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Al principio, cuando abrió los ojos, Kong se desubicó un poco al encontrarse en su recámara de su casa en Bangkok. Sin saberlo, esas dos semanas se había acostumbrado tanto a despertar en hoteles, eso sí, con su amado esposo a su lado.

Bostezando, se giró hacia el cuerpo cálido de Arthit que permanecía dormido a su lado. Sonrió al verlo con su expresión relajada, luciendo tan adorable como siempre. Le peinó el cabello hacia un lado para despejar su frente.

—Buenos días, mi sol —susurró y de un suspiro se reacomodó sobre su costado para verle más atentamente. Tenía ganas de quedarse todo el día en la cama y así lo harían, pues Arthit no iría a trabajar hasta el día siguiente.

Arthit se empezó a despertar sólo cuando sintió los labios de Kong en su rostro. No había día que se cansara de eso, le gustaba mucho y sentía que le iba a gustar siempre.

—Me... quiero quedar... así... para siempre —dijo con voz baja y melosa.

—¿Para siempre? —Sonrió, aún acariciándole el rostro con las yemas de los dedos. Delineó sus labios con su lugar. —Bueno, así será entonces, mi sol —le hablaba con dulzura. Si por él fuera, detendría el paso del tiempo para estar en todo momento acompañado de su amado compañero.

Arthit dejó un besito el dedo de Kong y se acurrucó contra su pecho. Su cuerpo estaba muy relajado y de verdad que no podía pensar en levantarse aún.

—¿Y... si pedimos algo para desayunar? Hoy no me apetece cocinar.

—De acuerdo, ¿qué se te antoja? —sin separarse mucho del abrazo, se estiró para alcanzar su celular y abrir la aplicación que siempre usaban para pedir comida.

Después de pedir algunos platillos, Arthit volvió a apresar el cuerpo de Kong con el suyo. Sentía que estaba siendo demasiado empalagoso, pero su corazón y su cuerpo se lo pedían.

También compartieron algunos besitos, que entre pequeñas sonrisas y enamorados suspiros continuaron por varios minutos. Se sentía muy bien estar de nuevo en casa, sin planes para el día, sólo estar juntos.

—Mi sol... —apartándose un poco de los labios de su esposo, la mano de Kong viajó de su mejilla más abajo hacia su cuello y luego a su pecho. La dejó ahí, sobre su corazón. —Estarás de acuerdo cuando te digo que... decirte que te amo ya no es suficiente —murmuraba, mirándole a los ojos.

—¿Hmm?... No lo había pensado así, pero ahora que lo dices, es verdad. Esa frase ya no es suficiente para todo lo que siento —también habló bajo para no romper la atmósfera romántica.

—Es gracioso porque... ya llegamos de nuestra luna de miel, pero yo... me siento como si siguiéramos en ella —le sonrió amplio y deslumbrante. Quizás era porque aún tenían muy presentes todos esos recuerdos, pero él quería creer que era porque su amor se había fortalecido mucho más desde un tiempo atrás.

—Espero que... siga así por mucho tiempo —su mano se colocó sobre la de Kong que estaba en su pecho. —Porque aquí se siente muy bien —y no sólo era su amor por Kong, sino también consigo mismo. Se sentía orgulloso y feliz de lo que había logrado.

—Hhmm... todo lo que tenga que ver contigo se siente bien —se inclinó para darle un rápido besito en los labios. Luego siguió mostrándole su sonrisa, aunque ahora más coqueta. —Hablando de eso... El desayuno aún va a tardar y... ¿qué dices si aprovechamos un poco el tiempo? —Propuso, bajando la mano por el torso de su esposo hasta llegar al borde de su short para dormir.

—Sólo me dejas descansar un día, ¿verdad? —sus mejillas se sonrojaron y bajó la mirada. Ahora todas sus sesiones eran o más amorosas o más apasionadas y eso le ponía feliz.

VIII. Escala Danjon - A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora