Treinta y Uno

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⚠️ Ésta historia contiene temas de drogas, el abuso de ellas, violencia familiar y lenguaje homofóbico.

Eran las 3:21 a.m. y su timbre sonaba desesperado.

¿Quién mierda tocaba su puerta a esa hora?

Echó un vistazo entre la oscuridad de su cocina y tomó un rodillo que había usado antes, cómo arma (porque si alguien venía a hacerle algo, aquel cilindro de madera seguramente lo protegería bien... bien pensado Joaquín) y se dirigió a la puerta, aunque ni siquiera tuvo que ver por la mirilla para ver de quién se trataba, le bastó una inhalación profunda de aquel olor a tierra mojada que últimamente parecía no salir de su mente para que sus sentidos en alerta de calmaran y volviera a poner el rodillo en su lugar. Abrió con lentitud y la boca casi se le hizo agua al ver al alfa frente a él.

En pijama, con tenis Air Force 1 y tan guapo, con el cabello despeinado y más largo de lo que alguna vez se lo vió, casi tapándole la vista, gesto suave cómo siempre a excepción de las pequeñas arrugas en los extremos de los ojos (por la edad y el estrés, supuso). Se veía tan grande y tan pequeño al mismo tiempo.

- ¿Qué mierda Emilio? - dijo con la voz ronca por estar recién despierto - ¿Cómo...?

- Nikolás me dió tu dirección - respondió simplemente.

- Voy a matarlo - se talló los ojos. - ¿Qué haces aquí?

Farfulló algo al mismo tiempo que se agachó para tomar algo del suelo y Joaquín sintió el corazón palpitarle con fuerza cuándo vió el recipiente transparente lleno de agua y el pequeño pez rojo nadando dentro, sobre una cama de piedras azules.

- Vine a disculparme.

- ¿Porqué estás haciendo ésto? - preguntó tembloroso.

- Tu sabes porqué - se mordió el labio inferior. - Y... vine a pedirte que vengas a Italia.

- Emilio...- dijo inseguro.

- Por favor, déjame probarte que cambié. Déjame pelear por tí.

- ¿Qué hay de Alan? - preguntó sabiendo que estaba a punto de ceder, cómo siempre lo había hecho con Emilio.

- ¿Qué hay con él? - alzó una ceja.

- Sigue siendo mi novio - respondió con obviedad.

- Realmente no me importa - negó con la cabeza y sonrió.

- ¿Tan seguro estás de tí mismo? - cuestionó un poco intrigado.

- Ya te dije que nací para tí y tú para mí - se encogió de hombros y le extendió la pecera que Joaquín tomó y puso en el comedor detrás de él (su apartamento era pequeño).

- Me abandonaste - dijo después de un rato, sintiéndose vulnerable.

- Dejé una parte de mí contigo, créeme Joaquín que me arrepiento tanto... pero te habría hundido - le mostró la parte interna de sus brazos. - Son de heroína.

No había pensado en eso en mucho tiempo, así que cuándo su mente viaja a unos años atrás cuándo estaban desayunando en el country club y Emilio no podía dejar de tocarse el antebrazo, siente cómo si le estuvieran estrujando el corazón.

Y se siente estúpido, porque recuerda la cuchara, el encendedor, el listón y rastros de polvo (que ahora entiende no eran simple suciedad) en el descansa brazos de su Mercedes y quiere darse una patada.

Era tan obvio, pero Joaquín era tan ajeno a ese mundo que jamás lo imaginó.

- No sabía que... pensé que eran sólo pastillas - admitió confundido (aunque todo tenía sentido ahora, Emilio una vez le dijo que había probado más que calmantes y una vez más, quiso golpearse).

Fire On Fire // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora