Capítulo 10

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Parte 2: Frank

Narra Frank

Tuve la fortuna de contar con unos padres que siempre me apoyaron, que siempre estuvieron a mi lado. Crecí en New Jersey, en una linda casa llena de flores que mi madre acostumbra sembrar, me sabía el nombre de todas, pero sin duda la flor más hermosa que casi todos los días adornaba ese jardín era ese lindo niño de tez blanca y cabello negro, con sus mejillas que parecían tomatitos y con esos bonitos ojos verdes que te hacían perder la noción del tiempo, su nombre era Gerard Way, mi mejor amigo, un omega, el más lindo de los omegas.

Yo, siendo un alfa, siempre sentí esa necesidad tan grande de protegerlo, porque ese niño tan tierno sufría tanto en su casa, nos conocimos cuando apenas teníamos cinco años, siempre me agradó estar con él, pero conforme fuimos creciendo lo comencé a mirar de otra forma. Cuando teníamos 15 se miraba tan lindo, amaba que me abrazara, que me dejara reconfortarlo y protegerlo de todas las vejaciones que sufría en su casa, porque su padre lo rechazaba por ser un omega, su madre no decía nada y su hermano hacía todo lo que su papá le decía.

Siempre estuve ahí para Gee, hasta que cumplimos 16 y mi padre dijo que debíamos mudarnos, odié tanto dejarlo solo, odié tanto abrazarlo por última vez, porque me quedé embriagado con ese olor tan exquisito que su cuerpo desprendía, sobre todo cuando su celo estaba próximo.

Quise decirle que lo quería más que como a un amigo, que quería que fuese mi omega y yo ser su alfa, que fuese sólo mío, que nunca nadie le pusiera sus asquerosas manos encima, porque Gerard Way era perfecto, el más hermoso de los omegas, con esa carita tan linda, su nariz respingada, sus mejillas que siempre se coloreaban de carmín, sus delgados labios y con esa bonita sonrisa de pequeños dientes. Precioso.

Pero tuve que dejarlo, tuve que irme, siendo que le había prometido que cuando cumpliéramos 18 los dos nos iríamos de la ciudad, nos iríamos a Nueva York a cumplir nuestros sueños, él quería ser artista, yo músico.

Luego de irme no sé por qué estúpida razón nunca le escribí, tal vez sólo quería olvidar, quería no sufrir, porque me dolió tanto separarme de él, me costó tanto asimilar su ausencia, que lo único que hice fue desinhibirme, comenzar a ir a fiestas, a beber bastante alcohol y a acostarme con cuanto omega se me pusiera enfrente, aunque siempre terminaba imaginándome que a quien me cogía era a Gee. Necesitaba a Gee, quería estar a su lado, sólo imaginaba que él quizás ya estaría con alguien más, que lo marcaría y entonces lo perdería para siempre.

Mi padre me reprendió fuertemente por lo que hacía, pues mis calificaciones comenzaron a bajar y tenía que ir a la universidad y estudiar leyes, "puedes compaginar la carrera con la música", era lo que siempre me decía, y sí, cumplí su capricho de estudiar leyes, pero al mismo tiempo, con algunos compañeros de la facultad, inicié mi banda, y fue así que logré tener una carrera y además dedicarme a lo que tanto me gusta.

Me gradué a los 23 años, con ayuda de mi padre puse mi propio despacho y empleé a mis dos inseparables amigos de la facultad: Ray Toro y Bob Bryan.

Lo confieso, hice hasta lo imposible por olvidarme de Gerard, aunque siempre terminaba preguntándome qué sería lo que él estaba haciendo, si acaso habría cumplido su sueño de estudiar artes, si algún día me lo encontraría por las calles de Nueva York, pero eso nunca ocurrió. Fue hasta que decidí volver a New Jersey para resolver un caso cuando lo vi, mi Gerard, ahí estaba, vistiendo como si fuese una prostituta, pero aún así aquello no opacaba su belleza, seguía casi igual que la última vez que lo vi, tal vez un poco más delgado, con su blanca piel, con su melena negra, con sus mejillas rojizas, con esos preciosos ojos verdes que me enamoraron hace años y ahora, a diferencia de en el pasado en que solía usar ropa holgada, luciendo su bonito cuerpo y esas hermosas piernas blancas y tersas que me volvieron loco sólo mirarlo. Y por supuesto, no podía faltar su inconfundible olor, ese olor que me hacía desearlo tanto, desear que fuese sólo mío y de nadie más. Ahí estaba mi Gerard, mi omega, al que nunca más busqué, pero aún así siempre quise encontrar.  

Lo que nunca fue (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora