Es de madrugada, pero no tengo ganas de dormir... Mentira. Lo cierto es que sí tengo ganas de dormir, aunque por algún extraño motivo, sigo sin poder hacerlo. No creo que se deba al nerviosismo que todavía me invade cada vez que pienso en lo que hice, pues apartar a un niño de su madre (sin siquiera haber brindado alguna especie de explicación) resulta un hecho digno de remordimiento. Aun así, no me parece que sea tal angustia la verdadera culpable de mi insomnio. Es algo todavía más trascendental y, en parte, soy consciente de ello.
Tú también recuerdas ese sueño perturbador, ¿no? Aquel que me hizo despertar con terror, en donde Lukas era perseguido por un par de magos y mi cuerpo quedaba paralizado sobre la explanada central de la estación. Seré sincera contigo: no puedo sacármelo de la cabeza. Haga lo que haga, la escena siempre vuelve a mi mente. Nunca he sido pesimista respecto a los sueños y mucho menos creía que tuvieran algún significado en particular. Para mí, simplemente eran sueños. Pero este... Vaya que fue diferente a todos los demás.
Según mi mamá, los sueños tienden a reproducir imágenes que hemos visto en la vida real. El cerebro utiliza nuestros pensamientos, ideas y vivencias para luego combinarlos en una serie de secuencias, parecido a un Frankensteinhecho de pedazos de nuestros propios recuerdos. Por eso no tienen sentido, por eso son tan extraños y, al mismo tiempo, tan familiares; todos provienen de fragmentos de nuestra memoria. Nada de lo que está allí es nuevo, aun cuando así lo parezca.
El problema conmigo es que, por primera vez y de manera que no puedo explicar, tengo la sensación de que ese sueño no era del todo mío. Fue como si algo de aquello no me perteneciera, como si de pronto no hubiese sido más que una intrusa en medio de la imaginación de otra persona. ¿Lukas teniendo la habilidad de manipular el fuego con sus propias manos? Estoy cien por cien segura de que ese contenido no provino de mi cabeza.
—Quiero leche —dijo alguien en lo más recóndito de la oscuridad, haciendo que me sobresaltara del susto—. Sí, y galletas.
Tras ese último murmullo comprobé que tan solo se trataba de Lukas.
—Y también con mucha crema —añadió.
Hablaba dormido, igual que mamá. Dibujé una sonrisa en mi rostro y me dispuse a sentarme a su lado, segura de que escuchar más de sus frases incoherentes sería mucho más divertido que limitarme a descifrar todo aspecto de aquel ridículo sueño.
—Uno, dos —empezó a contar—. Y... ¿dónde está el tres?
Pregunta seria: ¿hablar dormido sería una característica particular del quinto niño, o sería algo que él y el verdadero Lukas tenían en común? Hasta el momento, carezco de una respuesta.
—Ah, allí está el tres.
No te acomplejes, querido diario, daré todo de mí para completar los desafíos y regresar la vida de Lukas a la normalidad. Todavía no sé con exactitud cuándo y cómo, pero confío en que el medallón tiene la capacidad de corregir este desastre. Mi desastre.
«Todo es culpa mía, ¿no es cierto?»
—Pastel no come flores —volvió a balbucear el chiquillo minutos más tarde, sacándome otra sonrisa.
Una parte de mí estaba convencida de que, si él jamás me hubiera visto desaparecer bajo el resplandor de ese tragaluz, tal vez... Agh, odio pensar en lo que pudo haber sido y en lo que no fue. ¡Supéralo ya, Yvonne! Lo único que lograrás con reprocharte este tipo de cosas será enojarte contigo misma. "No hagas lo que sabes que te hará sentir mal" es un consejo de mamá, y la verdad es que tiene mucha razón. ¿Para qué torturarme con mis propios pensamientos cuando podía centrarme en el presente y sencillamente pasar un buen rato?
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Mi tiempo es inestable
Romance[Libro 2] Para solucionar el desastre que causó, Yvonne se ve forzada a resolver una serie de desafíos que ponen a prueba tanto su ingenio como su interés por recuperar la vida que perdió. A medida que avanza en su misión, los misterios van en aume...