☁️Capítulo 9☁️

591 130 11
                                    

NORA:

—Hay muy poco en esta lista.

Con Allen habíamos tenido una pequeña discusión acerca de la lista de mis últimos deseos, y es que él aún no podía entender por qué una persona tan joven estaría pensando en el día de su muerte. Si estuviese en su lugar seguramente yo tampoco lo haría.

—Es lo que se me ha ocurrido hasta el momento. Supongo que después agregaré mis cosas.

—Ir a un festival de música, pasar tiempo con familia y amigos, volver al muelle de las luciérnagas — a medida de que leía lo que estaba escrito en el papel su ceño se fruncía más —... un primer beso. Espera... ¿aún no has dado tu primer beso?

—No.

—Eso es interesante, ¿por qué no lo has hecho? Por cierto, ¿cuántos años tienes?.

—17. En un par de semanas cumplo 18. Y pues, no sé, hay un chico que me gusta pero no he tenido el valor de acercarme.

Allen se sentó en el bordillo de la acera y yo imité su acción.

—¿Tienes miedo de que te rechace? —preguntó.

—Tal vez. Es solo que desde hace unos cuantos años hubo un cambio drástico en mi vida, y durante mucho tiempo estuve pendiente de otros asuntos, no tuve suficiente tiempo como para ir a fiestas y hacer cosas bajo la influencia del alcohol y luego arrepentirme al siguiente día.

—Creo que puedo ayudarte en eso. Yo soy casi experto haciendo cosas de las que luego me arrepiento.

Ninguno dijo más, pero no fue necesario, el silencio que se hizo presente nos dió a entender que realmente sí haríamos lo que había escrito en esa lista.

Allen se levantó y empezó a caminar haciéndome señas de que lo siguiera, lo hice sin preguntar a dónde íbamos, a este punto, me había plantando seriamente vivir el momento; sin preocuparme mucho de cual sería el destino.

Solo vivir y ya.

Recorrimos un par de calles hasta que a lo lejos frente a nosotros se vió el gran cartel que daba la bienvenida a la feria. Solo duraría una semana y hasta el momento yo no había venido.

—Espero que no le tengas miedo a las alturas —dijo Allen, y tomando mi mano empezó a tirar de mi para que fuera a la par de él. Nos llevaba justo a la larga fila que había para poder subir a la montaña rusa.

Una vuelta tras otra los vagones subían y bajaban a gran velocidad, los gritos y risas de las personas se oían, y la fila se iba haciendo más corta. Cuando llegó nuestro turno subimos al primer vagón, uno de los trabajadores se fijó de que la barra de seguridad estuviera bien colocada, así fue con cada uno de los vagones hasta que de a poco se empezó a mover cogiendo cada vez más fuerza, la primera subida era poco empinada, volteé a mi derecha y ahí estaba él con una gran sonrisa; solo disfrutando del momento.

De pronto caímos, la brisa hacia que mi cabello volara por todas partes e incluso que se pegara a mi rostro, por detrás de nosotros se oían gritos, pero pese al bullicio lograba oír la risas de mi amigo a mi lado.

Una vuelta tras otra y me permití disfrutar como lo estaban haciendo los demás, me permití fijarme en la vista del lugar por pocos segundos cuando la fila de vagones llegaba a las puntas más altas antes de dejarse caer. En pocas palabras, me permití disfrutar del momento sin pensar en nada.

—¡Eso fue genial! —exclamó Allen apenas bajamos del juego —¿Nunca te conté que mi padre y mi tío rentaron un parque de diversiones para celebrar mi cumpleaños y el de mi primo? —negué a su pregunta —pues sí, lo hicieron, cerraron el parque al público durante una tarde para que solo lo usáramos mi primo y yo junto con los amiguitos que invitamos.

—Vaya, tu familia si que debe tener influencias y dinero. —comenté pensando en lo costoso que me saldría a mi rentar un parque solo para mi y mi familia.

Caminamos hasta un puesto de algodones de azúcar y Allen compró dos, me dió uno y así entré charlas de todo tipo nos dedicamos a recorrer la feria. Subimos a algunos juegos más y luego paramos casi en el centro de todo el lugar, allí donde habían varios puestos de juegos de puntería.

Alguien captó mi atención y dejé de prestarle atención a lo que me estaba diciendo mi amigo. A unos cuantos metros por delante de nosotros se encontraba Jacob Miller.

—¿Es él? —la voz de Allen a mi oído me hizo volver a prestarle atención, eso y que su respiración me hizo un poco de cosquillas.

—Lo siento, ¿qué dijiste?

—Pregunté que si ese es el chico al que no te atreves a hablarle —Asentí —Yo lo conozco, pero no cuentes con que voy a ayudarte a besar a ese gilipollas.

Volteé a verlo de inmediato. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y su rostro estaba neutro, haciéndome difícil descifrar emoción alguna.

—¿De donde lo conoces?

—Suele ser mi rival en las competencias —me quedé observándolo fijamente a la espera de que entendiera que quería saber más —Corre para otra academia. ¿Recuerdas que te dije que era casi experto en hacer cosas de las que luego me arrepentía? bueno, hace casi un año participé en una carrera de motos ilegal, él también. Gané pero los de su grupito no estuvieron dispuestos a pagar la apuesta, se armó una pelea entre ambos grupos y para hacerte el cuento corto, en cuestión de nada el lugar se llenó de patrullas y más de uno terminamos detenidos.

—¿Y de que te arrepientes?

—De no haberle partido la cara cuando vociferó a los cuatro vientos como burla, que se había tirado a mi novia de ese entonces, un día antes de las nacionales —quise decir algo pero no me dió tiempo porque Allen siguió hablando —pensé que eran mentiras hasta que se lo pregunté a ella, se puso nerviosa y luego no supo como actuar. Se delató ella misma.

Un sonoro suspiro salió de sus labios, el silencio se volvió un poco incomodo hasta que volvió a hablar.

—Dije que iba a ayudarte a cumplir lo de tu lista, aún cuando me parece estupido que pienses en tu muerte cuando solo tienes 17 años. Cumpliré lo demás, pero esto no, no pretendo lanzarte a sus brazos. Si quieres hacerlo eso sigue siendo tu decisión.

Preferí dejar el tema a un lado y seguir disfrutando del paseo por la feria, ya eran casi las 8:00 de la noche por lo que pronto debía volver a casa. Dimos un par de vueltas más por el lugar y, aunque seguíamos conversando, algo no se sentía igual. De cierta manera seguía siendo incómodo luego de esa conversación.

Enséñame a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora