Darla Jonas tiene un don especial, un don que muchos no podrían entender. Darla Jonas tiene el don de ver los colores del corazón. Puede saber cuándo una persona esta triste, feliz, dice la verdad o una mentira, o si siente emoción o si la finge. A...
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FUCSIA.
Erín realmente me mira como si estuviera loca, no, me mira como si yo fuera un león enjaulado en mitad de un circo de cinco pesos. Desde hace 15 minutos le había estado comentando sobre el chico del hospital, sobre Corea y del corazón no sé de qué color.
¿Había entendido alguna de mis palabras?
Por supuesto que no, su cara lo demostraba, su confusión y su hambre hacia que no prestara atención.
Pero no la culpo, cuando estoy emocionada, nerviosa o asustada, apenas puedo modular alguna palabra.
Darla, que pesar. Tu caso es contrario.
¿Mi caso?
Hablas hasta por los codos.
Shhh.
—Eso es bueno ¿Cierto?
—¿Verlo?
—Claro, digo, sé que él está acá en Jasper y es mi oportunidad para encontrarlo.
—Lo estás acosando. Stalker.
—Como si eso te importara.
La castaña fija su mirada en mí, distraía come unas papas fritas, alzo una de mis cejas al ver que la peli corta tiene la cabeza baja y que con su mano bailaba sobre la variedad de salsas.
Resoplo algo casada.
—Baby, relájate. ¿Tanto afán tienes en conocerlo?
—¿Entiendes lo que quiero decir? — Pregunto y a su vez se lleva su cabello detrás de las oreas— Debo averiguar quién es. ¿Cierto?
La oji verde sonríe al combinar varias salsas y se come la papa frita a gusto.
—¡ERIN!
—No te entendí, ¿Qué chico y que Corea? ¿Es coreano?
—Nunca me prestas atención.
Erin abre la boca sorprendida y sonríe para sí misma.
—Debes aprender a modular más. No te entendí nada.
