Capítulo 25. Confianza

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(Nota de autora: El inicio de este capítulo contiene una escena subida de tono. He decidido cortarla para no desviar el flujo de la trama principal, pero si a alguien le interesa leerla a detalle, esta se encuentra en los extras al final de la historia.)


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Desde que tengo memoria, mi vista preferida ha sido la del mar a cualquier hora del día. Incluso si se ve más estético bajo un cielo despejado y el atardecer colorido, la sensación es la misma cuando mis ojos se pierden en el brillo de sus ondulaciones y la brisa salada abunda en mi olfato.

Pero en este momento, observando al amor de mi vida dormir profundamente, creo que he encontrado una mejor vista.

Sus labios entreabiertos mientras respira por ellos, esas gruesas pestañas negras curvadas hacia arriba, cómodo bajo la protección de sus cobijas que cubren hasta su cuello y lo mantienen cálido aunque su cuarto ya lo está. Esto es lo que hace a mi pecho sentirse ligero, libre de cualquier preocupación porque puedo ver qué él, mi actual prioridad, se encuentra bien.

Su piel se ve tan suave que no resisto la urgencia de tocarla, sacando una mano de la cobija y, lentamente, cuidadoso de no despertarlo con el movimiento y sonidos de fricción que hace la tela, la acerco a su cara; primero su cabello, luego su ceja derecha, y bajo la punta de mis uñas por su sien hasta llegar a su pómulo. Entonces con mis nudillos me atrevo a acariciar, piel con piel, el calor de su aliento alcanzando mi muñeca.

Me quedo así un minuto, puede que sea plural. No creo que sea una hora, pero es probable que sí. El tiempo no existe cuando estoy con él, mis latidos son demasiado silenciosos para guiarme en el paso de este.

Antes lo que me motivaba a despertar temprano era ir al gimnasio, a nadar o surfear si había buen oleaje, quizás la comida de la abuela, pero, desde los quince, soy yo quien está a cargo de eso, así que se volvió parte de mi rutina aburrida.

Estos días que han pasado me emociona esperar su mensaje de buenos días, verlo si nos es posible, escuchar su voz por el teléfono si no. Y ahora, que despierte para besarlo y prepararle el desayuno.

El universo está funcionando a mi favor hoy o mi tacto ya no es tan ligero y por eso mueve una ceja, luego sus ojos debajo de sus párpados, y estos comienzan a abrirse.

—Buen día. —Lo hubiera dejado asimilar mi presencia antes de hacer un sonido, pero me gusta desearle cosas buenas. Se las merece. Se las daré.

Tommy bosteza. Estira su espalda, sus brazos, y me sonríe.

—Mnn... Buenos días —responde con su voz alentada y ronca, un sonido que provoca sensaciones extrañas, pero bienvenidas en mi pecho.

—Perdón, no quise despertarte. —Aunque sí que lo hiciera.

—Está bien. —Vuelve a cerrar sus ojos y mueve su cabeza, pidiéndome que no pare de acariciarlo.

—¿Cómo dormiste?

—Soñé algo muy lindo...

—Cuéntame.

—No.

—Bueno.

—Yo era un zombi y tenías que matarme, pero me amabas tanto que en lugar de eso te dejaste morder y nos volvimos una pareja de zombis persiguiendo gente tonta.

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