11. Mano derecha

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La joven miró expectante a su alfa. Valentina Carvajal siempre fue como la hermana que nunca tuvo, habían crecido prácticamente juntas, a pesar de la diferencia de edad. Cuando Lexa se metía en problemas, ahí estaba Valentina para ayudarle, después le reprendería para acabar el discurso revolviendo su pelo con cariño. Lexa confiaba plenamente en ella y, aun a sus diecinueve años, no podía evitar vivir pegada a la sombra de la rubia cinco años mayor.

—He encontrado a mi mate.

Lexa Woods conocía a Valentina Carvajal igual de bien que sabía en qué hectárea exacta de bosque acababa el territorio de su manada, igual que sabía que el guiso misterioso de su abuela lo único que tenía de misterioso era la procedencia de la carne e igual que sabía que Nayeli llevaba colada por ella desde que apenas eran unas cachorras, por eso, jamás esperó oír aquello salir de sus labios.

—¿Es una broma?

Estaba a punto de reír, pero la mirada mortificante de la alfa cortó su carcajada. ¿Hablaba en serio? Valentina Carvajal era una persona desapegada y nada cariñosa, se pasaba el día mirando la vida pasar con aburrimiento e indiferencia, las únicas ocasiones en las que podías entrever algo de pasión en ella, eran en los asuntos de la manada. Valentina Carvajal no era una persona especialmente vivaz, pero era una gran alfa. Y al parecer, aquella gran alfa había encontrado a su amor predestinado.

—¡No es una broma! ¿¡Quién es!? ¿La conozco? Espera, ¿es un chico o una chica? ¿Cómo la conociste? ¿Es verdad eso de que puedes reconocer a tu alma gemela en cuanto la ves?

El desconcierto de Lexa pasó a ser emoción en apenas un instante. Valentina frunció el ceño.

—¡Baja la voz!

Comprobó que no hubiera nadie escuchando su conversación y tomó a Lexa del brazo, arrastrándola lejos de la cabaña del consejo.

—Nadie puede oírte.

La confusión de Lexa regresó.

—¿Por qué no? Deberías hacerlo oficial, así podrán enlazarse.

—Es complicado.

—No lo entiendo, ¿por qué no pareces contenta por haber encontrado a tu mate? ¿Qué es tan complicado?

—Ella es...

—¡Así que es una chica!

En cuanto la mirada enfurecida de Valentina se clavó en ella, Lexa comprendió que más le valía no volver a interrumpir.

—Ella es... una humana.

Esta vez, Lexa no se enredó en su verborrea. Un silencio sepulcral pareció implantarse en medio de la noche; el viento no ululaba, los grillos no cantaban y los animales no hacían crujir la hojarasca, nada.

Lexa barajó la opción de que todo fuera una broma, pero Valentina siempre hablaba en serio. Además, su habitual rostro inexpresivo parecía mostrar algo de ansiedad y preocupación.

—Pero, eso es imposible, ¿no? Quiero decir, los humanos no tienen parejas predestinadas, ellos no se enlazan...

—Lo sé, y también sé que ella es mi otra mitad. Lexa, todo lo que cuentan los ancianos sobre las almas gemelas es cierto. Cuando conoces a tu mate... un trozo de tu alma deja de pertenecerte, tu lobo y tú están en perfecta sincronía y tienen el mismo objetivo; pasar el resto de sus vidas junto a esa persona. Su olor penetra en ti como una droga de la que no puedes y no quieres desengancharte, y cuando están alejados... duele, joder, duele mucho. Es un dolor emocional, pero también físico, como si una cuerda elástica los uniera y se tensara hasta su límite cuando están lejos. Y no puedes pensar en otra cosa, porque tu mundo ya no gira alrededor del Sol, gira alrededor de él. Él es la Tierra y tú un mísero satélite que flotaría perdido en el espacio de no ser por la fuerza gravitatoria de tu planeta.

Entonces, Lexa estuvo segura de que Valentina no mentía. Jamás había oído hablar a su amiga con tanta intensidad, con aquel brillo en los ojos que clamaba silencioso que su corazón ya no latía solo para mantenerla con vida.

—¿Y qué vas a hacer?

El ánimo de Valentina volvió a decaer, esa era una cuestión que llevaba quitándole el sueño desde que empezó a imaginarse un futuro junto a Juliana.

Suspiró.

—No lo sé, Lexa. Lo único de lo que estoy segura, es de que renunciar a ella no es una opción.

Cuando un beta y un alfa realizan su enlace, el beta promete seguir y apoyar a su alfa incondicionalmente. Lexa pensó que, aunque Valentina y ella no hubieran realizado la unión, la apoyaría igualmente.

Lexa sonrió suavemente y miró a su mayor con toda la admiración que siempre había sentido por ella.

—Y bueno, ¿cuándo me la presentarás?

Valentina soltó en una suave risa el aire que había estado reteniendo. Sabía que podría confiar en Lexa, que su amiga siempre la apoyaría sin importar qué. Sus hombros se destensaron por fin tras haberse quitado algo del peso que había estado sintiendo sobre ellos.

—Nunca, no pienso arriesgarme a que te enamores de ella.

Lexa rio.

—¿Qué pasaría si lo hiciera?

El rostro de Valentina volvió a ser repentinamente serio.

—Tendría que matarte.

No pudo seguir reteniendo la carcajada cuando vio el terror en los ojos de Lexa. Aunque, quizá, la más asustada fuera ella, no sabía cuánto de aquello era verdad. No sabía qué sería capaz de hacer si intentaban quitarle a la chica. Podría hacer cualquier cosa por Juliana.

La loba plateada corría entre los árboles, sintiendo la fría brisa nocturna acariciar su pelaje. La luz de la luna llena arrancaba extrañas sombras en las superficies del bosque. Se sentía libre, dando rienda suelta a su espíritu animal, corriendo solo por diversión. Sus fuertes patas le condujeron a un claro apartado, atravesado por un fino riachuelo de agua cristalina. Jadeante tras la carrera, se acercó a beber. Su respiración se calmó cuando hubo saciado su sed.

La noche era calma, así que el nuevo ruido de unos pasos acercándose sonó estridente en el silencio. La loba plateada se tensó, lista para atacar al intruso, pero entonces, su cuerpo quedó paralizado. Caminando con calma hacia el riachuelo se encontraba un majestuoso lobo de pelaje negro como la noche y ojos amarillos incandescentes. La respiración del animal plateado volvió al ritmo de carrera mientras el intruso acercaba su hocico a las puras aguas. Sosegadamente calmó su sed, y entonces, alzó la mirada y las pupilas ambarinas chocaron con las azules con una intensidad aplastante.

Valentina despertó jadeante y empapada en sudor.

Alpha's Owner | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora