MARATÓN 1/3
Era viernes por la noche y a diferencia de los demás días de la semana podía darme el lujo de no adelantar trabajos ni ponerme a estudiar. Estaba solo en casa; mi madre como de costumbre se encontraba trabajando, y yo por otro lado solo me encontraba perdiendo el tiempo alegremente mientras miraba la tv. Pasaban un programa de variedades con varios actores en una competencia de cocina. No podía negarlo, ver esos programas me daba serotonina gratis, aparte del obvio hecho de que me ayudaba a distraerme de mis pensamientos inútiles.
Habían pasado unos pocos días desde el desagradable encuentro con Jeno en el pasillo de la escuela. Mi celular por desgracia no volvió a prender. Al principio pensé que había sido solo una ruptura en la pantalla pero mientras se me pasaba el subido de enojo e intentaba encenderlo me di cuenta de que no respondía, después de eso, como era de esperarse en mi patética y a veces horrible vida, me largué a llorar de rabia en pleno instituto. Llamé la atención de un par de personas que había cerca pero logré resguardarme en el baño hasta recobrar la compostura, y por supuesto, me quedé sin comer porque eventualmente la campana sonó anunciando el final de la hora de almuerzo.
Había sido un día tan horrible que lo único que quería hacer era borrarlo de mi memoria.
Por desgracia, mi madre se había terminado por enterar de que mi móvil ahora estaba dañado. Gracias a ello recibí un castigo de dos semanas en donde me tocaba arreglar todo el apartamento a mi solo. Debía realmente agradecerle a Jeno por toda la mierda que había causado, hablando de manera irónica claro está, porque esperaba no volverle a hablar en mi vida. Ahora tenía que ver como lograba conseguir dinero para comprarme un nuevo teléfono o en su defecto mandarlo a arreglar, la mejor opción parecía ser encontrar un trabajo de medio tiempo, lo cual no era mala idea si lo pensaba bien.
Una vez se acabó el programa me puse a cambiar los canales buscando algo bueno que ver, al final acabé solo dejándolo en un canal de música. En eso el teléfono fijo de la casa empezó a sonar, era raro escucharlo pues nadie nunca marcaba por ahí a menos de que fuera algún familiar; como mis abuelos más específicamente. Me puse de pie y contesté sin ver al remitente mientras me dirigía a la cocina en busca de algo para picar.
—Hola cariño — la voz de mi madre fue lo primero que me recibió.
—¿Y ese milagro? ¿A qué debo el placer? — quise molestarla mientras tomaba un paquete de galletas de la alacena.
Me la pude imaginar rodando los ojos.
—Necesito que me hagas un favor, hay una carpeta encima de mi escritorio con unos documentos importantes, necesito que me la traigas a la oficina es urgente — explicó rápidamente, se oía afanada.
Asomé mi cabeza hacía la sala - en donde también estaba el escritorio de mamá - y vi la carpeta de la que hablaba. Saqué una galleta del empaque y me la comí.
—Seguro — le dije con la boca llena.
—Toma dinero de mi mesita de noche por si lo necesitas, ten cuidado en el camino. Recuerda llamar al departamento de Recursos Humanos cuando estés aquí abajo en la oficina. Te quiero — dicho esto colgó.
Busqué el dinero del que hablaba mamá pero solo encontré un montón de monedas. Las conté para asegurarme de que me fueran a alcanzar por sí las necesitaba pues no estaba muy seguro de si mi tarjeta del transporte público estaba recargada. Solo quedaba rezar porque así fuera. Tomé la carpeta con los documentos, me puse una sudadera, un pantalón térmico y una chaqueta de plumas antes de salir. Aún era invierno, hacía el suficiente frío como para congelarme la nariz y las orejas, mucho más si salía de casa casi a las nueve de la noche.
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Nuestro error | Fanfic Nomin.
Teen FictionCuando Jaemin ayudó a su mejor amiga a entregarle un regalo por San Valentín a su crush, lo que menos esperó, fue que eso desencadenara una serie de malentendidos que lo terminaron involucrando de manera muy personal con aquel popular chico de aspec...