Trece

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⚠️ Ésta historia contiene temas de drogas, el abuso de ellas, violencia familiar y lenguaje homofóbico.

Emilio revisó la hora en su celular y vió que faltaba todavía unos buenos 40 minutos antes del partido, aunque los visitantes estaban comenzando a llenar las gradas, notó. El coach Arath estaba en su oficina y eso le daba al Alfa unos 15 minutos de descanso antes del juego.

— ¡Mailo! — Eduardo le dió unas palmadas en la espalda a modo de saludo.

— Hey — Niko le dió un corto abrazo.

— ¿Qué hacen aquí? Falta mucho para que empiece.

— Queremos buenos lugares — su mejor amigo se encogió de hombros.— Además tengo que asegurarme de que cumplas con el plan.

— ¿Hoy? ¿Cómo ahora? — Niko rodó los ojos y asintió — ¿Y si dice que no?

— Es un partido y seguramente su amigo el peligris también vendrá. Corre, tienes cómo 10 minutos para decirle.

Emilio asintió con la cabeza y comenzó a trotar hacía el Starbucks (el cuál por ser día de juego, cerraba un poco más tarde) y abrió la puerta dirigiéndose a la caja.

— ¿Quieres venir a mi partido? Empieza cómo en... ¿30? ó algo así — hizo una mueca de lado.

Joaquín frunció el ceño y suspiró, dejando el trapo con el que estaba limpiando las máquinas y se giró hacía el chico. Habían 2 clientes más en el lugar y todos estaban al pendiente de la respuesta. La reacción del ojimiel fué inesperada, le echó una mirada de arriba a abajo y se mordió el labio inferior por unos segundos.

¡Es el uniforme!

Emilio sonrió casi arrogante cuándo su Alfa llegó a aquella conclusión. Joaquín puso sus manos sobre el mostrador y se inclinó hacía adelante.

— No.

Mierda.

— Joder, Joaquín ¿qué tengo que hacer para que salgas conmigo? — se revolvió el pelo con las manos y dió unos pasos adelante, provocando que la única separación entre el omega y él sea el estúpido mostrador.

— Odio el fútbol y me parece terrible cómo primera cita, pero puedes recogerme cuándo se termine.

— Oh.

— ¿No se te hace tarde? — le mostró el reloj digital que tenían en la pared y Emilio se preocupó un poco (pero tenía asuntos más importantes que atender)

— ¿En dónde te recojo?

— En mi casa, duh. Querías algo a la antigua ¿no? Tienes que pedirle permiso a mi padre — se echó para atrás, recargándose en una de las máquinas (muy responsable de su parte) y se cruzó de brazos.

— ¿Qué?

— Lo que escuchaste, Osorio. Ahora vete.

— No tengo tu número.

— Consíguelo — sonrió ampliamente y casi con malicia.— Ah y suerte.

Emilio revisó una vez más la hora y maldijo en voz alta cuándo vió que faltaban 20 minutos para que empezara (¡y ni siquiera ha calentado!). Con una adrenalina impresionante corrió hasta los vestidores y se puso con rapidez el equipo, luego, a trompicones llegó a las canchas y se mezcló con sus compañeros lo mejor que pudo. Notó varias cejas alzadas, sin embargo nadie le dijo nada.

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Fire On Fire // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora