Darla Jonas tiene un don especial, un don que muchos no podrían entender. Darla Jonas tiene el don de ver los colores del corazón. Puede saber cuándo una persona esta triste, feliz, dice la verdad o una mentira, o si siente emoción o si la finge. A...
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THEODORO DE LUCA.
El oficial de policía verifica nuevamente el video del Centro Comercial, donde se puede observar claramente del como esa mujer loca me persiguió por más de una hora, este hace unas anotaciones y me mira por encima de la montura de sus viejas gafas.
—Señor de Luca. ¿Dice que no es la primera vez que lo hace?
—No, con esa sería la tercera. La primera fue en la Clínica Amor y Paz, la segunda oportunidad en la Universidad Green y como bien pudo ver, esa— señalo la pantalla— sería la tercera.
Sonrío al ver como asiente y se levanta del lugar disculpándose por un momento. En el momento que la había visto en el CC, sabía que su locura iba a salir a flote, por eso, decidí idear un plan, caminaría por varias tiendas del centro donde todas las cámaras podían grabarla y la traería hasta acá.
Realmente está loca.
Creí haber visto mal en la clínica, pero su comportamiento me lo confirmaba todo.
¿Quién en su sano juicio te aborda para pedirte ser amigos?
Un escalofrió recorre mi espina dorsal y doy vuelta para verla sentada en una de las banca del lugar como niña recién descubierta ante una travesura. Al sentir mi mirada, veo como la castaña con mechas verdes levanta su mirada lila y me derrite con la mirada.
Realmente es hermosa, sus ojos lilas resalta demasiado, tanto así que sus cejas espesas quedan en otro plano, su nariz es perfilada y bonita, además tiene una sonrisa angelical.
Cosa que estremecería a cualquier hombre.
Pero en este momento, su mirada me derrite, pero no de amor, sino del fuego que sale por ese iris.
La molestia es notable y hasta yo me sentiría así, pero era una advertencia de la cual no se salvaría.
—Solo quiero ser tu amiga— la escucho hablar y decido no prestarle atención.
