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El primero en despertar ese día fue Arthit, pues empezaba a sentir una ligera brisa en su espalda. Se habían quedado dormidos desnudos y, aunque el cuerpo de Kong le diera un poco de calor, no era suficiente para cubrirlo por completo.

El mayor pensaba que no podía pasar más de medio día, pues el sol aún no pegaba por completo en la habitación. Además, el aire acondicionado estaba un poco más alto de lo usual para ellos, probablemente anoche tenían bastante calor por el alcohol.

Arthit se quedó mirando a su esposo por algunos segundos antes de tirar de la sábana debajo de él para tapar a ambos. A su lado, el menor seguía dormido, boca arriba y con sus labios entreabiertos mientras roncaba suave y bajito. Extrañamente, esa escena sucedía siempre que bebían un poco más de la cuenta, aunque Kong no lo sabía y menos ahora, que seguía profundamente dormido. La noche anterior y esas semanas en general lo había dejado muy cansado y ese fin de semana le había caído perfecto para descansar.

En algún momento Arthit se quedó dormido de nuevo, casi sin alejarse de Kong y estando de costado. No quería irse de ese lugar tan bonito ni dejar de lado esa sensación de paz en ambos.

Sin embargo, no pasó más de una hora para que, esta ocasión, Kong despertara de su sueño. Le dolía un poco la cabeza, la cadera y las piernas; sonrió hasta que se acordó del porqué, que estaba acostado justo a su lado.

—Buenos días, mi sol —susurró a su esposo, muy bajito, pero dándole un amoroso beso en la frente, tan delicado para que no despertara. —Anoche fue grandioso...

Arthit no se movió ni un poco, aunque los rayos del sol le pegaran en la cara. Su cuerpo aún necesitaba recuperar más energía, ya que después tendría un viaje largo a su hogar.

De un besito más a la cabeza de su amado, Kong se esforzó para levantarse de la cama e ir directo al baño. Se sentía pegajoso y sudoroso, así que se daría una ducha muy rápida antes de regresar para limpiar también un poco a Arthit usando unas toallas húmedas, pues no quería despertarlo aún.

El segundo despertar de Arthit se debió a una inmensa cantidad de hambre que tenía, también necesitaba agua y alguna pastilla para calmar el dolor de su cuerpo.

Por suerte, para ese momento Kong ya había pedido el desayuno a su habitación y tenía listo para su esposo un vaso con agua junto a esa pastilla tan necesaria en mañanas como esa.

—Despertaste, mi sol —se acercó Kong a la cama a darle a su mayor un besito en la frente. Era adorable, más con esa camiseta en talla extragrande que le había colocado junto a la ropa interior luego de limpiar su cuerpo un par de horas atrás.

Un tanto desconcertado Arthit se levantó con cuidado.

—¿Hace... cuánto estás despierto? —su voz sonaba muy ronca y baja. Frotaba sus ojos para enfocar bien.

—Hace un par de horas... De hecho, planeaba despertarte en un rato más, cuando llegara nuestro desayuno —se sentó a su lado en el borde de la cama para ofrecerle el vaso con agua y la pastilla que esperaban en la mesita de noche. —Aquí tienes. Para el dolor.

Arthit asintió y tomó ambas cosas para ingerirlas. Se quedó en silencio bastante tiempo y después de dejar el vaso sobre la mesita de noche se volvió a recostar, extendiendo los brazos hacia Kong.

—No tuviste suficiente de tu esposo incluso con lo de anoche —comentó Kong entre risitas, pero accedió a ir a abrazarle muy fuerte y posesivo, llenándole de besos las mejillas y todo el rostro apenas tuvo la oportunidad.

Ahora para Arthit no había un límite de querer estar con su esposo, realmente no le era suficiente una noche tan apasionada, siempre estaba en busca de sus suaves besos. Le pesaba la idea de tener que irse en unas horas más; todo era casi perfecto en ese instante, sólo faltaba Buddy.

VIII. Escala Danjon - A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora