Capítulo 11

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Al tenerlo ahí, frente a mí, no pude evitar sonreír como un tonto, Gerard me miraba un tanto confundido, pero yo, decidido, fui hacia donde estaba y lo estreché tan fuerte entre mis brazos. Lo había extrañado tanto, había pasado tanto tiempo en el que traté de mil maneras de olvidarlo, pasando por tantos omegas, sin encontrar a nadie que valiera la pena como él.

Quise que nos pusiéramos al día, pero entonces él dudó y me confesó que trabajaba en ese asqueroso bar. ¿En serio Gerard había terminado así? ¿No había cumplido su sueño de ser artista? Le dije que estaba bien, que lo esperaría, por lo que me dirigí a una mesa junto con Ray y Bob, quienes de inmediato me cuestionaron quién era ese chico tan lindo que olía tan delicioso.

- Es Gerard, Gerard Way

- ¿Tu Gerard? - Preguntó Ray

- Sí, ese mismo, mi mejor amigo de la infancia

- Y tu amor imposible

- Uf, ojalá fuera posible – Respondí

- Pero si está aquí significa que... - Mencionó Bob, pero no terminó su oración. Sí, sabía a lo que se refería, estábamos ahí por un caso de abuso, no quería pensarlo, pero seguramente algún asqueroso tipo ya le habría puesto sus manos encima a Gerard y eso en verdad que me hacía arder de coraje, porque Gee era mi omega, sólo mío.

Esa noche llevé a Gerard a ese parque donde solíamos jugar cuando éramos niños y donde tantas veces caminamos tomados de la mano. Él se sentó en un columpio, hice lo mismo. Quise indagar un poco sobre su vida, no quiso decir mucho, lo habían echado de su casa, había terminado en ese asqueroso lugar. Noté su mirada un tanto apagada, ni siquiera puedo imaginar cuánto sufrió desde que me marché de New Jersey.

Tenía miedo de preguntarle porque sabía la respuesta, pero lo hice, le cuestioné si habían abusado de él en ese asqueroso bar y él se quebró, me confesó que al menos tres tipos se habían sobrepasado y en esos momentos sólo quería conocer sus nombres y sus rostros para ir a partirles la cara por meterse con mi Gerard.

Me dolió tanto verlo así, tan roto, señalándome que realmente a nadie le importaba, quise hacerle ver que estaba equivocado, que me importaba a mí, pero entonces Gee me llamó mentiroso y me reprochó por haberlo dejado solo, por nunca volver por él, no supe ni siquiera qué decir, él tenía razón, fui un tonto por haberlo dejado.

Fuimos hacia su casa, o lo que él llamaba hogar, que realmente era un pequeño departamento tan deprimente en una de las zonas más pobres de la ciudad, vivía ahí con una de las omegas que laboraban en aquel bar, su mejor amiga, me dijo.

Me costó conciliar el sueño esa noche, lamentándome tanto de no haber vuelto antes por Gerard, de haber permitido que sufriera tanto todos estos años, siendo que prometí cuidarlo y protegerlo, pero no, no lo hice. Ahora él estaba tan lastimado y yo necesitaba encontrar la forma de animarlo, de hacerlo sentir mejor, por lo que quise enmendar el tiempo perdido invitándolo a salir prácticamente todos los días, aunque claro, él debía irse temprano para ir a su trabajo en ese sucio bar, donde además de obligarlo a usar ese uniforme que dejaba muy poco a la imaginación, le pagaban una miseria.

Odié tanto a la familia de los Way por haber permitido que Gee terminara así, por simplemente echarlo a su suerte sin un peso, exponiéndolo a tantos peligros, a abusivos sujetos y que ahora estuviera tan roto, pero lo que me sorprendía era su fortaleza, cómo pese a todo lo que había pasado él continuaba de pie, me embargó la duda de qué era eso que lo motivaba a levantarse todas las mañanas, porque honestamente, de encontrarme en su situación, quizás ya me habría metido un tiro en la cabeza.

No iba a permitir que Gee siguiera sufriendo, aunque lo confieso, una parte de mí se reusaba a expresarle mis sentimientos, porque nunca había sido un tipo cursi, después de todo soy un alfa, pero con Gerard estaba dispuesto a ser lo que sea.

Todos aquellos días al lado de Gerard le estuve dando tantas vueltas al asunto, pues necesitaba decirle lo que sentía, que lo anhelaba más que a nada en el mundo, que tan solo verlo de nuevo todo aquel sentimiento que creí olvidado, resurgió en mí, que nunca pude olvidarlo, que por más que traté y traté, jamás encontré a nadie que se comparara con él, con su belleza, con su dulzura, con esa inocencia que aún podía ver en sus ojos a pesar de todo lo que había pasado.

Cada vez que salía con Gerard y veía sus lindos ojos verdes iluminarse, sentía esa inmensa necesidad de protegerlo, de decirle que ya no fuera más a ese asqueroso bar, porque no me gustaba en absoluto la manera en que los alfas lo miraban, porque odiaba que tuviera que desgastarse tanto para aún así tener una vida miserable, porque lo necesitaba conmigo, lo cuidaría y le daría todo lo que me pidiese.  

Lo que nunca fue (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora