Capítulo 1: Cuarta parte

13 4 9
                                    

Mientras el chico encendía el cigarro, Paola abrió la puerta muy despacio y se asomó para ver si alguien aun andaba por ahí, pero el pasillo se encontraba vacío. Tenía que aprovechar la oportunidad así que volvió y se puso el abrigo inclinándose ante el chico que estaba sentado en la orilla de la cama junto a la mesita de noche.

- Escúchame bien por favor. Te voy a llevar a tu casa, pero necesito que cooperes por el bien de los dos. Sígueme todo el tiempo, no hables y si te digo corre, hazlo con todas tus fuerzas, camina todo el tiempo pegado a la pared, si me obedeces saldremos bien librados de esta ¿De acuerdo? - Dijo casi en cuclillas frente a él, sosteniendo su mano tiernamente.

- Claro, confió en ti, vamos. - Esa respuesta la desconcertó un poco, pero él se levantó de la cama y alcanzó a apagar el cigarro en un plato cafetero que se hallaba sobre la mesita.

Ambos salieron y tomaron las escaleras rápidamente y en silencio. Él iba descalzo, pero no fue algo que lo limitara. Bajaron por las escaleras de servicio para evitar ser vistos, al atravesar el pasillo que daba al despacho, Paola se dio cuenta de que aún había luz, eso significaba que su hermana aún estaba reunida con Jordan y Max.

Llegaron hasta el estacionamiento por la puerta de servicio, Paola se dio cuenta de que no había forma de mover su auto, pues Yazzel se había estacionado justo detrás de ella así que no tuvo más remedio que tomarlo.

- Sube al auto gris. -

- ¿Cuál? - Preguntó él entre susurros. Ella recordó que la visión de los humanos no es muy buena en la obscuridad así que lo tomó por el brazo y lo guío hasta el auto.

- Sube a este y agáchate. - El chico no habló, solo obedeció todas las instrucciones que Paola le dio.

Ella subió al auto y lo echó a andar. El automóvil no hacía ruido al arranque así que salió del estacionamiento y se dirigió hacia la salida. Los guardias no hicieron preguntas y desde que la vieron acercarse le abrieron el portón, al fin era el auto de Yazzel, por lo que salieron sin mayor problema de la mansión y nuevamente tomaron el único camino para salir a la carretera.

Habían avanzado poco, pero Paola se dio cuenta de que el chico de pronto se había quedado callado e inmóvil, como perdido en algún lugar del espacio.

- ¿Estás bien? - Preguntó sin dejar de manejar.

- Claro. - Contestó calmadamente. - Es solo que no me lo creo, por favor golpéame para saber si esto es un sueño o confirmar que es verdad. - Paola dibujó en su rostro una sonrisa pícara frenando bruscamente y haciendo rechinar las llantas del vehículo, aunque la velocidad era moderada, el chico no pudo reaccionar a tiempo, golpeándose bruscamente con el tablero en el rostro.

- ¡Ouch! ¿Qué te pasa? ¿Siempre eres así de salvaje? - Exclamó el joven llevándose las manos al rostro, ella sonrió con la picardía que le caracterizaba.

- Tú me pediste que te golpeara. - Dijo sonriendo mientras reanudaba la marcha.

Él encendió la luz interior del auto solo para darse cuenta de que el golpe había sido lo suficientemente fuerte para hacer que brotaba la sangre de su labio superior.

A Paola se le congeló la sonrisa al percibir el olor de la sangre tibia, no la veía pero la imaginaba con su irresistible y radiante tono carmín. Su aroma dulcemente hipnótico provocaba en ella un efecto adictivo, similar al que provoca el alcohol a un alcohólico. Paola estaba sufriendo de verdad, tratando de controlarse al sentir como su corazón se agitaba violentamente y la ansiedad crecía a pesar de ser tan solo unas gotas de ese líquido casi letal para ella y completamente vital para él.

Al fin y al cabo los instintos siempre resultaban más poderosos.

Siempre.

- Creo que si estoy despierto. - Contestó un tanto resignado y limpiando su sangre con un paño que por casualidad encontró.

Hielo y Pesadillas ♠ Libro 1 - YazzelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora