Capítulo 3

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Una noche cualquiera, mientras vestía con ese ridículo uniforme que con el tiempo se fue amoldando mejor a mi cuerpo, porque claro, con mi mala alimentación bajé demasiado de peso, fue que Adam Lazzara llegó a aquel bar, era un tipo alto, con una larga melena castaña y debo decir que atractivo, aunque nunca llamó mi atención. Era cinco años más grande que yo, todo un empresario, según presumía, aunque realmente todo el dinero que tenía había sido una herencia de su abuelo y las empresas continuaban dejando dividendos, por lo que tenía bastante dinero para darse la gran vida, sin embargo no sé por qué pese a todos sus lujos fue a parar ahí, o bueno, creo saberlo.

Adam ya tenía a su omega, realmente nunca la o lo conocí, no supe siquiera si se trataba de un hombre o una mujer, por lo que lo único que buscaba era algo de diversión y para mi mala suerte yo fui el juguete que le gustó para ello.

Llegó al bar y fui yo quien lo atendí, iba solo, al verme me lanzó una mirada lasciva, estaba acostumbrado a esas miradas, sin embargo a lo largo de la noche y de los tragos comenzó a tomarse ciertas atribuciones y sí, me tocó el trasero, lo que me molestó, pero no podía hacer nada, si mi jefe me veía tratando mal a un cliente era seguro que me correría y qué podía hacer yo sin trabajo, volver a las calles a morirme de hambre y a que montones de alfas quisieran sobrepasarse conmigo.

Tuve que aguantarme sus insinuaciones y coqueteos por el resto de la noche. El tipo tardó demasiado en irse, para mi mala suerte volvió a la noche siguiente y a la siguiente y así sucesivamente, y siempre pedía que fuese yo quien lo atendiera, lo cual me tenía harto, pues no me agradaba para nada ese sujeto.

Mi fortuna cambió una noche en que Adam se puso bastante ebrio, más de lo habitual, me pidió que lo acompañara a su auto, yo me negué, sin embargo el amagó con hacer un teatro en el bar y seguramente aquello me costaría el trabajo, por lo que no tuve más remedio que acompañarlo hasta su auto. Honestamente poco me importaba si ese tipo conducía en estado de ebriedad, por mí se podía ir al demonio.

Su auto estaba atrás del bar, demasiado solo a decir verdad y eso no me agradó para nada. Adam aprovechó para sujetarme a la fuerza y plantarme un beso en la boca, quise resistirme, zafarme de su agarre, pero él era un alfa, mucho más fuerte que yo, por lo que simplemente no pude. Me besó de una manera tan tosca, asquerosa, nunca me habían besado, lamenté que él fuera el primero. Me besó tanto hasta que mis labios sangraron y yo sólo esperaba que se conformara con eso, pero no, no lo hizo, y de un momento a otro ya estaba bajándome los shorts junto con la ropa interior de una forma bastante agresiva, tanto así que mis tirantes se destrozaron. No lo pude evitar, en ese momento pensé en Frank, en que hubiese querido tanto que él fuese el primero en mi vida y que al hacerme suyo me marcara para que fuese mi alfa y yo su omega, pero ahora todo parecía perdido, pues yacía ahí, desnudo de la cintura para abajo. Adam me arrojó en los asientos traseros de su carro, quise zafarme de su agarre, pero lo único que me gané fue un fuerte golpe en la mejilla, no pudiendo evitar que las lágrimas comenzaran a brotar de mis ojos, porque maldita sea, mi primera vez no podía ser así. Lo peor es que al ya no ser virgen, difícilmente algún otro alfa podría tomarme en serio.

- No lo hagas Adam, por favor – Fue lo único que pude decir casi en un sollozo

- Desde que te conocí Gerard, me has encantado tanto y quiero que seas mi putita – Mencionó mientras se desabrochaba el pantalón, dejando su erecto pene a mi vista.

Nada pude hacer, sin haberme siquiera preparado y de una manera agresiva me penetró, haciéndolo tan fuerte. Me abrió la camisa y los botones salieron disparados a ninguna parte, comenzando a besar mi torso desnudo y yo no podía dejar de sollozar como un idiota, sintiéndome tan sucio en esos momentos. No experimenté placer alguno, de un momento a otro yacía desnudo con un montón de billetes sobre mi abdomen, en tanto sentía como un cálido líquido escurría por mis muslos y Adam estaba ahí, con una sonrisa lasciva, abrochándose el pantalón. Obviamente no me marcó y ahora estaba destinado a ser un omega al que nadie tomaría en serio.

- Me ha encantado estar contigo Gee. No será la última vez – Dijo acercándose a mis labios y besándome. Yo sólo podía sentir repugnancia de que me haya tratado como una puta. Sin embargo tomé el dinero, en verdad lo necesitaba, como pude me vestí y salí de ahí. Ni siquiera podía caminar bien, ese idiota me había destrozado el ano y vaya, tardé varios días en recuperarme.

Jamia estuvo ahí para mí, me consoló y me dijo que lo mejor era que comenzara a tomar pastillas para no embarazarme, porque era seguro que esa no sería la última vez en que estaría con Adam o con cualquier otro tipo que quisiera sobrepasarse conmigo. Me contó que a ella igual, le había pasado lo mismo, y es por ello que comenzó a tomar esas pastillas, pues "nunca sabes cuando un alfa caliente quiera sobrepasarse contigo".

Con el ano destrozado y mi dignidad en la basura, aún así tuve que continuar laborando, porque no podía darme el lujo de faltar al trabajo, aunque todos los malditos días lloraba por los rincones, lamentándome tanto. Si antes ansiaba con el momento de volver a ver a Frank, ahora simplemente quería que eso no ocurriera, porque no quería que me viera así, siendo una puta, la puta de Adam, era más que claro que Frankie jamás sería mi alfa.  

Lo que nunca fue (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora