ALLEN:
¿Como es que pasé de estar recorriendo las calles en mi moto a estar con un brazo enyesado y con una moto destrozada?
Sin duda tengo suerte, pude haber muerto. La verdad es que me fijé en la chica que iba cruzando la calle justo cuando ya estaba muy cerca, quise redearla pero perdí el control y caí de la moto y esta se estrelló contra una pared.
No era mi momento y estoy muy agradecido de que solo haya sido un raspón y un brazo fracturado y no algo más grave. Y no me cabe la menor duda de que me llevaré un gran regaño cuando mis padres se enteren, mamá pegará el grito al cielo y me dirá que siempre tuvo razón y que las motos son peligrosas.
Pero bueno, ahora viene lo difícil ¿cómo carajos me desvisto con un brazo enyesado?
Me senté en la cama y me quité las botas para después luchar con mi cinturón y pantalón hasta deshacerme de ellos. Está demás decir que me tardé más que si lo hubiese hecho con ambas manos. Y la parte que más me dolía era deshacerme de mi franela favorita, no había manera en que pudiera quitármela yo solo sin dañarla y dado a que era el único en casa; no me quedó de otra que tomar unas tijeras y cortar la manga del lado donde tenía el yeso, luego de eso, terminar de sacarmela fue un reto que después de varios intentos logré cumplir.
Me dirigí al baño para tomar una ducha y puedo decir que fue el baño más raro e incómodo que he tenido en toda mi vida; pues en todo momento tuve que tener el brazo medio alzado y fuera del alcance de la regadera para evitar que el yeso se mojara, una vez terminé me cubrí con una toalla como pude y tomé el botiquín para volver a la que era mi habitación antes de mudarme y curar el raspón que tenía en la pierna, un quejido salió de lo más profundo de mi garganta al sentir el contacto del alcohol con mi piel lastimada.
—Joder, esto arde como el infierno. —terminé de curarme y puse un poco de un polvo blanco que mamá solía usar en mis raspones cuando era niño; para que estos crearan la costra más rápido.
Dejé todo sobre la cama y fui hasta una de las gavetas para tomar un boxer y unas bermudas y colocarmelos, no me pondría franela pues será un problema cuando me la vaya a quitar y creo que no será necesario pues en poco rato me iré a dormir.
Tomé el botiquín y lo devolví a su lugar en el baño y luego bajé hasta la cocina para cenar algo, esas horas en el hospital despertaron un hambre voraz en mí y lo que hice fue tomar del refrigerador el resto de pizza que no comí anoche y lo llevé al microondas, cuando el sonido de este me avisó que mi cena ya estaba caliente la dejé sobre el comedor y saqué del refrigerador un botellín de jugo, hubiese preferido una lata de cerveza pero antes de salir del hospital el doctor me dijo que nada de alcohol por los medicamentos que me habían suministrado.
Estaba perdido en mis pensamientos cuando oí el teléfono de casa sonar, con desgano fui hasta el y al tomar la llamada lo primero que oí fue a mi madre ordenando que tomara la computadora, pues me harían una llamada por Skype, ni siquiera me dio tiempo a responder cuando ya había colgado la llamada. Fui hasta su habitación, tomé la laptop y volviendo a la cocina la dejé sobre la mesa, la encendí y aproximadamente diez minutos después se podía apreciar en la pantalla el icono de la llamada.
—¿Que te pasó? —fue lo primero que dijo mi madre al verme. Había olvidado cubrirme con una manta para evitar que me viera el yeso.
—Estoy bien. —le reste importancia al hecho de que casi me voy con San Pedro.
—¿Que te pasó? —preguntó nuevamente, y esta vez mucho más lento e intimidante.
Mamá podía ser bastante sobreprotectora y aún más siendo yo hijo único. Ni siquiera porque ya tenía 19 años y me había mudado solo hace poco, dejaba de ser así.
—Oh nada, un pequeño accidente nada más.
—¿¡Un pequeño accidente nada más!? —gritó escandalizada. —tienes un brazo enyesado y te atreves a decir que fue un pequeño accidente. —mi padre a su lado trataba de calmarla diciéndole que estaba llamando la atención de los demás en él restaurant. —es que si estuviera allá te daría una buena reprimenda, y me importa poco que ya seas mayor de edad, muchachito.
—¿Que sucedió? —preguntó esta vez mi padre.
—Perdí el control de la moto y me estrellé.
Los ojos de mi madre estaban a punto de salirse de su lugar al oír mis palabras, y en cuestión de segundos pasó de estar sorprendida a estar furiosa.
—Se los dije, pero ustedes nunca hacen caso. Te dije hace un año que haberle comprado una moto como regalo de cumpleaños sería peligroso, y ve el resultado, tiene un brazo enyesado. —mi madre cada vez subía más la voz y mi padre veía a los lados disculpándose por los gritos de su esposa. —¿No pretendes decirle algo?. —le pregunto esta vez a mi padre.
Este se quedó callado unos segundo y de repente preguntó:
—¿Tiene arreglo la moto? —apenas terminar de decir eso, mi madre le propinó un golpe en la cabeza provocando una queja por su parte.
—No lo creo, ahorita seguramente esté en el depósito de chatarra.
Ya veía armarsele una grande a mi padre por haber preguntado eso y no otra cosa, mi madre es una mujer de cuidado y es mejor tenerla contenta si no quieren saber hasta donde se pueden oír sus reclamos.
Ella nunca fue amante a la motos, por el contrario mi padre y yo sí lo somos, recuerdo que a la edad de 11 años me inscribió en una academia de bicicross y a los 15 ya había pasado al equipo de motocross y estaba a punto de realizar mi primera competencia. Ni siquiera sé cómo papá logró convencerla de ir a la pista ese día, tal vez no se dio cuenta que me desaparecí de su lado pero, cuando vio que me quité el casco y al presentador decir mi nombre casi se desmaya al saber que su hijo de tan poca edad había obtenido el segundo lugar en una carrera de motos.
Desde ese día siempre vivía tratando de persuadirme para que dejara la academia, pero no fue si no hasta mi cumpleaños 18 donde mi padre me regaló mi difunta moto que se dio cuenta que yo no iba a dejar de hacer lo que me gustaba.
—Tú y yo hablaremos seriamente en dos semanas cuando nuestro crucero termine. —cuando mi madre señalaba con su dedo significaba que estaba hablando muy en serio.
Seguimos hablando un poco más de mi estadía en el hospital y de la chica que casi me llevé por delante, sí, mi madre me hizo contarle todo tal cuál sucedió. No se quedaría tranquila hasta saberlo, y para no alargar más la conversación con un mismo tema preferí decirle a la primera.
—Cuídate, nos vemos en dos semanas. Toma todo lo que te recetó el doctor y por favor, deja de estar montando motos —me lanzó una mirada asesina apenas le dije que no lo haría. —si te vuelves a caer quiero que sea de tus propios pies y no de un cacharro de esos.
—Lo haré mamá. Sabes que con eso de no andar en moto no te haré caso, pero por lo menos seré más cuidadoso.
La llamada se terminó al igual que la pizza que había estado comiendo mientras hablaba con mis padres, fui a tirar la caja a la basura y tomando la computadora subí para dejarla en su lugar y luego ir a mi habitación a dormir. Me tiré cuidadosamente en la cama y pasé un rato pensando en cómo compraría una nueva moto, tengo ahorros y mi trabajo en la academia me dejaba un buen dinero, en un par de meses tendré otra.
Con esa idea en mente me deje vencer por el sueño.
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Enséñame a vivir
Teen FictionÉl vive la vida sin límites. Ella solo espera el final de todo ese tormento. Él cree que hay que vivir cada día como si fuese el último. Ella ha aprendido a aceptar que ese momento más temprano que tarde llegará. Allen ama sentir la brisa chocar...