Era un septiembre templado, pero Juliana se vio obligada a rescatar uno de sus grandes jerseys de cuello alto del fondo del armario. Aquella marca rojiza seguía ensuciando su piel, aun cuando despertó creyendo que solo había sido un sueño.
Por suerte para ella, el cielo había amanecido encapotado, igual que su estado de ánimo. ¿Se estaba trastornando? Creía que ya había superado la etapa de obsesionarse con chicas que acababa de conocer. La noche anterior apenas pudo descansar un par de horas y, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Valentina devorando su cuello le impedía relajarse. La zona marcada permanecía caliente, y pensar en el sueño hacía su pulso acelerarse. Sus párpados pesaban, y su cabeza no podía concentrarse en nada que no fuera la mujer de ojos azules. Nada tenía sentido, aquella marca se sentía pesada en su piel, recordándole a cada segundo lo surrealista de su aparición.
Aquel no sería un buen día.
Cuando llegó al instituto, el timbre había tocado hacía ya diez minutos. Tuvo que correr desesperada por los vacíos pasillos hasta llegar al aula de biología. La señora Hamilton ya estaba al frente de la clase, con su usual expresión de odio hacia la humanidad, haciendo caso omiso de los adormecidos rostros de los estudiantes. Tímidamente golpeó la madera, preparándose mentalmente para la reprimenda de la estricta mujer. La puerta se abrió, demasiado ruidosa para el gusto de Juliana, y la profesora fijó su vista en ella por encima de las gafas con montura de mariposa.
—¡Alabado sea el Señor! Juliana Valdés ha decidido honrarnos con su presencia...—Hizo una pausa dramática para comprobar la hora en su reloj de imitación. —solo quince minutos tarde.
Juliana se resignó a agachar la cabeza y soportar la mirada de desagrado de la señora Hamilton. Aquella mujer parecía que acabara de pisar una cucaracha especialmente grande de manera permanente, con su rostro arrugado contraído en una eterna mueca de desprecio y suficiencia.
—Lo lamento señora Hamilton, mi despertador se ha roto. ¿Puedo pasar? —Su voz sonó suave y tintada con todo el respeto que fue capaz de fingir.
—Yo creo que debería ir al despacho del director a contarle los motivos por los cuales ha interrumpido mi clase, quizá él pueda echarle una mano con su despertador averiado. Retírese.
Todos sabían que después de un "retírese" de parte de la condescendiente mujer, era inútil discutir. Tampoco se veía con fuerzas para hacerlo. Juliana suspiró y cerró la puerta de nuevo, y arrastrando los pies se dirigió al despacho del director.
Definitivamente, aquel no estaba siendo un buen día.
—¡Ey, Juli, espérame!
Kara, tan ruidosa como siempre, corría por el pasillo esquivando a los aburridos estudiantes para alcanzar a su amiga. Toda la población estudiantil ya estaba acostumbrada a la enérgica rubia y sus ruidosos modales. Aún chocó con un par de estudiantes antes de lograr alcanzar a Juliana.
—¡Buenos días, Juli!
Kara pasó su brazo sobre los hombros de Juliana, apoyando su peso en ella. La chica le sacaba algo más de una cabeza, y sus pieles contrastaban a la perfección. Habían sido amigas desde la infancia, Kara se pegaba a ella como una pequeña lapa y Juliana se encargaba de procurar que la alocada chica no se metiera en problemas. Sus vidas se entrelazaron y ya veían el estar juntas como algo natural, con sus juegos y sus personalidades complementarias. Juliana siempre fue alguien tranquila, tímida y amable. Era un chica dulce y cariñosa, que regalaba sonrisas allí donde fuera. Era como una suave brisa cálida, mientras que Kara era... como un huracán ruidoso y destructivo. Había veces en las que Juliana pensaba que su mejor amiga se había quedado en los siete años, pero aun así la adoraba.
—¿Qué tal tu día, pequeña?
—Kara, soy siete meses mayor que tú.
Aquella discusión estaba perdida.
—¿Y bien?
Juliana suspiró.
—Hamilton me ha mandado con el director.
Kara rio.
—Déjame adivinar, has vuelto a llegar tarde.
Juliana asintió pesadamente.
—¡Ay, pequeña Juli! ¿Cuándo aprenderás? —Fingió un tono de reprimenda —¿Te han castigado?
—Tengo que limpiar el aula de biología el viernes a la salida.
Aquello sonaba peor que una sentencia de muerte, y, como si de eso se tratara, Kara se separó de ella y puso las manos en sus hombros.
—Lo siento, amiga. —Dijo seriamente.
Juliana suspiró.
—Anda, vámonos a casa.
Kara recuperó su actitud saltarina y las dos chicas caminaron entre risas hacia la salida del instituto.
El aparcamiento ya estaba a rebosar de alumnos deseando llegar lo antes posible a sus casas para empezar a disfrutar del fin de semana. Ni Juliana ni Kara tenían coche, por lo que se limitaron a sortear la masa de gente hacia el exterior.
El humor de Juliana había mejorado con tan solo una pequeña dosis de las estupideces de su amiga, y la expectativa de un fin de semana de sofá y manta era muy tentadora. La hermosa sonrisa volvió a endulzar sus facciones, como de costumbre.
—Juliana.
Las piernas y el corazón de la pequeña pelinegra se paralizaron simultáneamente cuando escuchó aquella profunda voz pronunciar su nombre.
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Alpha's Owner | ✓
Romance˗ˏˋ 𝐉𝐔𝐋𝐈𝐀𝐍𝐓𝐈𝐍𝐀 ˎˊ- 𝐀𝐎| ❝¿Puede un humano entender los sentimientos de un lobo que ha encontrado a su alma gemela? ¿Puede una manada aceptar una unión poco convencional? Quizá no todo es lo que parece, y el pasado siempre vuelve para mord...