Darla Jonas tiene un don especial, un don que muchos no podrían entender. Darla Jonas tiene el don de ver los colores del corazón. Puede saber cuándo una persona esta triste, feliz, dice la verdad o una mentira, o si siente emoción o si la finge. A...
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VIRIDIÁN.
Un gran peso se había ido encima de mis hombros, haberme abierto así con Theodoro y contarle mi pasado, ver que no se asustó, tuvo miedo o me juzgo, me hizo sentirme más segura a medida que le narraba todo. En ninguno momento vi rechazo mi miedo.
Eso solo me hacía confirmar lo obvio y estoy abiertamente a reconocerlo.
Sí, estoy enamorado de él y tenía más reversa un carro sin frenos.
Thedoro de Luca es un hombre en todo sentido de la palabra, educado, amable, bien hablado, caballeroso, sarcástico y un salvaje en la cama...
Eso no lo sabes, no hables Darla.
No lo sabes tú, porque yo sí.
Presumida, ya no lo podemos tener más. Por ahora.
Hago un puchero al verlo como esta, al salir de la clínica, se había caído por pisar mal, eso hizo que me preocupará y me desesperará al llevarlo al hospital.
Hiciste un show.
Cállate.
Como iba diciendo, llevándolo al hospital...
Y avergonzándote con tu padre.
¿Somos o no somos la misma persona?
Que sí.
—A veces me pregunto qué tanto es que hablas contigo misma. ¿Al caso tienes peleas mentales?
Las palabras de Theo me sacan de mi batalla campal.
Nos descubrieron, adiós.
—¿Perdón? — trato de disimular sus palabras, bajo el álbum de fotos que me tome prestado y lo miro fijamente o eso trato.
—Sé que me escuchaste, no eres tonta, señorita Darla.
—¿Cómo puedes estar seguro de eso?
—Bueno, de algún modo lo sé y también sé que hablas sola, amor.
Amor.
Dejo el álbum al frente de la mesa de la sala de estar y me recuesto en su hombro, el pelinegro con su brazo bueno me toma la mano y se la lleva para darme un beso.
