|CAPÍTULO TRES: ÍNDIGO.|

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ÍNDIGO.


Más aburrida que monja en plena discoteca, miro como mi tía Jessa le sonríe a la vendedora al momento de hacer su pago, a gusto toma su tela y entrelazas nuestros brazos, salimos del local y comenzamos a deambular por el gran centro comercial.


—Así que...

—¿Así que, qué? — pregunto distraída viendo las vitrinas del lugar.

—Quisiste venir conmigo a comprar tela, solo porque sí.

—Sí, que tiene de raro— respondo parando en una vitrina con unas tacones de infarto, me fijo en su modelo y color. — Son hermosos.


Escucho como la rubia se ríe y me retira del lugar.


—No sabes caminar en tacones tan altos. 

—Hablo del color, eran verde esmeraldas.

—Lo sé, los vi. ¿Me quieres contar o no?

—Alguien me rechazo.


Mi tía para de repente y me veo caminando sola, volteo ver la unión de nuestros brazos y me sorprendo del cómo se soltó.

Es tan silenciosa, como un gato.

Veo su corazón y es índigo, muchos pensaran que es un color fuerte y una de las tantas tonalidades del azul, pero no, es un color hermoso que demuestra tranquilidad, seguridad, estabilidad y sobre todo protección.

Y cada una de esas cualidades, describían a Jessa.


—¿Tenias novio? — volteo los ojos y voy hasta donde se encuentra, entrelazo nuestros brazos de nuevos.

—Por supuesto que no. Ya lo hubieras sabido— con un suspiro de alivio, retomamos nuestro camino.

—¿Entonces quién te rechazo?

—¿Te acuerdas que hace tres años estuve en Corea con papá?

—Claro, no querías ir— para de repente en una tienda de encajes y entramos a ella, veo como mira cada detalle y le pide unas cuentas cosas al vendedor. — ¿Y que con eso?

—Y te acuerdas del chico que vi ¿Verdad?


¿Por qué me siento como disco rayado?


Darla, debes encontrar otro modo de contar las cosas.


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