Capítulo 19.

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JENO.

Cuando salí del apartamento de Jaemin tenía un cúmulo de emociones encontradas. Y aunque no eran ninguna novedad, si era totalmente honesto, odiaba que cada vez que interactuaba con él terminaba experimentando cosas nuevas que no me gustaban, porque en su mayoría eran sentimientos y sensaciones que me hacían sentir vulnerable y como un blanco fácil.

Cada que lo veía, algo dentro de mí se sentía lo suficientemente en confianza como para querer mostrarme tal cual era, sin embargo mi cerebro reaccionaba de forma inconsciente y terminaba nuevamente enfocando toda mi energía para mantener mi máscara de indiferencia e ironía.

Podría decirse que aquella era la mejor manera que tenía de evadir cualquier rastro de debilidad, y por debilidad me refería a ser honesto. Realmente odiaba ser honesto y confiar en las personas, nunca salía nada bueno de eso, hacerlo era como darle un arma a un posible asesino. Y aunque todo podía ser cuestión de suerte, no estaba dispuesto a correr el riesgo de terminar siendo apuñalado por la espalda.

Jaemin me generaba cierta confianza; él si era honesto, no le daba miedo expresar su inconformidad ni objetar cuando quería hacerlo, me dedicaba sonrisas genuinas y miradas de auténtico interés, y aunque al principio dudaba de su declaración de sentimientos ahora estaba muy seguro de que realmente sentía algo por mí...claro que yo todavía no sabía responder si eso era bueno o no.

Había sido una sorpresa bastante extraña haberlo encontrado dejándome esa carta en el casillero, y aunque en un principio pensé que me estaba robando, cuando me di cuenta de la verdadera situación y él salió huyendo, me quedé tan conmocionado que no supe qué hacer. Estuve mucho rato dándole vueltas una y otra vez a todo en mi cabeza que no reparé en que momento mis compañeros de equipo habían regresado a los vestidores, y a diferencia de lo que cree Jaemin yo no le conté a Jisung absolutamente nada acerca de lo suyo, al contrario, él se había dado por enterado solo y no tenía ni una idea de cómo, claro que ese era tema para después. La verdad era que su especie de confesión me había dejado tan descolocado que hasta el día de hoy no me atrevía a leer la carta que me había dejado esa vez.

Eran tantas cosas juntas que la mayoría del tiempo intentaba evitar que se alojarán en mi cabeza para ahorrarme los pensamientos extraños. Por eso y más, había salido prácticamente huyendo del apartamento del castaño, porque si, odiaba admitirlo pero había escapado de ahí como un vil cobarde.

Agradecí el viento fresco y helado de la noche cuando me golpeó la cara. Me acerqué a la moto, guardé el casco extra, me puse el mío y montándome en esta aceleré como si mi vida dependiera de ello. Había algo consolador en ir a toda velocidad sin reparar en las consecuencias.

Amaba conducir sin un destino en concreto, era algo que alimentaba a grandes niveles mi expectativa, y como la ciudad era lo suficientemente grande y diversa, me daba la oportunidad de explorar y conocer nuevos lugares, aparte mantenía mi cabeza ocupada y la vez la despejaba de cualquier pensamiento inútil. Por donde lo viera era un gana-gana seguro...claro que no estaba siendo tan efectivo en ese momento.

No supe cuanto tiempo estuve conduciendo pero al final de alguna manera u otra terminé en la cima de uno de mis miradores favoritos de la ciudad. Era lo suficientemente tarde como para que no hubiera ni un alma penando alrededor, pero para mí era la hora perfecta para disfrutar en paz la magnífica vista que se observaba desde allí. Era increíble como la cantidad de luces que había era suficiente para eclipsar la imponente extensión que era el cielo. Ver tanto y saber que había mucho más allá del conocimiento humano y ser consciente de que era demasiado insignificante en el universo me daba mucha paz, era para mí el equivalente a un abrazo reconfortante. Era por eso que me gustaba ese mirador, porque veía todo pero nada me veía a mi.

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