𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗨𝗠 𝗜𝗫

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El camino hacia aquel nuevo destino era agobiante para Wanda, ya que estaría sin su hermano, pero sabía que era lo mejor. Al estar sola en aquellas cuatro paredes rodantes, decidió revisar aquella misteriosa tabla y tratar de encontrar un significado. Así que, al no tener visibilidad, optó por sacar un pequeño destello de luz de su dedo índice.

Mientras revisaba detalladamente, una voz varonil, un tanto escalofriante, resonó en su cabeza: "Cuidado".

La joven alzó la vista, un tanto confundida, así que con un fuerte toque al costado hizo que el carruaje se detuviera inmediatamente.

Todos afuera se detuvieron después de que el carruaje también parara, algo que confundió al bey, el cual bajó de su caballo y rápidamente caminó en dirección al cochero.

— ¿Qué sucede? — preguntó con una voz firme, a lo que rápidamente el hombre negó, confundido.

No lo sé, Bey. La señorita pidió que parara — respondió mirando a un costado, ya que las puertas junto a ellos se habían abierto, dejando ver a la joven con una cara de confusión notable.

— Bali Bey — la chica lo llamó un tanto nerviosa, a lo que él rápidamente se acercó.

— ¿Está todo bien, señorita? — preguntó, a lo que ella negó.

— No. Hay que tener cuidado — dijo mirándolo fijamente y luego a su alrededor, algo que confundió más al hombre.

— ¿Por qué lo dice, señorita? — preguntó, intentando obtener una respuesta clara.

— No lo sé, Bali Bey... solo hay que tener cuidado, este silencio no es normal — respondió, a lo que él decidió no preguntar más, ya que a simple vista ella estaba muy nerviosa y asustada.

— Tranquila, señorita Wanda... mis hombres estarán al tanto. Mejor suba y trate de dormir, ya que es un camino largo — habló, a lo que ella, un tanto dudosa, asintió en respuesta y regresó al interior del carruaje, no muy convencida y alerta.

No pasó mucho tiempo cuando el carruaje se detuvo bruscamente, ocasionando que la señorita cayera de su lugar.

Ruidos de espadas chocando inundaron repentinamente el lugar, algo que le preocupó. Así que, dejando los nervios y el miedo que sentía, salió del carruaje solo para encontrarse con un hombre persa que se dirigía hacia ella rápidamente. Levantó una de sus manos y, con sus poderes, arrojó al hombre contra un árbol, causándole la muerte de inmediato.

Con la mirada buscó al bey, quien rápidamente corrió hacia ella. Pero él levantó su espada frente a ella y mató al persa que estaba a punto de atacarla por la espalda.

—Gracias —agradeció con una sonrisa, pero rápidamente desapareció porque él le quitó su espada y se la clavó a otro persa que intentaba atacarlo.

—Buenos reflejos, señorita. Parece que mis entrenamientos fueron efectivos —dijo con una sonrisa.

—Eso parece... pero creo que debemos seguir averiguando —respondió, jalándolo hacia un costado mientras tomaba la espada del enemigo y se la entregaba al bey—. Esto se pondrá bueno.

Ambos corrieron en dirección al enemigo, chocando las espadas entre sí. Los persas parecían no querer dar tregua, así que la joven pelirroja soltó la espada y, con unos ligeros movimientos de sus manos, dejó a todos los persas en el suelo muertos, dejando intactos a todos los soldados otomanos.

𝙕𝘼𝙈𝘼𝙉𝘿𝘼 𝙆𝘼𝙔𝙄𝙋 ━ 𝘔𝘜𝘏𝘛𝘌𝘚𝘌𝘔 𝘠𝘜𝘡𝘠𝘐𝘓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora