Capítulo 15

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Parte 3: Nosotros

Para Gerard fue bastante difícil dejar New Jersey, pues a pesar de todas las vejaciones que sufrió en los últimos años, fue ahí donde creció, donde ha vivido desde que nació, donde está su familia, esa a la que nunca más le importó.

Lo admito, intenté buscarlos, a su padre, su madre, a Mikey, pero amarga fue mi sorpresa cuando toqué la puerta de su casa, fue su padre quien me abrió, se me quedó mirando con una expresión de desagrado en su rostro, para luego cuestionarme qué era lo que buscaba, le explique quien era, Frank, quien hasta hace algunos años vivió en la casa de al lado, la de las bonitas flores, junto con su familia, "¿Frank?", cuestionó él, asentí. Volvió a insistir en qué quería, fingí no saber nada de lo que había pasado con Gerard, cuestioné si se encontraba en casa, señalando que era un "viejo amigo de la infancia", su amarga respuesta fue: "Aquí no vive ningún Gerard", "pero usted es su padre", le dije, y a cambio me respondió: "¡Esa puta no es mi hijo!", y yo, yo no pude soportar que lo llamase así y le metí un puñetazo en el rostro, advirtiéndole que no permitiría que insultara así a mi omega. Él se quedó ahí, observándome un tanto sorprendido y molesto a la vez, atrás de él apareció Donna, su madre, quien no dijo nada. Yo solamente me di la vuelta para largarme de ahí. Sin duda lo mejor que pudo haberle pasado a Gee fue alejarse de esa gente que no vio por él, que lo dejó a su suerte, que permitió que sufriera durante todos estos años, aunque a quién quiero mentirle, yo hice lo mismo, lo dejé, no volví por él, hasta ahora.

Odié a la familia de Gerard, pero no, a él nunca le conté que los busqué y mucho menos la asquerosa respuesta que me dio su padre al cuestionarle por su paradero, sólo le rompería el corazón y mi Gee no merece sufrir más. Por ello lo que más ansiaba era sacarlo ya de ese pueblo, ese maldito pueblo donde sólo recibió desprecio.

Lo que más le dolió a Gee fue separarse de Jamia, su mejor amiga, quien lo acompañó todos estos años, pude ver sus ojitos cristalizarse cuando fuimos a su departamento por las pocas pertenencias de Gee, para entonces despedirnos de ella, quien prometió estaría bien. Le dije a Gerard que la ayudaría a que consiguiera un mejor trabajo, y eso lo tranquilizó, o al menos eso me hizo creer.

Aún había pendientes qué resolver en New Jersey, pero ya no quería estar más tiempo ahí, realmente lo que temía era que Gee fuese a buscar a su familia y que sintiera todo ese desprecio con el que se refirieron a él cuando fui a buscarlos, sobre todo su padre, y su madre, sumisa, que simplemente no hizo nada para defender a su hijo. A Mikey ya ni siquiera lo vi, pero supe por algunos conocidos en común que el maldito negaba a su hermano y cuando le cuestionaban por él respondía lo mismo que su padre: "Esa puta no es mi hermano". Si lo hubiese visto le habría roto la nariz tal como lo hice con su adorado padre.

Afortunadamente Ray y Bob me apoyaron y aceptaron hacerse cargo de los pendientes que aún tenía en New Jersey, como encargarse que el dueño del maldito bar donde trabajaba Gee, así como ese asqueroso tipo que abusó tanto tiempo de él, pagaran por lo que hicieron. Lo que más deseaba era sacar ya a Gee de ese pueblo y llevarlo conmigo a Nueva York, me moría por decirle a mis padres que había encontrado a mi omega, aunque realmente siempre estuvo ahí, esperando por mí, y yo imbécil, nunca más volví.

A pesar de todo lo que sufrió, a Gerard le dolió partir, lo vi en sus ojitos, vi la nostalgia en su mirada al alejarnos de New Jersey. Mientras íbamos en el vehículo, partiendo de ese pueblo que nos vio crecer, noté algunas lágrimas rodando por sus mejillas, sé que le dolió, y más que por dejar esas calles, por su familia. Tomé su mano para hacerlo sentir mejor, él sólo me miró con una hermosa sonrisa, aunque con sus ojitos llenos de nostalgia. Si bien iba concentrado en la carretera, de vez en cuando volteaba a ver a Gee, lo encontraba mirándome, regalándome una tímida sonrisa.

El viaje fue corto, o tal vez fue la compañía de Gerard la que hizo que el tiempo se fuera volando. Le dije a Gee que iríamos a casa de mis padres, noté que estaba un tanto temeroso, "¿y si no me aceptan por ser una puta?", cuestionó, y yo en verdad no podía creer que me estuviese diciendo eso, tanto lo lastimaron, tanto lo llamaron así, al grado de llegar a creerlo.

- Gee, tú eres un ángel – Le dije tomándolo de la barbilla, en tanto permanecíamos en el auto afuera de la casa de mis padres

- Mi hermano no me quiere porque soy una puta – Mencionó, soltándose a llorar. ¿Cuánto daño le hicieron a mi omega? No sabía que se había encontrado con Mikey y que el maldito se había atrevido a llamarlo de esa forma.

- No lo eres mi amor, eres mi futuro esposo y no es tu culpa todo lo que sucedió – Él sólo me miró con sus ojitos inundados en lágrimas, entonces lo atraje hacia mí para abrazarlo tan fuerte. Odio que lo hayan lastimado tanto, pero más odio que todo esto haya sido mi culpa, por ser un cobarde, por no regresar antes por él, por permitir que pasara tanto tiempo sufriendo tantas vejaciones.

Le besé en los labios y luego lo miré, sus ojitos un tanto enrojecidos, pero regalándome una linda sonrisa con sus pequeños dientes.

- Te amo, Frankie – Me dijo entonces

- Y yo a ti Gee, te amo demasiado – Le respondí. Gee comenzó a secarse las lágrimas, me sonrió, me dijo que no quería que mis padres lo vieran así – Podemos esperar, si quieres- Le mencioné, pero él dijo que no era necesario, que podíamos entrar ahora, le expresé que se veía hermoso. Bajé del auto y posteriormente le abrí la puerta, tomando su mano y así, con las manos entrelazadas, entramos en la casa de mis padres.

Gee caminaba un tanto temeroso tras de mí, fue mi madre la primera en recibirnos, ensanchando una gran sonrisa al verme ahí y más al lado de mi lindo pelinegro. Rápidamente se acercó a mí para abrazarme con fuerza, luego observó a Gee, quien mantenía su mirada baja y de igual forma mi madre lo estrechó en sus brazos, le dijo que yo les había hablado mucho de él, que lo había vuelto a encontrar después de todos estos años y él la miraba con una expresión de asombro, luego volteaba a verme a mí.

- Es un gusto tenerte aquí, Gee – Dijo mi madre, y noté como los ojitos de Gerard comenzaban a aguarse.

Después apareció mi padre, quien de igual manera me estrechó entre sus brazos, y luego hizo lo mismo con Gee. Ambos pasamos a la sala, tomé a Gerard de la mano. Nos trajeron algunas bebidas y bocadillos, Gee seguía algo nervioso, mis padres nos sonreían y llevando la mano de Gee a mis labios para darle un beso, les confesé a mis padres que nos casaríamos. Ambos se pusieron bastante felices con la noticia, incluso mi madre de inmediato comenzó a hacer planes sobre la boda, "será la boda del año", mencionó, señalando que ella se encargaría de organizarla y cuestionándole a Gee qué era lo que quería para ese día tan especial, Gee volteó a verme y dijo: "Yo sólo quiero a Frankie" y sentí que me derretía de ternura tan solo escucharlo decir eso, no pude evitarlo y lo besé en los labios, aunque fue un beso demasiado corto para mi gusto, pero estábamos frente a mis padres.

Después de ese encuentro con mis progenitores llegó la hora de partir, mi madre insistía en que Gerard se quedara en casa con ellos hasta en tanto nos casáramos, noté la incomodidad de Gee, él no dijo nada y solamente asintió. Sin embargo yo les comenté que no podía estar lejos de Gee, pues al final del día yo soy su alfa y él mi omega, mis padres lo entendieron y aceptaron que Gerard fuese conmigo a mi apartamento, aunque claro, prometí que dormiríamos en habitaciones separadas.

En el trayecto a mi apartamento pude notar a Gee algo decaído.

- ¿Qué pasa, mi vida? – Le cuestioné

- Creo que me hubiese quedado con tus padres – Me respondió sin mirarme a los ojos

- ¿No quieres estar conmigo? - Bromeé, aunque creía saber cuál era la razón por la que estaba así

- No es eso Frankie, sólo que no quiero que piensen que yo soy una... ofrecida

- Mi amor, ellos no piensan eso de ti, saben que te amo y serás mi esposo. Eres mi omega, yo soy tu alfa, y es normal que estemos juntos. Nadie tiene por qué pensar nada malo de ti – Le dije besando el dorso de su mano, Gerard por fin volteó a verme, yo me acerqué a él para besarlo y deleitarme con su sabor, su embriagante sabor que no quiero dejar de probar nunca.

Lo que nunca fue (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora