Capítulo 1: Segunda parte

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En los vestidores de la Orquesta Sinfónica Internacional, la movilización de los guardias y la confusión por la irrupción de una extraña, pusieron nerviosos a todos. Revisaron a Lexx pero no parecía tener ningún daño físico a excepción del saco roto. Todos le preguntaban que había ocurrido, pero el chico les indicó que estaba bien. No había pasado a mayores, solo se trató de un encuentro inapropiado con alguna fanática y les pidió a sus compañeros que le dieran unos minutos a solas.

Los demás músicos se retiraron para darle su espacio. Lexx se sentó en un sofá-cama intentando relajarse, pero no pasaron un par de minutos, cuando se escuchó inoportunamente la alarma de incendios.

Steve, el manejador de la orquesta decidió sacar a todos sus músicos de ahí. Los instrumentos habían sido transportados con antelación y su equipo entero esperaba el transporte para llevarlos a cenar y descansar. Obviamente los planes se adelantaron con este pequeño imprevisto.

- Pronto a las camionetas y no dejen que nadie se les acerque, nada de fotos, nada de autógrafos, nada oyeron vamos. - Steve les gritaba las indicaciones como si fueran niños de kínder durante un simulacro, ya saben, del tipo: "No corro, no grito, no empujo".

El amigo de Lexx, un chico rubio y con enormes ojos azules llamado David, quien era justamente con quien Yazzel había tropezado al salir de la habitación, intentó ayudarlo a salir de ahí para llegar hasta las camionetas, pero Lexx era demasiado pesado, así que recibió ayuda de un saxofonista de piel morena, un tono de piel semejante a las hojas de roble que se deja llevar por el viento en otoño y preciosos ojos cafés llamado Carlos, se ofreció a acompañarlos para ayudar a Lexx.

Un chico trigueño, de ojos verdes, se les adelantó para apartar lugares en alguna de las camionetas. Este chico era amigo cercano de Lexx y David. Todo el tiempo estaban juntos, comían, ensayaban y hasta dormían juntos.

La orquesta se componía de al menos unos ochenta integrantes, entre primeros instrumentos y los suplentes que se turnaban esporádicamente para dar paso a un pequeño descanso para los principales, pero estos tres, eran un ente único, un equipo fascinante e increíblemente vigoroso. Su talento con los múltiples instrumentos, formaban una molécula homogénea de carisma, pasión, ritmo y tal vez ¿Por qué no? Magia.

En cuanto salieron al pasillo se vieron rodeados de un mar de gente que los envolvía, los guardias de seguridad daban indicaciones respecto a las salidas de emergencia, pero la sirena de la alarma no ayudaba mucho a que la multitud mantuviera la calma. Las olas de gente se volcaban de un lado a otro, el bullicio atontaba y el pánico se podía olfatear.

Todos los músicos y gente del staff se enfilaron hacia la puerta trasera, en sentido contrario al de la multitud. Avanzaban hacia la salida trasera a grandes pasos pues las camionetas para los músicos y el autobús para el staff ya los esperaba.

Es curioso observar cómo, pese a todos los intentos del ser humano por controlar y organizar su entorno, el universo siempre tiene una tendencia natural de inclinarse al caos. Te toma cuatro o cinco horas el armar un circuito con fichas de dominó y solo basta que la manga de tu camisa empuje una ficha, una simple ficha y el caos, detona.

Es fantástico el efecto dominó.

Al frente, en la entrada principal, por donde los guardias indicaban a la multitud que era seguro salir para huir del fuego, se abría paso una manada de seres inusuales y poco discretos, lobos.

Hombres que podían transformarse a voluntad en feroces bestias conservando una compleción antropomórfica, con deformidades en el rostro y articulaciones. Humanos de cuya piel brotaba un pelaje áspero café negruzco, pardo o gris y con una fuerza física tan impresionante como agresiva, pero torpes, al grado que necesitaban ser guiados o estaban perdidos.

Hielo y Pesadillas ♠ Libro 1 - YazzelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora