Epílogo.

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—¡Liam, Aiden! ¡Por el amor de Dios, bajen de ese árbol ahora mismo!

Los dos mellizos rieron alegremente y saltaron desde la rama en la que colgaban hasta el suelo. Lexa ahogó un grito.

—¡Pequeños demonios! ¿¡Es que acaso quieren matar a su tía de un infarto!?

—No seas cascarrabias, lo hemos hecho millones de veces y nunca nos ha pasado nada. —Dijo Liam.

—¡Es verdad! ¡Tú antes eras divertida, ahora no haces más que regañarnos!

Los dos niños asintieron y se cruzaron de brazos al mismo tiempo, reafirmando su sentencia.

—Seguiría siendo divertida si a alguien no se le hubiera ocurrido escalar la roca del claro y romperse un brazo mientras yo los cuidaba. Se acabó la Lexa divertida, ahora solo queda la Lexa que le tiene mucho miedo a su madre.

Aiden sonrió sin sentirse para nada culpable por el terror de la mayor.

Los mellizos eran bastante traviesos, aunque era comprensible tratándose de dos pequeños de ocho años que se habían criado en el bosque. Cualquiera diría que eran gemelos, de no ser porque Liam era ligeramente más alto que su hermano, y que la cara de Aiden era algo más redonda. Ambos habían heredado el cabello negro como la noche de Juliana, a juego con unos ojos azules cortesía de Valentina. Eran el tesoro de la pareja.

—¡Chicos, la comida está lista!

Lexa sonrió, su omega se veía tan dulce con ese delantal azul celeste y esa cariñosa sonrisa que se dibujaba en su rostro cada vez que veía a los revoltosos niños. No podía esperar a tener un montón de cachorros con Clarke.

Como una exhalación, Aiden y Liam corrieron hacia la cabaña, dejando a una embobada Lexa detrás. Suspiró, no tenían remedio. Caminó hacia su pareja, que le esperaba apoyada en el quicio de la puerta de la cabaña.

—¿Te han dado mucha guerra?

—Son como un huracán desquiciado. —Se quejó

Clarke sonrió.

—Ven aquí y dame un beso, aguantar a esos enanos agota mis fuerzas.

La omega rio suavemente y se acercó con mirada seductora a la alfa, rodeó su cuello con los brazos y acercó lentamente sus labios. Lexa estaba desesperada por sentir la boca de su compañera contra la suya, así que tomó posesivamente sus caderas y la estrelló contra su cuerpo, sintiendo la calidez invadirle cuando por fin se unieron en un apasionado beso. Labios moviéndose con avidez y lenguas explorando curiosas, como si no se conocieran ya de memoria todos y cada uno de los recovecos de la boca de la contraria. Cuando se separaron, ambas estaban jadeando, embriagadas por las sensaciones. Sus lobas jodidamente felices.

—Será mejor que entremos, Juliana necesitará ayuda para poner la mesa y conseguir que los chicos se laven las manos. —Habló Clarke con la respiración agitada.

Lexa asintió y tomó la mano de su compañera para adentrarse en la cabaña.

—¡Aiden, deja de lanzarle espuma a tu hermano! ¡Lávense de una vez!

Clarke y Lexa sonrieron, admirando la escena. Cada vez que Juliana intentaba ponerse firme con los cachorros, una sonrisa cariñosa amenazaba con echar abajo su fachada autoritaria. No pegaba con ella eso de ser firme, no cuando sus mejillas estaban sonrojadas y en su nariz había un rastro de esponjosa espuma. A pesar de todo, los chicos siempre intentaban comportarse con su madre, haciéndola enfadar lo mínimo posible. Eran buenos niños que se preocupaban por ella y que sabían que, con su avanzado embarazo, no era bueno que se alterase.

—¡Listo!

Hablaron los dos a la vez, mostrándole a Juliana sus impolutas manos. La omega sonrió dulcemente y acarició las cabezas de sus hijos.

—Muy bien, ahora a la mesa. Mamá estará a punto de llegar.

Los niños corrieron a sentarse, moviendo las sillas ruidosamente.

—Ustedes también, venga.

Clarke y Lexa obedecieron, a veces se sentían como un par de niñas más delante de la dulce omega.

—¿Han molestado mucho a la tía Lexa?

—¡No! —Respondieron a la vez, con sus mejores sonrisas angelicales.

Lexa abrió los ojos en desmesura, ofendida.

—¡Pero si me han lanzado al barro!

—Eso ha sido un accidente. —Dijo Liam.

—Eres torpe y te has caído. —Siguió Aiden.

Clarke rio.

—Pequeñas sabandijas mentirosas. —Dijo Lexa, fingiendo estar enfadada.

Los niños rieron divertidos mientras la mayor intentaba pellizcarles y hacerles cosquillas desde su sitio. Las risas cesaron cuando alguien más entró a la cabaña.

—¡Mamá!

Los pequeños corrieron hacia la puerta y se tiraron sobre la alfa de cabello rubio, que consiguió tomarlos a cada uno con un brazo.

—Hola, cachorros. ¿Se lo han pasado bien hoy?

—¡Mucho, mamá! —Respondió Liam,

—¡Hemos tirado a tía Lexa en el barro!

—Así me gusta. —Dijo Valentina riendo.

Las dos omegas sonrieron y Lexa suspiró frustrada.

—Deberían pagarme por aguantar a los dos monstruitos que tienen por hijos.

Valentina dejó a los niños en el suelo, y corrieron de nuevo hacia sus sitios, no sin antes sacarle la lengua a Lexa.

Se acercó a Juliana y besó su mejilla, acariciando con amor su abultado vientre.

—¿Cómo está hoy nuestra cachorrita? —Susurró con amor en el oído de la omega, deleitándose con su olor.

—Algo revoltosa, no ha dejado de darme patadas. —Se quejó Juliana, apoyándose en el cuerpo de Valentina, sintiendo como su cuerpo se relajaba al instante.

—Eso es que ya está deseando salir.

La omega sonrió, Valentina era tan dulce con ella que se sentía embriagada. Apenas faltaban unos meses para que naciera su tercera hija, y todos estaban muy emocionados.

Valentina finalmente tomó asiento junto a Juliana y todos empezaron a comer.

—Esto... oigan...

La tímida voz de Clarke interrumpió el ataque a los filetes empanados cortesía de la parte cien por cien humana de Juliana.

—Tengo que decirles algo.

La omega parecía nerviosa, mirando a su compañera y a las manos que mantenía en el regazo.

—¿Va todo bien, cariño? —Habló Lexa preocupada.

—Bueno, lo quería decir a todos a la vez, porque no me veo con fuerza de levantar a una Lexa desmayada.

Rio nerviosamente.

—Clarke, me estás asustando. —Dijo Lexa.

Clarke tomó una respiración antes de dejar caer la bomba.

—Estoy embarazada.

Se escuchó el impacto de un tenedor contra el plato, y luego el sonido del pesado cuerpo de Lexa golpeando el suelo.

Ahora sí, todo era perfecto.

Alpha's Owner | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora