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- Vamos, Sophie. Perderemos el vuelo.- Me arrastraba cogiéndome de la muñeca, andaba rápidamente a paso firme con su maleta roja en la otra mano.

- Zack.- Le llamé pero siguió tirando de mi por el gran aeropuerto, todos nos miraban. -¡Zack!- Se paró en seco y me miró nervioso.

- ¿Qué pasa?- Observó mis apagados ojos y agaché la cabeza para que no me mirara. -¿Estás bien?

- No, no lo estoy. Voy a ir a un país a millones de kilómetros de mi casa, para recuperar un amor imposible sin contar que ni siquiera sé si es verdad lo que dijo. Y si lo encontramos, ¿y si me rechaza? No me quiere, te lo dijo. Sólo me ama cuando estoy atada y a su merced, me quiere como a una sumisa y no como la chica que soy. Tenía razón en que no me trata como me merezco, pero nadie pelea tan poco por alguien que ama tanto como tú.

- ¿Qué quieres decir?

- ¿Me amas?- Me miró pensativo, dejó la maleta a un lado y me abrazó. Un abrazo que no pude resistir seguir, empecé a llorar y me besa en la mejilla.

- Si te amo, Sophie. Pero tú amas a Nick.

- Ya no sé a quién quiero.- Sollocé- Vete a Italia tú solo, yo quiero quedarme aquí.

- ¿Cómo?- Se apartó de mí.

- A lo mejor estando lejos de vosotros sé a quién decidirme.- Intentó hablar pero le interrumpí con un beso, nuestro último beso hasta después de semanas, meses o igual años... No quería que acabara pero me separé de él quedando a centímentros de sus labios. -Te quiero- Susurré y se dió la vuelta. Llegó hasta la entrada del aeropuerto y se despidió con la mano seguido de una sonrisa. Ya no volví a ver esa maleta roja tras pasar la puerta.

[...]

Volví a California, a mi casa, para olvidarme de todo. Pero me fue imposible, todo lo que veía me recordaba a ellos. Puse las rosas rojas junto a las rosas blancas en un jarrón verde alto con un poco de agua. El hueso del melocotón lo planté en el jardín, por si nunca los volvía a ver así me recordaba a ellos dentro de unos años.

Cada día me paraba frente al teléfono más de dos horas para ver si llamaban, pero no lo hacían, y esas horas se convertían en minutos, esos minutos en segundos y esos segundos en un vistazo rápido al teléfono. Seguía con mi vida normal, trabajando paseando perros ya que en el otro trabajo me había despedido.

Pasaron semanas así, cuidando a mis amigos caninos. No tenía amigos, no tenía novio, ni siquiera intenté conseguirlo, yo solo los quería a ellos. Pero después de tantos días no me decidí por quién. Pensaba que nunca los volvería a ver, y así fue.

Me encontraba en un banco del parque, viendo como los 4 perros a los que tenía que pasear cada día corrían felices por la hierba. Uno se acercó a mí y se sentó al lado mío.

- ¿Te diviertes?- Pregunté al perro que me miraba sin entender. -Qué fácil lo tenéis los perros, sin preocupaciones ni responsabilidades. Todos os quieren- Se sube al banco y se tumba junto a mi apoyando la cabeza en mis muslos. Creí que no me entendía pero parece que sí. -¿Hablando con perros?- Preguntó mi subconscuente irónica. Acaricié su suave pelaje y cerró los ojos lentamente, su respiración era tranquila y suave.

Volví a casa después de hacer un nuevo amigo, miré mi ordenador y tenía un correo. Lo abro y hay una foto mía con Nick y Zack comiendo un helado. Me acuerdo de todo, fue en Las Vegas y Nick se comió su helado rápidamente. Me río al recordarlo y miro quién me a enviado el correo. Modest. Me llega otro y al momento lo abro.

"Eres cómplice de ellos y he llamado a la policía"

Apago el ordenador y miro a mi alrededor. Se oyen sirenas que cada vez se hacen más fuertes. -Piensa, piensa, piensa...¿Qué harían ellos?- Miro las rosas casi marchitadas, corro hacia la puerta trasera y abro la puerta, me paro al ver a 3 policías apuntándome con pistolas. Levanto las manos rápidamente y uno de ellos me lleva hasta el coche patrulla.

[...]

- Es ahí- Dice el policía que me lleva tras un pasillo oscuro y lleno de celdas donde se encuentran criminales, mirándome, algunos murmurando algo y otros ni siquiera se han percatado de que estoy. Llegamos a una puerta del fondo y me siento en una silla enfrente de una mesa rectangular, entra otro policía y se sienta enfrente mío, el anterior cierra la puerta de un golpe.

- ¿Sophie Williams?- Alza una ceja y yo asiento con la cabeza, ojea unos papeles que tiene frente a él y fija la vista en mí de nuevo. -¿Dónde están Nick y Zack?

- Ojalá lo supiera.- Baja la vista y pasa de hoja en hoja hasta encontrar una que le llama la atención, está un rato observándola y me mira alzando una ceja.

- ¿Dónde quedó aquella Sophie que...- Miró de reojo el papel -sacaba sobresalientes en la universidad y ayudaba en la residencia?

- En los corazones de aquellos chicos.- Se me hace un nudo en la garganta, siempre que pienso en ellos quiero llorar, pero esta vez no.

- Si nos dices dónde están retiraremos los cargos de cómplice.- Su rostro se volvió más serio y amenazante.

- No soy cómplice, me secuestraron.- Apoyé mi espalda en el incómodo respaldo de la silla de madera donde estaba sentada y él sacó una foto.

- ¿Y por qué estabas comiéndote un helado con ellos?- Vi la foto y era la misma que me mandó Modest pero no pude verla bien.

Observé nuestras sonrisas, en aquellos días todo era risa y diversión pero ahora lloro cuando recuerdo sus ojos, sus sonrisas, sus voces... Quiero que vuelvan, creo que ya pasaron 3 meses desde que se fueron y me gustaría ir a Italia para buscarlos por cada rincón, pero no puedo. Prometí no verlos hasta que me decidiera por uno de ellos, y aún no lo he hecho. No puedo retener las lágrimas que salen de mis ojos y las dejo caer, mi mano tiembla y los recuerdos pasan por mi mente haciéndome recordar todo.

- ¿Está bien?- Me sequé las lágrimas y guardé la foto en mi bolsillo. Le tiré la mesa haciéndole caer hacia atrás y dejarlo inmóvil. Mientras yo salgo por la puerta corriendo, oigo voces desde atrás. -¡A por ella! ¡Que no escape!- Aceleré mis pasos y el pasillo parecía que no se acabara nunca. Vi la puerta al fondo y sonreí al estar tan cerca, empujo y salgo por fin a la calle.

Corro de nuevo por la acerca, mi respiración está agitada igual que los latidos de mi corazón pero sigo corriendo sin rumbo alguno. -¡Corre, Sophie, corre!- Animaba mi subconsciente haciéndome reír levemente, pasé por la tienda de animales donde estaba mi amigo canino en el jardín, me vió y corrió junto a mí. Lleguamos hasta una gasolinera, paramos y estaba exhausta. Entré al baño y me lavé la cara, junto con el perro que me miraba meneando de un lado a otro la cola. Sonreí, y salí del baño hasta llegar a un banco que había cerca de allí. Me senté y escuché un ruido detrás de mí. Me giré, vi una sombra entre los árboles y el perro empezó a ladrar a unos arbustos.

¡Hola! Quería preguntar a mis lectores dos cosas para seguir la historia.
1- ¿Con quién os quedaríais, Nick o Zack?
2- ¿Cómo se puede llamar el perro?
¡Ponerlo en los comentarios!

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