☁️Capítulo 16☁️

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ALLEN:

Este no era el plan. Así no debía terminar mi visita a este lugar.

Se supone que comeríamos algo con chocolate y todo quedaría bien, y cuando acompañara a Nora de vuelta al departamento le daría el último regalo que le había traído.

Esto debía terminar con ella abriendo la gran caja que dejé en el auto, no conmigo con un nudo en la garganta y sin saber cómo reaccionar a su confesión.

—Hey —llamó nuevamente mi atención. No sabía en qué momento me había perdido en mis pensamientos —Ya no le des vuelta al asunto, por lo menos no ahora, no mientras estemos juntos.

—No puedo hacerme a la idea de que posiblemente morirás. Nora, no me pidas que deje de pensar en eso cuando es de ti de quien se trata.

—Tarde o temprano todos moriremos, si vivimos pensando en el momento de nuestra muerte realmente no estamos viviendo. Allen, yo no quiero vivir pensando en eso, quiero vivir disfrutando cada uno de mis días como si fuese el último.

No supe que responder a eso, solo me quedé viendo el plato frente a mí mientras enterraba una y otra vez el tenedor en la rebanada de pastel.

Así pasé unos cuantos minutos hasta que sentí algo embarrarse en mi mejilla y parte de mi boca, sorprendido alce la vista encontrándome con la chica frente a mí con una sonrisa de oreja a oreja y con su mano derecha cubierta de chocolate y trozos de pastel entre sus dedos.

—Como no cambies esa cara te aseguro que te embarraré el resto —señaló el plato frente a ella.

Ese gesto suyo hizo que sonriera, que lo hiciera de verdad y no solo una mueca forzada. Y por supuesto que no me quedé con esa, yo también tomé de mi pastel y le llené el rostro desde la frente hasta terminar rozando sus labios.

—Esto no se va a quedar así Allen James —amenazó, y tomando lo quedaba en su plato lo arrojó hacia mí, solo fue cuestión de segundos para que empezáramos a arrojarnos todo lo que teníamos a la mesa; terminado con las malteadas, lo que provocó que el reguero que estábamos haciendo se hiciera mucho más grandes con los charcos en el piso.

Los demás presentes en las mesas cercanas nos veían con total atención, y eso solo causó que tanto Nora como yo empezáramos a reír. Fue bueno, claro, hasta que llegó el encargado de la cafetería y nos echó del lugar.

Salimos entre risas, no sin antes disculparnos y por mi parte dejarle un poco de dinero por el desastre que habíamos hecho.

—Mamá va a reñirnos cuando nos vea llegar así de sucios —decía Nora, mientras iba sacando trocitos de pastel de su cabello.

—Le diré que ha sido tu culpa, que has sido tú quien ha empezado arrojandome pastel.

—Te diría que no te va a creer, pero sería mentira, es más estoy segura que ella sola llegaría a esa conclusión.

Así pasamos los pocos minutos que tardamos en regresar al complejo residencial, iba a quedarme en un hotel cerca pero antes pasaría a saludar a los padres de Nora y a su hermana, que fue quien me dio la idea de dejar notas en los libros.

Apenas Nora abrió la puerta del departamento; su madre salió con un paño de cocina en las manos y luego de una mirada rápida nos hizo señas de no movernos de nuestro lugar.

—Nora, ¿qué te he dicho sobre no arrojarle la comida encima a la gente? —preguntó llevando sus manos a la cintura, adoptando una pose digna para una reprimenda.

—Te dije que sabría que yo comencé sin siquiera insinuarlo —susurró para que solo yo pudiera oírla.

—Vayan a limpiarse que están ensuciando el tapete —sin decir nada ambos nos encaminamos hacia el baño, yo siguiendo a Nora al no saber que puerta era exactamente la que daba a dicho lugar.

Enséñame a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora