Alexander
Tomé la ducha en mi habitación, al mismo tiempo que yo terminaba Seera entraba con un traje en sus brazos.
—Es para ti, lo compré con recomendación del señor Hilton— Abrí la bolsa, dentro un traje totalmente negro de calidad impresionante.
—Tiene un gusto exquisito, gracias por el traje me lo pondré enseguida.
Caminó hasta la puerta de la habitación mientras me decía —Te esperamos en la recepción no tardes.
Retiré la toalla de mi cintura secándome el resto del cuerpo, un poco de crema en mi cabello le dio una apariencia mas sofisticada, me coloqué con cuidado el traje y acomodé con precisión el sedoso pañuelo verde.
En la recepción todos me esperaban, la vista era espectacular Louis con un traje azul cobalto monocromático e Ivan con un traje de doble botonadura en un tono gris lobo.
—Que increíbles lucen todos!!— Declaré.
—Lo sé, yo siempre luzco fantástico— Louis como siempre respondiendo con el ego.
—Claro— Contesté recordando todas las veces que lo he visto lucir una apariencia deplorable.
—Tambien luces excelente Alexander— Ivan respondió mi cumplido por lo que lo abracé.
—Así se responde un cumplido, ves Louis por eso lo quiero más a él.
—Me amas, no lo niegues— Louis mostrando el gracioso lado dramático que tiene.
—Ya llego la limusina— Seera por fin entraba a la conversación.
Caminamos a una salida lateral del hotel, el tránsito era inexistente, uno de los guardias presentes nos dijo —A pedido de la familia Hilton se mantendrá una total discreción desde la salida del hotel hasta su regreso.
—Muchas gracias por su consideración—Respondí amablemente; a continuación, abrió la puerta de la limusina, tanto Ivan como yo dimos un paso lateral permitiendo que Seera entrara primero, una vez que ella entró lo hicimos el resto.
Como era de esperarse el dúo de hermanos Hilton ya se encontraba dentro.
—Alexander cuanto tiempo— Daniel Hilton me saludó amablemente.
—La última vez que nos vimos no sabias atarte los cordones— Respondí, sin nostalgia ni anhelo por el pasado; muchas personas dicen que los mejores años de su vida transcurrieron durante la infancia donde todo era color de rosa, pero eso jamás fue así, no para nosotros. La realidad nos golpeo mucho antes de nacer y el destino nos condenó la primera vez que respiramos.
Me senté alado de Seera recargando mi mano sobre su rodilla, ella correspondió colocando su mano sobre la mía, mientras conversábamos sobre lo bello de la tarde, el clima y el fabuloso sabor de los delicias turcas que nos ofrecieron.
Pronto el auto se detuvo frente a un edificio de fachada gris sin ninguna característica particular, cualquiera que caminara frente a él no lo notaría.
—Hemos llegado— Anunció el chofer.
Los rubios hermanos bajaron primero, yo los seguí, extendiendo de vuelta la mano hacia Seera ayudándola a bajar.
La sala de recepción no tenía nada extraordinario, pisos de madera y paredes blancas, lo único particular que tenía eran dos elevadores, uno de color negro y otro de color rojo.
—¿Los colores de la anarquía? — Preguntó Louis.
—Así es— Afirmó Cristian —En conjunto, pero por separado tienen un significado diferente; el rojo pasión y emociones profundas, el negro simboliza elegancia y poder.
—Lo usamos para clasificar a los invitados— Agregó Daniel.
Antes de comprender lo que insinuaban los Hilton Seera caminó al frente presionando el botón negro.
—Es obvio que clase de invitados somos—Una malvada sonrisa se formó en sus labios.
—Tu confianza es la razón de que seamos buenos amigos— Cristian la tomó de la espalda entrando juntos al elevador, susurrando algo que escuche con claridad —Salgamos juntos otro día.
Ella sonrió asintiendo con la cabeza.
Bajamos por el elevador a un amplio, oscuro y estridente bar.
Subimos al primer piso, nuestros anfitriones nos sentaron en la mesa con mejor vista a todo el lugar además de asignarnos un mesero exclusivamente para nosotros.
Deseando que nos divirtiéramos, ellos bajaron para continuar recibiendo clientes.
Al final este es su bar.
Louis
El par de teñidos no se despegó en ningún momento de Seera, especialmente Cristian, ese delgaducho tipo cree que puede llegar y tomar lo que o a quien desee.
Mi mascara social no se vio afectada por la ira, sonreí hasta que se apartaron de nuestro lado, un par de tragos después Seera se levantó de la mesa —Iré a bailar.
Alexander se levantó, mirando por el balcón hacia la pista de baile, me acerqué hacia el —Pareces un psicópata.
—Solo vigilo— Respondió tomando un trago de agua mineral.
—¿El lugar o a ella?, no engañas a nadie.
—Tu mejor que nadie entiendes mis razones— Me miró directamente por un segundo después regreso su mirada a Seera quien bailaba seductoramente, provocándole una sonrisa.
—Sabes que es imposible—Repliqué.
—Y aun así tengo más oportunidad que tú— Bajó las escaleras acercándose a Seera.
La tomó de la cintura acercándola a él, ella enredó sus brazos en la nuca de Alexander; la química entre ambos era innegable.
Me senté en la barra pidiendo a la bartender que rellenara mi copa.
—¿Tienes una mala noche? — Preguntó.
—Podría decirse que sí.
—Déjame adivinar, te rompieron el corazón.
—¿No se supone que los bartender deben escuchar y comprender a sus clientes? — Le miré levantando la ceja derecha.
—No cuando se está coqueteando.
Ivan
Pronto me quede completamente solo en la mesa.
Alexander y Seera en bailando.
Louis coqueteando con la chica detrás de la barra.
Y yo sentado en el impresionantemente cómodo sofá de gamuza negra, bebiendo cerveza de raíz.
—Parece que necesitas algo de compañía— Una voz detrás de mi cabeza señalaba la obvia situación.
Al girarme observe un bello y suave rostro, acompañado de un profundo par de ojos azules.
—Así que no solo eres lindo de espaldas—Me dirigió una amplia sonrisa.
—Y tu no solo tienes una linda voz.
—Mi nombre es Baltasar— Se introdujo amablemente.
—Yo soy Ivan, un gusto.
—El gusto es mío.
ESTÁS LEYENDO
KILL KROACHER
Science FictionLa radiación ultravioleta infiltrada a través de la delgada capa de ozono provoco que en la ciudad de Nueva Orleans las cucarachas mutaran descontroladamente creciendo hasta 5 metros de largo. Después de una extensa guerra entre los humanos y las cu...