Capítulo 39

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Maratón 2/3


Antes de que pudiera hacer o decir algo, el brazo de Dean me tomo por la cintura y me jalo detrás de su cuerpo, él se colocó frente a mí y miro a Gustav con los hombros firmes y la postura recta, mi amigo estaba al tanto de todo lo que hacía y se sentía como si en cualquier momento la guerra se fuera a soltar en el medio de las personas.

— Pensé que ya no eras frecuente en estos lugares. —dijo Gustav, pasando por alto a Dean y mirándome a mí con ese gesto divertido en el rostro que comenzaba a irritarme.

—La frecuencia aquí era por mi madre, no porque a mí me gustará estar de este lado de la ciudad. —respondo a la defensiva.

— Tu madre, una mujer increíble—dice casi en un susurro y luego suspira dejándome ver una nostalgia que en este momento diré que es más que hipócrita, pero estoy segura que si esto hubiese pasado antes de saber las horribles personas que son, seguro me la creo completa.—, aún la extraño.

La sangre me hierve y las ganas de saltar hacía él son tan inmensas que aprieto la mano de Dean para buscar esa ancla que no me haga cometer una locura.

—No me digas. —digo en cambio y en voz baja.

Gustav parce oírme porque su rostro cambia drásticamente a uno tan serio que me hace tragar saliva. En todo el tiempo que él estuvo con mamá jamás le había conocido esa faceta tan siniestra de él y no cabe duda que me da un miedo que no le deseo sentir a nadie.

— ¿A qué se debe tu visita? —cuestiona con curiosidad.

—Eso es algo que no le incumbe. —responde Dean tajante.

La risa amarga de Gustav resuena en el lugar y se combina con la música alta.

—Aquí todo es de mi incumbencia, mocoso.

—Sabe, meter las narices en donde no lo llaman es de muy mal gusto. —replica y Gustav se burla.

La tensión entre Dean y Gustav es tan fuerte que la urgencia de sacar a mi amigo de Jungla sólo me hace jalar su mano hacía mí para poder salir por la parte trasera y seguir nuestro camino a mi antiguo hogar, pero Dean simplemente se ha plantado como un árbol en el medio del bar y no reacciona a nada más que a retar a Gustav con la mirada.

— Dean por favor, vámonos ya. —le digo.

Él niega.

—Deberías de hacerle caso a tu amiga, niño.

Adam sale por detrás de nosotros y se planta a un lado de su padre con los brazos cruzados. Su aspecto luce muy demacrado, tiene golpes en la cara y en la ceja izquierda tiene una cicatriz que no se ve nada bien.

Cuando mis ojos se encuentran con los de Adam, él hace un gesto que me hace fruncir el entrecejo y sin duda alguna me causa un escalofrío, no puedo describir con exactitud cómo es que me miro, pero de lo que si estoy segura es que esa mirada se conecta con la de una sorpresa de verme aún aquí y lo que dice a continuación me lo confirma.

—En verdad pensé que ya nunca volvería a ver tus pequeños rizos pelirrojos.

Me congelo por unos instantes, pero esta vez no dejo que su postura intimidante me haga sentir paralizada.

—Lástima que tu deseo no se cumplió.

Adam sonríe divertido y niega. — mide tus palabras, pelirroja. —dice con dureza inclinándose levemente a nosotros.

Dean no lo espera más y pone una de sus manos en el pecho de Adam provocando que este regrese a su postura inicial.

—Mide las tuyas y aléjate de nosotros. —sentencia en un intento de lucir intimidante y aunque para mí lo ha logrado del lado contrario sólo consigue ganarse una risa estruendosa y burlona de aquellos dos hombres.

PELIGROSO DESEO || LIBRO 1 +18 [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora