𝟭𝟯. 𝙝𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙤𝙨

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𝐉𝐀𝐒𝐎𝐍

Desperté cuando el tenue brillo de la claridad del día nublado comenzó a ser más fuerte. Me moví sobre el colchón, no sentí frío en ningún momento y me extraño. Rodé por el colchón con la esperanza de quedarme dormido otra vez, sin embargo, el recuerdo del día anterior me interrumpió. Fue cuando sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo. Cómo me moví, él también se movió. Estaba de espalda hacia él, sus manos estaban alrededor de mí cintura y podía sentir su otro brazo debajo de su cabeza. Sus piernas y las mías se enredaron perfectamente.

Seguía pensando que lo que me ocurrió era un sueño, uno muy realista. Pero ya había adivinado las partes que no iba a ser capaz de crear. No era tan creativo.

Me levanté de la cama con una sensación muy difícil de descifrar. Salí en dirección al baño, cerré la puerta y me quedé en silencio. Cepille mis dientes, me miro en el espejo detenidamente. Algo había cambiado en mi expresión matutina habitual. Los ojos demasiado brillantes, las mejillas rojas por la fiebre de su calor, pero lo que sentía en mi no era yo. Ni por dentro ni por fuera. Me alisa las puntas alborotadas de mi cabello y me moje la cara tratando de calmar la sensación que tenía.

Volví despacio con la esperanza de que él siguiera dormido, sin éxito alguno. Belami estaba sentado en la orilla del colchón, mirando hacia mí dirección con preocupación.

―¿Estás bien? Sentí que algo te sucedió ―Levantó los mechones rizados sobre su rostro.

―Está todo bien. No me di cuenta en qué momento nos quedamos dormidos ―Deje mis brazos detrás de mi cuerpo casi desnudo.

―Creo que debí irme a casa... ―resopló sin ganas.

―¡No! ―proteste―. Me gustó que te quedaras aquí, no recuerdo la última vez que dormí sin despertarme al siguiente día.

Caminé hacía él, me senté a su lado y dejé mi cabeza sobre su hombro. Él dejó su cabeza sobre la mía y tomé su mano.

―No es por ti que me siento así. O quizá si lo es, pero me sorprendió sentirme diferente...

―¿Diferente? ―Le dio un pellizco a la punta de uno de mis dedos.

―Feliz.

No necesitaba mirar hacia él para saber que sus ojos me miraron cuando dejé salir esa frase. Deslice mis dedos sobre su muñeca, era una piel diferente a la mía o la de cualquier otra persona. Era suave, pero una piel mucho menos frágil. Sentí la venas de que se alcanzaban a marcar con la punta de mis dedos y subí hacia su codo.

―¿Quieres desayunar algo? ―le pregunté.

No habíamos comido nada el día anterior. Pasamos el resto de la noche conversando de un montón de cosas hasta el punto de quedarnos dormidos de manera repentina. Me sentía tan bien, cómodo, que nada parecía romper la paz que sentía. Como si de pronto los problemas de la vida jamás hubieran existido. Como si él era una parte que necesitaba para seguir adelante.

Me vestí con la ropa del pijama habitual y bajé a la cocina esperando a que él se vistiera. No tenía ropa que le quedara en sí, así que se puso sus pantalones otra vez y le di una de las sudaderas más grandes que tenía. Uso unas pantuflas que eran de mi padre, estaban nuevas, así que las habíamos guardado para cuando me quedarán.

Había batido unos cuantos huevos en un tazón. Corté un poco de jamón en pequeños trozos y los lancé a la cazuela. Encendí la cafetera para preparar el café matutino de siempre. Eran casi las nueve de la mañana, revisé el teléfono pero no había mensajes de mi madre.

Belami me observó de pie en la barra de la cocina. No se había puesto el pantalón, tenía la ropa interior y la sudadera que le cubría por encima de las rodillas. Llevaba el cierre de esta a la mitad, si pecho pálido quedaba al descubierto. Tenía una hilera de lunares que conectaban con sus pezones, como si tuviera una vía láctea en su piel.

𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙤𝙨𝙘𝙪𝙧𝙞𝙙𝙖𝙙 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora