Un simple desmayo puede ser el inicio de vuelta al mismo ciclo que he tratado de romper desde que tengo 14 años, creí que lo había superado, pero no, ha vuelto por mi y no se cansará hasta que me gane. La vez anterior luché con todas mis fuerzas y lo logré, esta vez no estoy segura de tener la misma fuerza que tenía años atrás.
Le prometí a mi madre que no abriría el sobre hasta llegar a casa pero la curiosidad pudo más, quería saber a que se debía ese desmayo y el por qué de mi mal estado de salud últimamente, y ahora que lo sé solo desearía que fuese una pesadilla, pero no, no lo es, esta es la triste realidad.
Mi realidad.
Iba tan pensativa y tratando de retener las lágrimas que luchaban por salir que no me di cuenta que iba cruzando la calle sin siquiera haber visto para los lados, grave error, estaba justo en medio de la calle cuando alguien gritó y al alzar mi vista vi que venía una moto a gran velocidad y a muy poca distancia, mi cuerpo se paralizó, esto era todo, si no me mataba una cosa lo haría otra. Cerré mis ojos esperando el impacto pero este nunca llegó, contrario a eso oí como algo se estrellaba y como alguien soltaba un quejido, abrí los ojos rápidamente y busqué a mi alrededor hasta encontrar a un chico tendido en el asfalto y a unos cuantos metros una moto roja completamente destrozada.
Sin pensármelo dos veces corrí hasta donde estaba el chico tendido, me puse de rodillas y con cuidado le saqué el casco, sus ojos estaban cerrados y de inmediato tomé su pulso, estaba vivo, alguien entre la multitud que se había reunido avisó que ya había llamado a una ambulancia y que esta estaba en camino. El chico soltó un quejido y trató de moverse pero de inmediato coloque mis manos sobre su pecho deteniendolo, no podía moverse, no sabíamos que tan fuerte había sido el golpe y si tenía algo roto.
—No te muevas, pronto llegará la ambulancia. —quité mi bolso y lo puse con cuidado bajo su cabeza.
El típico sonido que hacen las ambulancias empezó a oírse cada vez más cerca, de pronto las personas que nos rodeaban se apartaron dando paso a los paramédicos, estos hicieron los procedimientos necesarios y luego pusieron al chico sobre una camilla la cual desplegaron para subir a la ambulancia. Sin pensármelo dos veces tomé mi bolso y me acerqué corriendo a ellos, uno de los paramédicos se fue a la parte delantera mientras que el otro quedaba atrás y estaba a punto de cerrar las puertas cuando lo detuve.
—¿Estará bien?. —pregunté.
—No puedo darle información a menos que sea familiar, ¿quién es usted? —preguntó echando una vistazo hacia atrás y asintiendo a algo que le decían. —debemos irnos señorita.
—Soy su hermana. —dije lo primero que se me ocurrió y pese a que seguramente el paramédico no me creyó, aún así me dejo subir.
El paramédico que estaba atendiendo al chico le puso una mascarilla de oxígeno, me preguntó que sucedió exactamente pues tendría que dar parte a los médicos cuando llegáramos y así ellos sabrían que hacer, conté todo tal como lo recuerdo y tras un asentimiento por parte del hombre el lugar se sumió en un silencio que duró poco tiempo pues la ambulancia se detuvo.
Las puertas se abrieron y entre los dos paramédicos bajaron la camilla donde se encontraba el chico, un par de doctores se acercaron y se llevaron al chico por un pasillo, intenté seguirlos pero un guardia de seguridad me lo impidió y me indicó que fuese a la sala de espera.
Sin muchas ganas hice caso a sus palabras y me dejé caer en una de las sillas de la sala de espera, este olor a antiséptico me traía malos recuerdos, odio los hospitales y clínicas, me recuerdan a esa etapa de mi vida donde viví más en uno de estos que en mi propia casa y ahora todo comienza de nuevo.
Le envié un mensaje a mi madre diciéndole que me había quedado en una cafetería a tomar algo para no preocuparla, sé que si le decía que estaba en el hospital dejaría todo y vendría cuanto antes, aún cuando no fuera yo a la que estaban atendiendo los médicos.
El tiempo pasaba y personal médico corría de un lado a otro, personas entraban y salían y yo aún no tenía noticias sobre el chico, estaba ansiosa, había ido a la cafetería un par de veces y caminado hasta la máquina expendedora por galletas o papas tantas veces que ya tenía un montón de bolsas de chucherías en mi bolso. No aguantando más tomé mi bolso y me acerqué hasta recepción donde se encontraba una mujer de unos cuarenta años, luciendo un uniforme tan blanco que por alguna razón quería hacerle una pequeña mancha para que así ya no estuviera tan pulcro.
—Disculpe —llamé su atención haciendo que dejara de escribir en la computadora. —podría darme información sobre el chico que ingresó hace rato por un accidente, por favor.
—¿Nombre del paciente?. —preguntó.
—Ahm... no lo sé. —respondí dudosa haciendo que la mujer frente a mi levantara una ceja.
—Entonces no puedo darle información, lo siento.
Iba a suplicarle que me dijera algo cuando el chico apareció por el mismo pasillo por el que se lo habían llevado, ahora venía por su propio pie, teniendo un brazo enyesado y su pantalón rasgado con una pequeña mancha de sangre seca, el doctor que venía con él le hablaba a lo que el chico asentía, por último le tendió un papel y con una palmada se despidió. El chico se dirigió hacia la salida, cojeaba un poco así que sin pensármelo dos veces troté hasta el y pasé su brazo bueno por mis hombros para ayudarlo a caminar mejor.
Me vio sorprendido y se resistió un poco pero luego de dedicarle una pequeña sonrisa se dejó ayudar, caminamos un par de metros hasta que lo dejé sentado en una banca, minutos después vi un taxi acercarse así que le hice una seña y se detuvo frente a nosotros, abrí una de las puertas traseras y volví por el chico que había dejado en la banca, lo ayudé a entrar y luego de sentarme a su lado y cerrar la puerta el conductor se puso en marcha.
—¿Eres la chica despistada que cruzó la calle como si fuera inmortal?.
—Sí, y al parecer tu eres el chico que prefirió estrellarse contra el asfalto para evitar llevarme por delante. —el conductor pidió la dirección así que le dije al chico a mi lado que le dejaría en su casa, este asintió y le dijo al hombre tas el volante hacia donde ir.
No estábamos muy lejos de su vecindario, en cuestión de segundos estábamos aparcando frente a una bonita casa, me bajé y le ayudé a hacer lo mismo, le indiqué al conductor que esperara y ayudé al chico a llegar hasta la puerta de su casa, abrió y antes de adentrarse se giró clavando su vista en mí.
—Soy Nora. —me presenté sin saber que más decir para romper el silencio que nos había envuelto.
—Mucho gusto, Nora. —extendió su brazo bueno e imité su acción tomando nuestras manos. —Soy Allen. Allen James.
Le dediqué un asentimiento de cabeza y después de agitar mi mano como despedida me di la vuelta para volver al taxi, me subí y dándole mucho dirección al conductor nos marchamos de allí.
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Enséñame a vivir
Teen FictionÉl vive la vida sin límites. Ella solo espera el final de todo ese tormento. Él cree que hay que vivir cada día como si fuese el último. Ella ha aprendido a aceptar que ese momento más temprano que tarde llegará. Allen ama sentir la brisa chocar...