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Zero se negó a que Kaname lo llevara a una de las clínicas más exclusivas de la ciudad, como quería hacerlo el castaño en un comienzo, por lo que Kaname terminó llevando al guapo maestro a un hospital cercano al departamento del peliplateado.

La atención fue lenta, el sistema de salud público estaba atiborrado de pacientes, aún era invierno y la congestión por enfermedades respiratorias tenían a los profesionales de la salud corriendo de un lado a otro, eran pocas las manos para tanta demanda, sin mencionar que los insumos eran ridículamente pobres. Kaname se quedó casi sin habla cuando vio a un anciano peleando con uno de los paramédicos, la esposa del viejito llevaba cinco horas esperando ser atendida y la mujer estaba que se desmayaba, otros paramédicos trataban de hacerle entender al señor que no tenían como atenderla. Ya no quedaban camas disponibles, tampoco camillas y lo único que podían hacer era esperar que algo se desocupara. Pero aunque no fuera lo ideal seguirían atendiendo a los pacientes en los asientos de la recepción.

- Debería volver a la guardería, yo estoy mejor que muchos de los que están aquí - dice Zero

- Claro que no está bien. Pero este lugar tampoco es el adecuado. Déjeme llevarlo a otro lugar -

- No es algo que yo pueda pagar - dice Zero - Lo siento, pero yo no dispongo de tanto dinero -

- No pagará usted ¿Cuál es el problema? -

- ¿Y quién pagará? ¿Santa Claus? - responde Zero cansado de la insistencia de Kaname

- No. Yo puedo... yo quiero pagarlo -

- Olvídelo, ya bastante ha hecho con traerme -

Kaname se quedó en silencio, pero fue cuando una idea pasó por su mente.

- ¿Ves a esa pareja de ancianos? - dice el castaño

- Claro que los veo. Por lo mismo no me quedaré. Ellos necesitan más ayuda que yo -

- Entonces ayúdelos - dice Kaname

- Si tuviera alguna manera, lo haría -

- Perfecto - y acercándose a los ancianos - Buenas tardes - Saludó cortésmente - No pude evitar escuchar su reclamo y estoy de acuerdo con usted que su esposa merece la mejor atención - Zero lo miraba y no entendía que pretendía ese hombre - Por lo que si me permite, llevaré a su esposa y a usted a un lugar donde puedan ser atendidos -

- Esta usted jugando conmigo, jovencito - dijo el anciano

- Claro que no. No me atrevería a hacer semejante cosa -

- Entonces no entiendo, hijo -

- Es simple, ve a ese chico que está lastimado de su pie - dice apuntando a Zero - ¿Lo ve? Señor -

- Sí, veo al muchachito, por cierto es muy guapo -

- También lo creo. Verá él no quiere ir conmigo a otro hospital, porque no quiere que yo pague su cuenta médica, pero si usted accede a ir conmigo, él estará obligado a ir también -

- Señor Kuran. Eso es un juego sucio - reclama Zero

- No es sucio, pero usted decide. Si vas conmigo, yo ayudaré a este señor con su esposa -

Zero miraba a la mujer en aquella silla, con frío y pasando incomodidades y no sabía que hacer.

- Vamos, jovencito ayude a mi esposa - dice el anciano - Acepte la ayuda de su novio -

- Él... él no es mi novio - respondió Zero ruborizado

- ¿Qué dice? Zero -

- Que es una treta muy sucia, pero iré -

Kaname sonrió y ayudó a los ancianos a subir a su automóvil, después de subir a Zero al asiento del copiloto. En menos de una hora la anciana fue atendida al igual que Zero. Una vez ya listos envió a los ancianos en un taxi pagado por él y recibió con algo de rubor en su rostro las muestras de agradecimiento de la pareja, especialmente de la señora que lo besó en el rostro, tal como una madre a un hijo.

- Bueno, ahora vamos al departamento de Takuma - dice Kaname guardando su celular en su chaqueta

- Pero yo tengo que volver con mi hija -

- La pequeña Yori está en casa de Takuma, junto a mis hijos. Al parecer la maestra Rima tuvo un problema y le dejó a su hija con mi mejor amigo - Zero se puso muy tenso al escuchar que su hijita estaba al cuidado de un desconocido - Tranquilícese - dijo a Zero tocando uno de sus hombros - Le puedo garantizar que Yori esta bien, mi amigo adora a los niños y es muy responsable cuando de niños se trata -

- Lo entiendo y le creo, pero es mi mayor tesoro en la vida. Ella es mi razón de vivir - responde Zero con sus ojos a un paso de las lágrimas

Kaname se quedó sin palabras ese chico era sin dudas un padre amoroso y eso hacía que su corazón latiera con más fuerzas. A la vez que le provocaba un gran dolor al darse cuenta que su esposa no era así y por primera vez en su vida se cuestionó si eso era porque ese chico debía amar a su pareja tanto que no podía dejar de ser así de dulce con el fruto de ese amor.

- Podemos ir por mi hijita - Zero lo sacó de sus pensamientos

- Claro... vamos inmediatamente -

Kaname arrancó el automóvil y ambos hombres partieron rumbo al departamento de Takuma. Al llegar Zero ya podía apoyar mejor su pie y con ayuda de Kaname llegaron a la puerta del rubio.

- Que bueno que llegaron - dice Takuma - Seiren y yo iremos por helados así que esperen a que volvamos. Yori y Hana están durmiendo en la habitación de los niños -

Y sin más el hombre se fue con la pequeña Seiren montada sobre sus hombros. Dejando a Zero perplejo.

- Taku es así, si Seiren o Hana quieren algo, no le importa la hora, el sale corriendo a buscarlo para ellos - dice Kaname - incluso una vez Hana se despertó a media noche pidiendo chocolate y salió a buscarlo, tardó dos horas hasta que al fin pudo hallar un sitio abierto, cuando regresó al departamento Hana roncaba de lo lindo -

- Eso es amar a sus hijos -

- Sí, Taku es increíble. Recuerdo que casi se volvió loco cuando supo que Hana nacería. Mandó a preparar un cuarto para nuestro hijo en este departamento - cuenta Kaname - En ese momento acababa de divorciarse. Creo que el nacimiento de Hana llenó una parte importante de lo que había perdido -

Kaname siguió hablando de su amigo hasta llegar al famoso cuarto y en efecto era un lugar hermoso y bien decorado, en ese lugar no faltaba nada para los niños. Hana dormía en una cama con diseño infantil y Yori dormía en la cuna. Con un hermoso pijama celeste.

- Que lindo y suave - dice Zero al tocar la delicada tela

- Ese pijama era de Hana cuando era bebé - dice Kaname al momento que tocaba la pequeña manito de la niña, parado detrás de Zero

Zero se puso nervioso al sentir el aroma del castaño, y no era para menos la sutil acidez de la menta, el geranio con toques de vainilla, algo tan propio de Eros de Versace mezclado con el perfume natural del castaño hicieron que el cuerpo del parvulario se remeciera por completo. Para Kaname tampoco pasó por desapercibida la exquisita fragancia del peliplata, un suave aroma a una colonia de baño, algo sencillo, como lo era el chico, pero sumamente agradable.

La tensión era tal que cuando Zero dio la vuelta quedó a escasos milímetros del rostro de Kaname, quien lo miraba con hambre, era la mirada de un depredador ante una inocente presa. Zero le sostuvo la mirada por algunos segundos, pero cuando los ojos del más joven llegaron hasta los labios del empresario, este se aventuró a rozarlos con los propios.

- Perdón - dijo Kaname alejándose del peliplateado - No fue apropiado lo que hice -

- Por supuesto que no fue apropiado. Nunca más se atreva a tomarse estas licencias conmigo - y tomando a Yori entre sus brazos - Muchas gracias por llevarme al hospital, pero no se acerque nuevamente a mí - y saliendo de la habitación con su hija - Agradezcale a su amigo por la amabilidad de cuidar a mi hija -

Y sin más el peliplata se fue dejando a Kaname completamente avergonzado de su conducta.

¿El hombre perfecto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora