𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟸𝟸

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𝙻𝚞𝚌𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚊𝚝𝚊𝚛𝚍𝚎𝚌𝚎𝚛

3 de Junio de 1945

La brisa que entraba por la ventana era fría, la luz del sol rozaba la cortina pero no llegaba a entrar en la habitación, con pesadez y cansancio fue abriendo sus ojos y tocando el colchón, como si buscará algo, al no sentir nada se levantó de golpe, en efecto no había nadie

El alemán se preocupó por un momento, pero sabía que la judía se levantaba temprano, se preparó para el día y bajó a buscarla, no estaba en ningún lado, incluyendo los baños, la chica se fue sin dejar rastro, subió nuevamente las escaleras, le preguntaría a Canadá por la mujer, con nervios tocó la puerta esperando a una respuesta, Canadá abrió pero estaba mojado, al ver al pequeño alemán le dejó entrar, al parecer se estaba bañando pues tenía una toalla en la cintura y su cabello estaba empapado

- ¿Necesitas algo Alemania?

Preguntó dulcemente el canadiense.

- Yo... quería saber si sabe usted dónde está Israel...

Canadá  no se sorprendió, siempre había notado lo apegado que era el menor a la joven mujer, se secó el cabello y le respondió.

- Bueno, ella salió temprano con USA, creo que volverán en la noche...

El alemán miró al vacío, enojado, pero no con la judía, sino con el americano, ¿cómo se atrevía a quitarle a su chica cuando él ni había despertado? Caminó enojado hacia la puerta pero antes de salir Canadá habló.

- Ella te dejó el desayuno abajo, ve a comer si quieres

Claro que comería, comía siempre todo lo que cocinaba la de habla hebrea, siempre le parecían exquisitos manjares los que ella cocinaba. Alemania bajó a la cocina y comenzó a comer su sándwich con enojo.

...

...

...

El americano se había llevado a la chica a un lugar muy lejano, seguían aún en el auto a esa hora de la mañana, muchas veces Israel preguntaba a dónde iban pero no recibía respuesta, confiaba ciegamente de su contrario, tal vez no era tan malo como su mente le hacía creer en ese momento. Una brisa salada entró por la ventana y muy pronto se encontraron en una zona costera donde, desde lejos, se veía una playa muy linda, el norteamericano se detuvo en una plaza e invitó a la judía a pasear, ella obviamente aceptó, el lugar era muy bonito, los árboles cubrían del sol y una brisa fina recorría todo el espacio, el anglosajón llevó a la mujer a los sitios más bonitos del lugar y finalmente la llevó a la costa.

- ¿No te parece lindo este lugar?

- Sí, lo es, no recuerdo la última vez que miré el mar... Pero ¿de que lado estamos?

- ¿No lo reconoces? Tú vienes de él

- ¿Eh?

La judía  podía sentir el aire salado en sus ojos, entonces los entrecerró, el americano le lanzó agua del mar, entonces empezaron a jugar con el agua como niños pequeños, corriendo a través de lo largo de la playa, muy pronto la joven mujer se calló por culpa de la arena espesa de la costa, el americano corrió hacia ella y le pregunto si estaba bien, pero tan pronto llegó una ola la de habla hebrea le lanzó agua salada a la cara, gracias a los lentes de sol que el anglosajón portaba el agua no entró en sus ojos, saltó sobre la mujer le mojó el cabello.

- ¡No!

- Eso te pasa por mojarme la cara

América empezó a hacerle cosquillas, no pararía hasta escuchar las súplicas de la judía. En eso alguien les regañó, era el padre del americano, U.K. Se enojó de ver como su hijo mayor se comportaba como un niño, el norteamericano se levantó preguntando que hacia allí pero él no respondió, solo le veía con resentimiento. El americano se apenó y se disculpó con la judía para luego sacarla de ahí. Durante todo el camino de vuelta al vehículo de la potencia capitalista el europeo estuvo regañándole, como si fuera un niño, en su conclusión tal vez era porque él le había criado y aún le veía como un niño, la alta diferencia de altura era notable, el americano tomaba la mano de la hebrea con fuerza, al parecer se estaba enojando, entonces tuvo que intervenir.

- Oye Inglaterra, ¿qué tal si vamos por un helado? Hace mucho calor, ¿no quieres uno?

El inglés le miró con un rostro neutral y asintió, aceptó el helado con la única condición de que pagara el americano, aunque Israel no dejaría que lo hiciera. Al llegar a una pequeña heladería cada uno escogió un helado diferente, USA una paleta de limón, UK un helado de menta y vainilla e Israel un helado solo de chocolate. Antes de que el europeo se diera cuenta Israel y USA se fueron corriendo a otra parte luego de que "América" pagara. Ambos llegaron a una plaza y se sentaron a comer sus helados, el día era muy caliente y la brisa refrescaba poco, ambos comieron sus helados y al terminar pasearon por la ciudad.

- No sabía que eras fugitiva, una realmente buena

- Intenté escapar varias veces de Klaus pero al final solo me sacrifique para hacer que Polonia saliera...

El anglosajón tomó la mano de la chica

- Ahora estás de mi lado, no te preocupes por los problemas

La judía se sonrojo un poco, nadie nunca se había atrevido a tomar sus manos, su piel era suave y desprendía un aroma dulce, la mujer se apartó sonrojada, tratando de evitar la incomodidad

- Sí, jeje... No es algo tan serio en realidad, si lo piensas bien, te sacrificarías por una persona que crees que vale la pena

El americano acomodó su cabello, apartandolo de su rostro, luego la cargó sorpresivamente y corrió a través de un parque. Luego de varias horas ambos se cansaron y decidieron irse, estaba oscureciendo y muy pronto sería de noche, el día había pasado volando y no percataron de las horas que estuvieron corriendo y jugando, muchas personas le veían raro pero no les importaba, luego de un suceso tan desastroso lo mejor sería avanzar, continuar y recordarlo para que algo así no vuelva a suceder, nadie quería ver a sus familiares y seres queridos morir de nuevo

Ambos se fueron caminando hasta el auto y arrancaron con rumbo a la casa del francés, Israel estaba segura de que Alemania estaría dormido cuando ella llegara, se sintió triste pues ni había pasado el día con él, pero le tenía un regalo, algo que le gustaría mucho. Muy pronto, la de habla hebrea cayó dormida, tanto esfuerzo la había cansado, el americano se detuvo un momento y la arropó con su abrigo, luego continuó su viaje.

Al llegar a la casa ya era de noche, el americano entró con la judía en sus brazos y, al cerrar la puerta el alemán llegó, estaba enojado, pero no dijo nada, solo se dedicó a seguir de cerca al americano.

Cuando por fin el americano dejó a la hebrea en su habitación, agarró fuerte al niño del brazo y lo sacó del cuarto para llevarlo a su habitación.

𝙹𝚞𝚐𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚊 𝚕𝚊𝚜 𝚎𝚜𝚌𝚘𝚗𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜 《Countryhumans 》1939 - 1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora