Parte |27|

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Cuando volvió en si, estaba echado en el sofá y tenía algo frio y húmedo sobre l frente. Cuatro rostros con reconocido parecido entre ellos lo miraban con preocupación. Sintió débilmente y recibió cuatro sonrisas en respuesta. Emilio estaba de rodillas a su lado y tomaba a Tadeo con un brazo, con una mano, tomaba la de Joaquín. Dylan y Sara estaban a su a lado, cada uno apoyado en uno de los hombros de su padre. Era una imagen dulce y deseo tener papel y lápiz para inmortalizar aquella preciosa imagen.

-¿Cómo estás?- le pregunto Emilio

-mareado- dijo Joaquín, luego miro a sus hijos mayores- lo siento- dio con un susurro y recibió dos sollozos como respuesta.

Aquel sollozo expresaba su arrepentimiento, sus disculpas, su amor y miedo al verlo desmayarse. Luego, le contaron su aventura atropelladamente: habían llamado a un taxi, reuniendo sus ahorros para pagarlo, habían llegado a la oficina de su padre antes de que este llegara, con la consiguiente preocupación para todos los empleados

-y metieron miedo en el cuerpo de su padre- dijo Emilio y se quedaron callados

Dirigió una mirada seria a Joaquín, quien agacho la cabeza.

-Lo planearon todo muy concienzudamente- añadió- llamaron a la compañía taxi a la que tu llamas cuando yo estoy de viaje. Dijeron que estabas enfermo y que quería que los llevaran a mi oficina. Incluso le estregaron al taxista una de mis tarjetas de visita para que todo fuera más creíble.

-Sara- dijo Joaquín, recordando lo importante que se sentía la niña cuando le encargaba que le llamara a un taxi para llevarlos al colegio cuando Emi no estaba.

La pobre niña agacho la cabeza.

-Yo pensé en usar la tarjeta de papa- intervino Dylan, compartiendo valientemente la culpa con su hermana.

Aunque todos sabían que el cerebro de aquella operación había sido la revoltosa de Sara.

-Lo siento- Susurro la pequeña, y Joaquín vio con una punzada en el corazón como se limpiaba las lágrimas con su pequeña manita.

El hecho de que no se acercara a su padre para buscar su reconfortante abrazo, le decía a Joaquín que antes de su llegada, Emilio los había reprendido severamente por su aventura.

Joaquín observo a Emilio. Estaba pálido y tenía los labios fruncidos, signo de rabia contenida. Sostenía a Tadeo, abrazándolo como si necesitara el calor de su cuerpecito para consolarlo de los que realmente deseaba.... Abrazar a los mellizos.

Se dio cuenta de que Joaquín lo estaba observando y frunció el ceño.

-mi secretaria está haciendo café- dijo- cuando venga, le diré que baje con los niños a la cafetería para que coman algo. Tenemos que hablar

Aquello sonaba como una amenaza.

Joaquín agacho la mirada y se incorporó.

Ese momento, llego la joven de rostro muy agradable con una bandeja llena.

Sin dejar a Tadeo, Emilio se levantó y se acercó a ella. Mientras dejaba la bandeja en la mesa, le dijo algo en voz baja y lo llamo a los mellizos. Los niños obedecieron con tan presteza que se vieron confirmadas las sospechas de Joaquín que les había estado regañando.

Un momento después, Tadeo reposaba confiadamente en los brazos de la joven, que salió de la habitación dejando paso a los mellizos. Emilio sirvió café.

No dijo nada hasta que le ofreció una taza a Joaquín, sentándose a su lado para comprobar que le apuraba hasta el último sorbo

-Bueno, ¿Qué ha pasado?-le pregunto entonces. Joaquín reconoció sus culpas.

Un Esposo Infiel- Emiliaco |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora