𝕭𝖆𝖉 𝖌𝖎𝖗𝖑 / / 𝕯𝖆𝖛𝖊 𝕸𝖚𝖘𝖙𝖆𝖎𝖓𝖊

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Cuando desperté me dolían los ojos y tenía un mareo de la putísima madre que no había sentido jamás; ni siquiera durante la peor cruda en mi amplio historial había experimentado unas jodidas náuseas de esas dimensiones. Por la ventana pude notar que apenas amanecía. Todo mi alrededor giraba cada vez más lento con el pasar de los segundos y al ser consciente de mi entorno supe que me encontraba en el área de emergencias. Noté un peso adicional en mi muñeca izquierda, al dirigir la mirada hacia dicha área observé un yeso blanco colocado. En ese momento me di cuenta de que ya no había sabido nada más acerca de Dave desde la colisión y fui consciente de cómo la ansiedad se apoderaba de mí otra vez con una rapidez extraordinaria. La culpabilidad llenaba mis pensamientos de nuevo. Tenía que saber qué había sido de Dave y cómo se encontraba. ¿Estaría igual de malherido que yo? ¿O su caso sería más delicado? Si algo le había pasado en alguna de sus manos la culpa y el arrepentimiento que caerían en mí sería mil veces peor.

Intenté levantarme de la cama pero el suero conectado a mis venas hacia que el más mínimo esfuerzo fuera doloroso e incómodo. Además de que las náuseas no disminuyeron, al contrario, volvieron con más fuerza. Supongo que ahora no era tan agradable verme a mí misma del otro lado de la moneda. Me pregunté a qué hora se presentaría la primera enfermera, o si ya lo había hecho cuando yo continuaba dormida. Alguien debía venir a dar sus rondas pronto... Me cuestioné sobre mis compañeras de banda pero era más que obvio que al verme partir de la mano de Dave pensarían que seguía con él, sana y salva. ¿En qué momento de la noche me había atrevido a pensar que brincar de un auto en movimiento era buena idea? Jamás me lo perdonaría.

En eso la cortina que dividía mi área del pasillo se agitó. De entre lo desconocido se revelaba una enfermera vestida de blanco, considerablemente joven, quien me recordaba lo que había sido yo alguna vez, en aquellos tiempos cuando Marianne aún vivía y yo tenía una vida estable y común por delante de mí. Ahora todo parecía una arriesgada apuesta que en cualquier momento podía perder.

-Buenos días, bella durmiente, ¿cómo te sientes?

La mujer rubia caminó por el cuarto con una bandeja en manos cubierta por una tapa de aluminio y la colocó a lado de mi cama. Ni siquiera quise saber qué había adentro, el estómago me dio un vuelco sólo de pensarlo. Hablaba con un tono alegre que lejos de ponerme de buenas me irritó. Mi ropa apestaba a alcohol, la cabeza me daba vueltas como el interior de una lavadora y quería un maldito cigarro con todas las ganas del mundo. Lo que daría por irme a casa, ducharme y cambiarme de ropa.

-Siento como si un tren me hubiese pasado por encima dos veces. Ni la peor cruda me había hecho sentir así... Todo me da vueltas -llevé los ojos hacia el techo mientras ella me tomaba la presión en silencio. Después la enfermera se colocó el estetoscopio encima y monitoreó el latir de mi corazón. Al colocar la membrana sobre cierta área en mi pecho sentí dolor y ella lo retiró de golpe pero sin disculparse. En la etiqueta de su pecho se leía el nombre Linda.

-No es tan distinto a lo que te pasó, cariño. El mareo es a causa de los analgésicos. Pronto podrás irte a casa. Deberías estar agradecida de que lo que te sucedió no fue tan grave. Tuviste un choque a más de cincuenta millas por hora y no necesitaste ni una sola cirugía.

-Pero sí me rompí varios huesos, por lo que puedo intuir -bajé la mirada a mi mano enyesada, por debajo de la ropa podía percibir el tórax envuelto con vendas blancas y ásperas. Esa mierda dolería como una perra cuando desaparecieran los efectos de los analgésicos-. ¿Alguna noticia sobre mi acompañante?

-Fue dado de alta con el cambio de turno. Salió ileso a comparación tuya... Solo le fue indicado usar collarín durante cinco días debido a un pequeño esguince en el cuello por el impacto, pero de ahí en más, el muchacho está más sano que nada.