2. Juliana

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La alfa se sentía embriagada, aquel olor comenzaba a adormecerle. Había llevado a la humana a su casa y la tumbó en su cama. Revisó su cuerpo en busca de heridas, quizá con demasiada exhaustividad. No pudo evitarlo, aquella piel era tan suave como la seda, y desprendía un olor tan dulce que no pudo evitar hundir su nariz entre el hombro y el cuello de la inconsciente chica.

Había dado la orden de que nadie se acercase a la cabaña bajo ninguna circunstancia.

Curó el tobillo magullado de la pequeña pelinegra y se recostó a su lado. Debía mantener la calma, pero sus manos parecían tener vida propia. Una de ellas se coló bajo la camiseta de la humana y acarició con deleite el leve marcado abdomen. Cuando un gruñido escapó desde lo más profundo de su pecho, decidió que era hora de descansar antes de que hiciera algo de lo que se arrepentiría más tarde. O quizá no, pero no se arriesgaría a ganarse el odio de la pequeña pelinegra. Aún envuelta por el tentador olor, consiguió dormir abrazando la delgada cintura ajena.

Juliana abrió los ojos lentamente, sus párpados pesaban y sentía el cuerpo entumecido. No estaba en su habitación, lo supo en cuanto vio un rústico techo de madera. Las paredes eran iguales, sin más decoración que algunos tapices de vivos colores y un par de atrapasueños. Se asustó. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí. Intentó levantarse, pero un fuerte agarre en su cintura se lo impidió. Entonces, se dio cuenta de que no estaba sola en la estrecha cama. Una mujer de cabellos rubios dormía plácidamente con la cara enterrada en su cuello. Podía escuchar suaves suspiros, y las respiraciones chocaban directamente con su sensible piel, erizándola. Se incorporó sobresaltada. ¿Salió de fiesta la noche anterior? No lo recordaba. Estaba en un lugar extraño, en una cama extraña y con una extraña estrechamente aferrada a su cuerpo. La mujer a su lado se revolvió y murmuró algo adormilada, antes de abrir sus ojos. Unos ojos azules como el cielo. Aquella mirada atravesó todo su ser.

—Has despertado.

La voz de aquella mujer era ronca y profunda.

Juliana sintió como la mujer se sentaba a su lado.

—¿Quién eres tú? —Preguntó con la voz temblorosa.

Dos orbes azules le miraron intensamente, escudriñando su rostro, como si quisiera encontrar algo más entre su miedo.

—Soy Valentina Carvajal.

—¿Cómo he llegado aquí?

—Anoche te encontré inconsciente en medio del bosque y te traje.

Hablaba con cautela, como si esperase alguna reacción por parte de Juliana.

—¿En el bosque? ¿Inconsciente? —Preguntó Juliana alarmada.

Valentina asintió.

—¿No recuerdas nada?

—No.

—¿Ni siquiera cómo llegaste al bosque o lo que pasó después?

Juliana negó.

—¿Por qué? ¿Pasó algo?

—No, te encontré tirada entre los árboles con algunas heridas. Era tarde y mi casa estaba mucho más cerca que el hospital, así que te traje, curé tus heridas y esperé a que despertaras.

—Tumbada a mi lado. —Dijo Juliana en reproche.

—Esa es mi cama, la única de toda la cabaña. No querrás que tu salvadora duerma en el suelo, ¿verdad? —Preguntó con burla.

—Todo esto es muy raro.

Juliana se levantó de la cama y miró a Valentina desde arriba. No confiaba, bien podía estar secuestrada y aquella mujer ser una loca psicópata. Una loca psicópata endemoniadamente hermosa, por otra parte.

Alpha's Owner | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora