Capítulo 11.

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Como era de esperarse, al día siguiente fui convocado por el maestro Choi a la primera reunión sobre el proyecto musical.

Me sudaban las manos aunque tratara de limpiarlas sobre mi pantalón del uniforme, mientras más me acercaba a la sala de música me sentía más nervioso. Sinceramente nunca había sido muy bueno en lo que a habilidades sociales se refería, trataba de estar confiado la mayor parte del tiempo pero la realidad era que me costaba entablar amistades porque siempre sobre pensaba mucho cualquier cosa; por eso, que Jeno hubiera dado el primer paso para acercarse a mí me había parecido algo genial, pero ahora, que todo parecía haber sido un delirio extraño me sentía un poco más ansioso de lo normal.

Traté de apartar esos pensamientos de mi mente. No me fijé que había llegado diez minutos antes de la hora estipulada, hasta que al entrar al aula me di cuenta de que estaba vacía.

Me relajé inmediatamente.

Realmente era mejor llegar primero a algún lugar que llegar de último. El último siempre atraía más la atención... y la atención me revolvía el estómago.

Me senté en el sillín de la batería mientras me dedicaba a esperar. Como el asiento daba vueltas me distraje un rato girando sobre mí mismo, estaba tan distraído que no me fijé que alguien más acababa de entrar a la sala. Intenté detener la silla pero solo logré perder el equilibrio y caer de costado sobre la batería; el escándalo se oyó de aquí hasta la patagonia.

—¿Te encuentras bien? — preguntó una voz entre preocupada y divertida. Podía suponer que en cualquier momento se echaría a reír.

Me mordí el interior de la mejilla y como pude me puse de pie. El chico que ahora estaba frente a mi me ayudó a erguirme. Lo miré con una sonrisa incómoda, no lo conocía de nada pero ya me lo podía imaginar contándole a sus futuros hijos de aquel día en el que presenció como un pendejo se fue de bruces contra el suelo. Qué vergüenza.

El chico era unos dos centímetros más bajo que yo, llevaba el cabello castaño muy corto y tenía un pequeño pendiente en la oreja izquierda. Tenía un rostro reconocible pero solo lograba ubicarlo en mi mente en muy pocos lugares antes. No era extraño no conocer a gran parte del alumnado teniendo en cuenta que la escuela era bastante grande.

—Yo estoy bien, pero no puedo decir lo mismo de la batería — respondí con una mueca mientras miraba el desastre.

El castaño finalmente soltó una carcajada.

—Si predijera el futuro te habría grabado — confesó dándome unas palmaditas sobre el hombro.

Yo también me reí.

—La próxima vez aviso con antelación — traté de bromear.

Resopló una risa.

—Por cierto, soy Mark— habló el chico un rato después mientras volvíamos a poner las partes de la batería en su lugar. Debía agradecer al cielo que no dañe ningún pedazo de esta.

Levanté la vista hacía el castaño.

—Jaemin — me presenté de vuelta. —¿Eres extranjero? — pregunté seguidamente pues me causaba curiosidad que su nombre no fuera coreano.

—Si, aunque ya llevo bastante tiempo viviendo aquí — replicó.

Antes de que pudiera decir replicar dos personas más entraron a la sala, por desgracia una de ellas ya me era bastante conocida.

Fruncí el ceño sin poder evitarlo.

Era seguro que el universo sin duda se estaba burlando de mí, no podía ser posible; la única razón por la que había aceptado ser parte de esto había sido para dejar de darle vueltas a mi situación, entonces ¿Por qué Jeno estaba aquí? ¿Acaso también había sido convocado? Eso parecía, pero ¿Siquiera tenía habilidades artísticas? ¿Cantaba o más bien tocaba algún instrumento? Mi molestia pasó a ser curiosidad en pocos segundos. Por un momento, mi extraña imaginación lo pensó a él en un escenario con una guitarra cantando. ¿Por qué me lo imaginé de esa manera? No lo sabía, pero deseché esos pensamientos raros de mi cabeza antes de terminar poniéndome rojo y pasando vergüenza nuevamente.

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