Capítulo 8

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La vida parecía sonreírme, o al menos eso creía. Frankie llegó al bar acompañado de sus dos inseparables amigos, esta vez bebía más de lo habitual. Tal vez estaba estresado, no era fácil conseguir pruebas de acoso, aunque bueno, fácilmente podría tener varios testimonios, la mayoría habíamos sido hostigados por imbéciles alfas en ese sucio bar. Lo miraba mientras bebía una y otra y otra vez. Sus amigos igual lo hacían. De un momento a otro Frank ya estaba sólo en la mesa, no veía a Bob ni Ray por ningún lado. Mi turno estaba por terminar, por lo que me acerqué a Frank y pude darme cuenta que estaba perdido en el alcohol.

- ¿Estás bien Frankie?

- Perfecto Gee. ¿Me podrías traer otro trago?

- Claro, pero ya estamos por cerrar

- Oh, no importa, para el camino

Frank terminó completamente ebrio, por lo que me ofrecí a llevarlo a su casa, apenas si sabía conducir, pero creo que yendo despacio no tendría problema alguno. Era la primera vez que entraba a ese apartamento en el que Frank se estaba quedando, realmente era lujoso.

- ¿Te vas a quedar conmigo, Gee? - Cuestionó

- Oh no, yo creo que debo volver a casa

- Pero es peligroso, mejor quédate aquí – Me dijo y no tuve más remedio, realmente era peligroso afuera y más porque estaba por llegar mi celo, cualquier idiota intentaría aprovecharse de mí.

Pero no sé qué pasó que de un momento a otro ya estaba aprisionado contra la pared, con el rostro de Frank tan cerca del mío y entonces pasó, lo que había soñado toda mi vida, Frank, mi Frankie, me estaba besando, ni siquiera puedo explicar lo que sentí cuando nuestros labios se juntaron, era la primera vez que me sentía en el cielo con un beso. Cuando se separó de mí solamente me dijo:

- Quiero hacerte mío, Gee – Y yo sentí que el color se me subió al rostro, porque yo también tenía tantas ganas de estar así con él, de ser su omega para siempre y él mi alfa.

Entonces me tomó, me jaló al amplio sofá de su sala y se abalanzó sobre mí, comenzando a besarme en los labios, en el cuello, desabrochando mi camisa y succionando un poco mis pezones, dejando besos por todo mi abdomen. De una forma rápida bajó mis shorts junto con mi ropa interior, dejando mi creciente erección a su vista, la cual comenzó a bombear, luego introdujo su mano entre mis nalgas y tanteó mi ano. Rápidamente él se despojó de toda su ropa, quedando desnudo ante mis ojos, dejándome apreciar todos los tatuajes que cubrían su fornido cuerpo.

Me dejé llevar por el deseo, la pasión, y por el amor tan profundo que sentía por él. Frank separó un poco más mis piernas para entonces comenzar a introducirse lentamente en mí, y juro que jamás había experimentado tanto placer como en ese momento.

Me penetró sin contemplaciones, en tanto me tomaba de los muslos y yo gemía su nombre cual prostituta. Mis manos viajaban de sus fuertes brazos a su espalda, estaba en el cielo. Frank me miraba mientras me hacia suyo, sonriéndome, acercándose a mis labios para besarme una y otra y otra vez.

Y sí, estaba en el cielo, de un momento a otro sentí un remolino en mi vientre, estaba por venirme, por lo que bastaron un par de embestidas más para que me corriera, podía sentir que Frank igual estaba al borde, puse mi cuello a su disposición, esperando a que me marcara, sin embargo se corrió sin más en mi interior, dejándose caer sobre mi cuerpo y únicamente diciéndome: "Que rico estuvo eso Gee", eso era lo que menos me esperaba que sucediera después de estar con él de esa manera, creí que le importaba, que me quería, que me marcaría, pero resultó ser como los otros tipos, sólo le interesaba acostarse conmigo, no marcarme, y no lo culpo, cómo iba a marcar a una puta, nadie lo haría.

Frank salió de mí y se recostó, dándome la espalda, y yo, yo no pude hacer nada más que sollozar en silencio, esperando a que se quedara dormido para entonces tomar mi ropa del suelo y salir de ahí, ya ni siquiera me importaba qué tan peligroso pudiera ser para un omega como yo, total, ya me habían pisoteado el corazón, nada podía ser peor que eso. Realmente nunca le importé a Frank, nunca me quiso, no valgo la pena.  

Lo que nunca fue (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora