El domingo ya casi estaba llegando a su fin y, a pesar de que finalmente había encontrado un trabajo de medio tiempo en una heladería, no podía dejar de pensar en cierto pelinegro de ojos oscuros que el día pasado había aparecido frente a mí con una linda chica rubia agarrada del brazo la cual sin duda parecía ser su cita. Mi mamá decía que la envidia era venenosa y los celos corrosivos, pero en el momento en que los vi se me revolvió el estómago y una pesadez extraña se instaló en mi pecho.
Era una mezcla confusa de decepción y enojo que me estaba comiendo la cabeza desde ayer. Había estado esperando con ansias que por lo menos me escribiera o diera una señal de vida, pero ni siquiera se había tomado la molestia en cancelar algo que él mismo había propuesto, y más encima había tenido otra cita, con otra persona...algo que en realidad tendría mucho más sentido ¿por qué siquiera querría salir conmigo? Claro que eso también era una estupidez porque ¿exactamente de qué forma quería que saliera conmigo?
Negué con la cabeza tratando de desaparecer las divagaciones sin fin mientras terminaba de limpiar las sobras sobre las mesas del lugar. Era increíble como había tanta gente que no se acababa el helado ¿como no te lo ibas a acabar? Era helado después de todo.
Terminé de pasar el trapo por la última mesa y boté todo lo demás a la basura con el dolor de mi alma. Dejé el trapo sobre el mostrador y me acerqué hasta mi compañero que estaba terminando de cuadrar las cuentas en la caja registradora. Tenía el entrecejo fruncido en concentración mientras digitaba números en la calculadora.
—Hoy hubo mucha gente, de seguro el jefe nos paga una comisión extra — comentó antes de terminar de organizar las facturas. Anotó un par de cosas en el libro contable del negocio y lo cerró de sopetón.
No me lo esperé pero logré no sobresaltarme.
—Ojalá — repliqué con ilusión. ¿A quién no le gustaba tener dinero de más en el bolsillo?
Mi compañero levantó la mirada de la libreta y sonrió.
—Seguro que si — me dio un golpe amistoso en el brazo — si es así yo invito las cervezas — me guiñó un ojo.
Solté una risa.
—Aun sigo siendo menor — le dije.
—Eso no importa — se encogió de hombros.
No supe si hablaba en serio o estaba bromeando. Aunque solo conocía a Suho de dos días podía decir que era un tipo divertido, amigable y honesto, había sido el encargado de darme la inducción al trabajo y le agradecía por la paciencia, aunque era bueno usando la caja registradora y limpiando mesas aun me salía mal servir los helados. ¿Quién diría que era tan difícil hacer una bola decente que no quedara deforme y mal puesta? Nunca lo hubiera esperado realmente.
—No te vayas a ir sin mí— dicho esto mi compañero se dirigió hasta la oficina del dueño desapareciendo puerta adentro.
Por mi parte me adentré en el pequeño vestidor y dejé de manera organizada, dentro del casillero, la camiseta de trabajo y el delantal. Agarré mi camiseta y me la puse antes de tomar mi celular y revisarlo en caso de que alguien me haya escrito; más concretamente el mensaje de cierta persona en especial.
Una sensación de desilusión me invadió cuando no vi ningún mensaje de Jeno. La verdad era que realmente esperaba que por lo menos hablara conmigo después de la situación de ayer, y aunque sabía que era innecesaria y sin razón una explicación sobre algo que no me correspondía seguía queriendo que dijera algo al respecto, aunque fuera cualquier cosa.
Solté un suspiro y aproveché para enviarle un mensaje a mi mamá avisándole que ya había terminado mi turno. Cerré el casillero y me guardé el celular en el pantalón antes de salir del cuarto.
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Nuestro error | Fanfic Nomin.
Fiksi RemajaCuando Jaemin ayudó a su mejor amiga a entregarle un regalo por San Valentín a su crush, lo que menos esperó, fue que eso desencadenara una serie de malentendidos que lo terminaron involucrando de manera muy personal con aquel popular chico de aspec...