19. Koda

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—¡Alfa, los cazadores han entrado en nuestro territorio!

Valentina corrió hacia la alterada Artemis, y juntas se dirigieron a la cabaña del consejo. El resto de los miembros ya se encontraban allí, incluida Lexa. Todos eran expresiones serias y ceños fruncidos. Valentina atravesó la sala a zancadas y ocupó su lugar.

—Infórmame.

—Solo detectamos las huellas de cinco, varones, todos armados. —Habló Kato con su usual tranquilidad.

Valentina asintió.

—Traspasaron la frontera sur, a tres kilómetros del lago. —Continuó Koda. —No se adentraron demasiado, esos imbéciles no podrían encontrar nuestro campamento ni, aunque estuviera señalizado con uno de esos endiablados carteles resplandecientes que tienen por todas partes.

—¿Hay alguien herido?

—No, el pequeño de los Swan se cruzó con ellos y se escondió en un árbol hueco. Vino a informarnos en cuanto se marcharon. —Habló esta vez la mujer mayor del consejo.

—Bien, esperemos que esto sea un caso aislado y...

—Espera, el muchacho dijo que los había escuchado hablar. —Interrumpió Kato. —Los humanos dijeron algo sobre un concurso de caza, quien consiguiera la presa más grande ganaría un montón de dinero.

Valentina frunció el ceño.

—Me temo que el bosque va a llenarse de humanos y rifles. —Sentenció Artemis.

—¡Estúpidos parásitos carroñeros! ¡Ni siquiera cazan por necesidad! Masacran especies cuando tienen tiendas llenas de animales muertos a su disposición, ¡debería extinguirse!

Valentina frunció el ceño ante las duras palabras de Koda. Fue inevitable que la imagen de su preciosa humana se apareciera en sus pensamientos. ¿Cómo podía un ser tan puro pertenecer a una especie podrida y corrupta como la humana? No era ningún secreto el odio que su pueblo le profesaba a los humanos, Koda no era el más radical de todos. Valentina siempre tuvo cierta reticencia hacia la especie, pero no creía en el odio injustificado. Y menos ahora, ¿cómo podría odiar a la raza de su propia mate?

—¿Qué medidas tomaremos, alfa? —Preguntó Lexa metida en su papel de mano derecha, llevando su mente de nuevo a la reunión.

—Haremos rondas de patrullaje bordeando las fronteras. Espantaremos a los cazadores e impediremos que se acerquen a la aldea. Eviten acercarse a ellos, no quiero heridos, ni a ningún muerto que atraiga la atención de la policía a nuestro territorio. Y eso va por ti, Koda.

El hombre gruñó con molestia, apretando la mandíbula. Valentina ignoró su protesta silenciosa.

—Doblaremos la seguridad hasta que el "concurso" acabe. Mañana por la noche organizaremos las primeras patrullas, alertad a la manada.

Todos los miembros del consejo asintieron conformes, determinados a proteger la manada, ante todo.

—El fuego quiere hablar.

La voz de Logan irrumpió en la cabaña con solemnidad. Todos callaron de inmediato y atendieron las palabras del viejo sabio con expectación.

—¿Qué ve en el fuego? —Preguntó Artemis.

La apagada mirada del anciano se dirigió al cuenco que se encontraba justo en el centro de la mesa, y las llamas comenzaron a bailar bajo sus ojos muertos.

—El fuego dice... los humanos, ellos no serán el peor de nuestros males... guerra, traición... muerte.

Un sepulcral silencio inundó la sala. No era la primera vez que el sabio leía entre las llamas del fuego sagrado aquel mensaje de destrucción. Valentina frunció el ceño.

—¿Está seguro, sabio?

Logan tenía la capacidad de penetrar con su mirada a pesar de que apenas había pupila en sus ojos ciegos.

—El fuego nunca miente, muchacha.

Valentina agachó la cabeza intimidada, Logan era el único lobo que le podía hacer sentir como una cachorra asustadiza.

—¿Y qué haremos? —Preguntó Artemis, el matiz de la preocupación tiñendo sus palabras.

—Esperar.

Y, con un golpe de bastón, Logan se levantó de su asiento y abandonó la reunión. El resto de los miembros se miraron con seriedad, con un aura de temor envolviéndoles.

—De momento solo podemos reforzar la seguridad, no sabemos a qué clase de peligros se refería Logan. —Habló Valentina. —¿Algo más que añadir?

Todos negaron.

—Bien, pues doy por finalizada esta reunión del consejo.

Los miembros restantes fueron abandonando la cabaña, todos en silencio y con la preocupación pintada en sus expresiones.

—Alfa, ¿puedo hablar contigo un momento?

Valentina se giró hacia Koda, el hombre le esperaba con su usual postura imponente de brazos cruzados y músculos flexionados.

Valentina asintió y le hizo una señal a Lexa para que se adelantara.

—¿Necesitas algo, Koda?

—No es por meterme en tus asuntos, pero me he dado cuenta de que últimamente te ausentas frecuentemente. Sales con tu moto, así que supongo que vas más allá del bosque, y más allá del bosque solo está la ciudad humana, así que, me estaba preguntando ¿qué asuntos tiene la alfa de nuestra manada con los humanos?

Valentina frunció el ceño ante el tono prepotente del otro alfa. Koda nunca fue de su agrado, el hombre no se esforzaba en ocultar que su liderazgo no le gustaba en absoluto, además de que siempre fue alguien violento y malencarado.

—Koda, lo que yo hago o dejo de hacer en la ciudad no es asunto tuyo.

El hombre sonrió socarronamente.

—Lo sé, solo me preocupa que descuides los asuntos de la manada. Al fin y al cabo, aún eres joven y no sería de extrañar que tu mente estuviera distraída. La manada lo primero, ¿recuerdas? Ese fue tu juramento.

—No te preocupes por mí, tengo mis prioridades muy bien organizadas.

Aunque nunca confesaría que la lista no la encabezaba precisamente la manada.

Sin darle tiempo a responder, Valentina le dio la espalda al hombre y abandonó la cabaña de mal humor.

—¡Eh, Valentina! Tienes mucho que contarme, ¿no crees? Como buena amiga tuya que soy no he podido evitar fijarme en esas marcas de arañazos en tu nuca. ¡Me apuesto el hocico a que no son de lobo!

Lexa la abordó en cuanto puso un pie fuera de la cabaña, con su alegría habitual, armando alboroto.

—¡Baja la voz, idiota!

Pero, para cuando quiso acallar a su amiga, la persona menos deseada ya lo había escuchado todo.

Koda frunció el ceño, mientras observaba la pequeña discusión de las dos amigas. ¿De qué hablaba Lexa? ¿Arañazos no lobunos? La sospecha se implantó en el codicioso hombre, mientras una sonrisa burlona se dibujaba en sus labios.

—Quizá esta sea mi oportunidad para hundirte, alfa de medio pelo.

Y, quizá, esa fuera su oportunidad para convertirse en el nuevo alfa de la manada, un título que siempre creyó que le iría como anillo al dedo.

Alpha's Owner | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora