La hermosa ciudad de Heidelberg se convirtió de pronto en mi propia definición de pesadilla. No quería recordar, imaginar, ni tampoco deducir conclusiones; lo único que deseaba era salir de allí cuanto antes, y estaba consciente de que la única manera de lograrlo era volviendo a refugiarme en los pasillos más recónditos de la estación del tren.
El corredor de mosaicos amarillos, que antes me había parecido de lo más alegre, ahora me resultaba el lugar más lúgubre y descolorido de todos. Restaurantes, florerías, tiendas de recuerdos, locales de ropa y cafeterías; cada establecimiento tenía la pinta de ser sombrío. Las personas que pasaban a toda prisa lucían apáticas, cada quien viviendo su propia rutina mientras dirigían resignadamente sus pasos hacia las plataformas de abordaje.
¿Acaso era yo la que estaba transformándolo todo en caos, ruina y decepción? Era lo más probable, aunque tampoco estaba de humor como para tomarme la molestia de cambiarlo. Estaba cansada, esa era la verdad, harta de tener que fingir que no sentía el corazón a punto de estallar.
«No tengas miedo, Yvonne, no tengas miedo»
Ni siquiera estoy segura de cuántas horas pasé sentada sobre los suelos de aquella estación. ¿Seis o siete? ¿Nueve tal vez? No tenía idea, pues incluso la simple tarea de contabilizar el tiempo me traía memorias que no deseaba recordar. Me sentía ansiosa, me costaba trabajo respirar y, por desgracia, no podía hacer nada más que permanecer en el piso y convencerme a mí misma de que abrazarme a mis rodillas sería la mejor de mis posibilidades.
Era evidente que ya ni siquiera se trataba del mismo día, ¿sabes? La muchedumbre dejó de concurrir aquel espacio en cuestión de horas y los establecimientos cerraron sus puertas momentos después de que el lugar quedara casi vacío. Estaba segura de que todavía eran las dos o tres de la mañana para cuando finalmente me dispuse a ponerme de pie, limitándome a imprimir mi boleto en las máquinas de autoventa antes de dirigir mis pasos hacia las orillas de la plataforma.
¿Te digo una cosa? Quizás no me molesté en retener el tiempo porque, en realidad, no alcanzaba a percibir una verdadera razón para hacerlo: 29 de septiembre, 30 de septiembre... ¿Cuál era la diferencia? El vacío continuaba siendo el mismo.
«O, incluso, peor»
Subí al tren con más desgana de la que alguna vez creí que podría tener. No me importó el número de vagón, la extensión del pasillo ni el lugar de mi asiento. Las cosas eran diferentes, y lo peor de todo era que tampoco alcanzaba a comprender las verdaderas razones de mi angustia. Recorrí kilómetros de rieles con la cabeza recargada contra el respaldo del asiento y los ojos pegados al otro lado de la ventana. Bosque, carretera, poblado, estación, bosque, montañas, poblado, estación... Todo me parecía exactamente lo mismo.
Pasé varios minutos jugando con una de las mesillas retráctiles antes de toparme con la estación central de Frankfurt. A esas horas de la madrugada, resultó sencillo bajar del tren y recorrer las plataformas casi desiertas para dirigir mi caminata hacia los metros subterráneos. Era un hecho que vagar por este sitio resultaba peligroso, incluso por las mañanas uno tenía que acelerar sus pasos al cruzar por este tipo de pasadizos, pero... Claro, lo cierto era que estaba tan absorta en mis pensamientos —y en el modo tan repentino en que habían acabado por arrebatarme a Lukas— que simplemente me olvidé por completo de aquel detalle.
Sea como sea, la enorme cantidad de distracciones que me llenaban la cabeza no me provocaron mayores problemas más allá de una sensación creciente de asfixia. Necesitaba a alguien. Necesitaba a mi familia. Quería regresar a casa y hacerles saber lo mucho que las había extrañado, quería sentarme sobre los muebles de la sala y disfrutar con ellas de una deliciosa taza de jugo de moras. Anhelaba con todas mis fuerzas volver a escuchar sus voces y utilizar sus risas para convencerme a mí misma de que las cosas no tardarían en mejorar.
ESTÁS LEYENDO
Mi tiempo es inestable
Romance[Libro 2] Para solucionar el desastre que causó, Yvonne se ve forzada a resolver una serie de desafíos que ponen a prueba tanto su ingenio como su interés por recuperar la vida que perdió. A medida que avanza en su misión, los misterios van en aume...