al trabajo... o tienes algo que hacer?

—¿Hhmm? N-No creo que... que sea apropiado que yo te acompañe —respondió, algo confundido. Suspiró al ver sus ojos de gatito cada vez más grandes. —Mi sol, no me mires de ese modo... sabes que no me puedo resistir cuando me miras así...

—¿Por qué no? Antes lo hacías, ¿no? Puedo tomar el transporte cuando salga, pero vamos, ¿sí? —él aprovecharía hasta el último segundo para estar junto a su esposo.

—Bueno, eso sí puedo hacerlo... Creí que querías que te acompañara todo el día en tu oficina —rio un momento y volvió a abrazarlo. —Jamás me despegaría de ti si pudiera.

—También suena muy tentador eso de que me acompañes todo el día en la oficina ... —volvió a abultar sus labios. —No lo disfruté lo suficiente cuando tuve la oportunidad...

—Míralo por el lado amable... Lo estaremos haciendo de nuevo dentro de unos años. En nuestras propias oficinas, juntos y solos... —agregó con coquetería, bajando poco a poco la mano hasta pasarla sobre su cintura, casi llegando al trasero de su esposo.

—En unos años... —dijo con pesar. —Bien. Supongo que debo levantarme ahora o llegaré muy tarde —con un último suspiro se separó de Kong.

—Hhmm... ¿puedo acompañarte a la ducha? Aunque creo que... eso no evitaría que llegues tarde, por el contrario... —rio de nuevo, mirándole desde la cama.

—Creo que tendrá que ser en otra ocasión, amor —con mucha pereza se levantó de la cama. —No me quiero tardar tanto en la ducha.

Esta vez fue el turno de Kong de abultar sus labios. Suspiró.

—De acuerdo, iré entonces a preparar el desayuno y quizá... quizá... —se quedó pensando, pero no dijo nada más. Una muy buena idea había cruzado por su cabeza.

—No te apures mucho, puedes hacer algo sencillo —se inclinó para darle un besito en los labios y salir de la habitación.

Inmediatamente después, Kong se levantó de un salto de la cama y salió también, pero él con dirección a la cocina.

En los próximos minutos, el más joven de la pareja se encargó de hacer un rico desayuno tanto para él como para Arthit, además de un guiso rápido y simple que a escondidas empacó para sorprender a su esposo con una comida hecha en casa que ese día podría llevarse de lonche a su oficina. Estaba sirviendo todo cuando escuchó los pasos de Arthit bajando las escaleras.

—Hola, Buddy. ¿Tú también ya oliste lo que está cocinando papá? —mientras bajaba, su mascota se restregó contra sus piernas. —¿Qué has preparado? —le preguntó a Kong cuando llegó a la cocina.

—Hola —saludó Kong con una sonrisita tanto a su esposo como a su hijo gatuno. Sacó la silla para que Arthit tomara asiento. —Sólo algo sencillo. Ya sabes, el tiempo —hizo un pucherito. Además, se había desacostumbrado a cocinar después de dos semanas.

—No hay problema, está bien. Gracias, amor —le sonrió mientras tomaba asiento y se arreglaba la corbata. El baño le había ayudado mucho a despejarse y ahora se sentía con más energía y ánimos.

VIII. Escala Danjon - A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora