Parte | 26|

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Regrese!!!!



Joaquín se odiaba a si mismo por el comportamiento en que no se dio cuenta que habían ido. La semana había trascurrido con la tensión insoportable. Emilio se comportaba de manera fría y distante, sin preocuparse de ocultar su enojo hacia Joaquín, todos suspiraron aliviados cuando se marchó unos cuantos días.

Pero no se trataba solo de eso. Era semana santa y los niños estaban de vacaciones, asi que pasaban todo el día en casa. Sin excitación ante el evidente cambio de casa no dejaba a Joaquín tranquilo. Muchas veces se entrometían en su trabajo y el no tenía la paciencia suficiente. Acabo por gritarle y reprenderles, cosa que no merecían.

Estaba cansado de guardar cosas en cajas cuando oyó el teléfono. Profirió un juramento y se dirigió a contratarlo, pero dejo de sonar.

Volvió a su tarea sin dejar de maldecir.

Todavía estaba jurando entre dientes cuando los mellizos entraron a la habitación

-Era papa- dijo Dylan con un semblante muy serio.

No había olvidado el regaño que le echo Joaquín por tirar zumo de naranja sobre el suelo de la cocina. Para Dylan había sido una injusticia, porque lo había tirado cuando lo tomo para Tadeo de modo que su intención había sido ayudar a su padre, pero Joaquín vio el pequeño accidente y perdió los nervios.

-Ha dicho que te diga que está volviendo- dijo el pequeño con frialdad- y que primero pasara a la oficina así que llegara tarde

<<Al diablo con el>> pensó Joaco. Que se quedara en la oficina mientras el se encarga de la mudanza <<Haciendo el papel de mártir>> oyó que le decía la voz de Emilio en su cabeza.

-Le dije que viniera a jugar con nosotros- intervino Sara

-Y supongo que el colgó enseguida, muerto de miedo- dijo Joaquín con sarcasmo.

Los mellizos no fueron ajenos a la crudeza de aquella expresión. Sara se puso roja de ira

-¡No, no dijo eso¡- exclamo- ¡dijo que preferiría jugar con nosotros a trabajar¡ ¡y tú no eres un buen papa¡

Joaquín vio que a Sara se le llenaban los ojos de lágrimas antes de salir corriendo de la habitación y baja las escaleras como rayo seguida por Dylan

Suspirando, apoyo una mano sobre su vientre hinchado y otra sobre su frente. Recordando que probablemente, merecia las palabras de Sara, se dirigía al piso de abajo. Los mellizos lo ignoraron, fingiendo estar concentrados en la televisión.

Levanto a Tadeo del suelo donde había estado entretenido jugando con las piezas de construcción y miro a Sara y Dylan, con la esperanza de que le devolvieran la mirada para poder decirles que lo sentía. Pero pensó que, tal vez, aquello aumentara su irritación y salió del salón con el pequeño.

Una hora más tarde estaba a punto de volverse loco.

Los busco por todas partes pero los mellizos parecían haber desaparecido de la faz de la tierra. Fue en un auto hasta el parque, pensando que podrían estar en los columpios. Fue a la casa de la madre de Emilio, sabiendo que Niurka estaba fuera visitando a unos amigos, pero pensando que los mellizos no sabrían y que podían haberse dirigido ahí, busco en el jardín, y llego a llamar a la nueva casa pensando que podrían estar ahí de alguna manera. Pero no había sido así. Se disponía a llamar a la policía cuando sonó el teléfono

Contesto al instante. Estaba temblando de tal manera que le costaba apoyar el auricular en la oreja

-¿Señor Marcos?

-Si- respondió en un susurro

-Señor Marcos, soy la secretaria de su marido...

Le dio un vuelco en el corazón

-¿está ahí?

-No, todavía no a llegado- respondió la mujer- pero sus hijos acaban de aparecer preguntando por el y he pensado que...

-¿Están ahí?

-Si- dijo la secretaria amablemente, dándose cuenta de la preocupación de Joaquín- si, están aquí

-¡Oh, no puede ser¡- exclamo Joaquín, cubriéndose la boca con la mano, conteniendo un terremoto de lágrimas- ¿están bien?

-Sí, están bien

Joaquín se sentó en la escalera, invadido por una sensación de alivio pero se puso de pie casi al instante

-¿puede decirles que se queden ahí por favor?- dijo casi en un susurro- voy enseguida.. voy enseguida.

Colgó el teléfono, profirió una pequeña risa nerviosa y se apresuró a preparar a Tadeo

Joaquín llego al edificio de Emilio justo cuando finalizaba la hora de comer. El moderno edificio estaba de gente que volvía a sus respectivas oficinas.

Tenía las mejillas sonrosadas por el sofoco de la prisa, y en su expresión, se veía que había sufrido un gran disgusto, iba vestido con un pantalón blanco ajustado que se ponía para estar en casa, y una camisa vieja de Emilio. Se detuvo en la entrada y miro con asombro a su alrededor.

No podía ver a los niños. Sintió una punzada en el corazón y avanzo hacia le mostrador de la recepción que había al otro lado del amplio vestíbulo, donde una chica coqueteaba con un joven que estaba apoyado en su mesa.

-Perdóneme- dijo Joaquín sin aliento.- Soy Joaquín. Mis hijos. Yo

-¡Señor Joaquín!- exclamo la chica, poniéndose de pie y observando a Joaquín como si no pudiera creer lo que veía. Joaquín no la culpa, sabía que su aspecto era horrible. Pero no le importaba, lo único que quería era ver a Dylan y Sara, necesitaba verlos.

-Mis hijos- repitió- ¿Dónde están? Pregunto sin darse cuenta de que la exclamación de la recepcionista había oído en todo el vestíbulo y todo el mundo lo estaba mirando.

-Oh, el señor Marcos ha llegado hace diez minutos- le dijo la chica- los ha llevado a su oficina y a dicho que usted...

-Lo acompaño a su oficina, si quiere- dijo el joven

Joaquín lo miro distraídamente y asintió.

-gracias. Susurro y los siguió hacia los ascensores, demasiado perturbada para darse cuenta de las miradas curiosas.

El ascensor los llevo a muchos pisos arriba y los dejo en una plata cuyo suelo estaba cubierto por una gruesa alfombra gris que amortiguaba el sonido de sus pasos. Se acercaron a un par de puertas color gris mate. Joaquín aminoro el paso, sintiéndose extraño, débil. El joven golpeo la puerta con los nudillos, espero unos instantes y abrió. Luego se alejó para dejar el paso a Joaquín.

Joaquín se detuvo en el umbral y observo con cautela a Emilio. Estaba apoyado en una gran mesa en la oficina, con los brazos cruzados. Los niños estaban sentados, muy juntos, en un gran sofá de cuero. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Dejo a Tadeo en el suelo, trago grueso y exclamo:

-¡Oh, Dylan, Sara!

Y se desmayó al instante.







Besitos:)

Un Esposo Infiel- Emiliaco |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora