Una semana había pasado desde que había discutido con Allen, siete días donde no habíamos tenido contacto alguno y moría por contarle lo sucedido después que llegué con mi hermana y Santiago.
Una broma. Eso fue, y aunque sé que debo disculparme no quiero ser yo quien inicie la conversación.
—¿Que tal te sientes? —preguntó mi hermana, sentándose a mi lado en el balcón.
—Supongo que podría estar peor.
Y era cierto, esto apenas comenzaba y no había llegado al punto donde mi aspecto físico se viese tan mal como la vez anterior. Apenas y se marcaban un pocos las ojeras, pero mi cuerpo había perdido la energía, solo salía de casa para ir al hospital y cuando por fin podía volver solo me provocaba no levantarme en unos cuantos días de la cama.
El cansancio físico y mental era lo peor que podía pasarme en estos momentos.
—¿No has hablado con Allen? —volvió a preguntar.
—No. Han pasado más días de lo normal cuando solemos discutir, no le culpo si ya no quiere volver a hablarme.
—Yo creo que si arreglaran su amistad. Me parece un buen chico y, eres mi hermana y te amo con todo mi ser, pero lidiar contigo no es fácil y si no huyó la primera vez, no creo que lo haga ahora.
Dicho esto, dejó un beso en mi cabeza y luego se marchó dejándome sola de nuevo. Tomé el libro que había dejado sobre la mesita junto a mi y le eché un vistazo, pero solo pude leer un párrafo y cerrandolo lo tiré de nuevo en la mesa.
Era frustrante tener poco que hacer, aunque mi energía no daba como para hacer mucho realmente. No tenía sentido que leyera otra vez el mismo libro cuando ya lo había hecho tres veces en las últimas dos semanas, y comprar unos nuevos no estaban en mis posibilidades porque no tenía dinero y no sería justo pedírselo a mis padres cuando se estaban dejando hasta el alma en mi tratamiento médico.
Solo me quedaba hacer lo mismo que todas las tardes, sentarme en el pequeño balcón de mi habitación y ver el atardecer hasta que el azul oscuro consumiera todo el brillo del sol.
Ese era el plan, ya sabía justo la hora en la que el sol se ponía en el horizonte dispuesto a marcharse lentamente, pero no contaba con que una llamada cambiara mis planes.
Pero no cualquier llamada sino una que estuve esperando durante siete días.
Apenas acepté la llamada su voz se oyó del otro lado de la línea.
—Podrías abrir la puerta, por favor. Creo que nadie más oye que llevó varios minutos tocando.
Y sin decir nada más colgó, miré mi teléfono extrañada pues en el departamento solo estábamos mi hermana y yo porque mis padres habían salido, y hasta donde sabía, Sara estaba en la sala viendo televisión.
—¿Estaban tocando la puerta? —pregunté apenas llegué al sofá donde estaba echada mi hermana.
—Eh... no. —me vio, extrañada por mi pregunta.
Que raro todo esto, sería que Allen se confundió de piso. Aunque... yo no recuerdo haberle dado la dirección de este lugar.
Sin más abrí la puerta y eché un vistazo al pasillo, estaba desierto, pero sobre el tapete junto a la puerta estaba un libro con un pequeño moño rojo pegado. Lo tomé y lo abrí encontrándome en la primera hoja una nota con algo muy breve «En el ascensor hay otra pista » dejé la nota en el interior del libro y me volteé hacia mi hermana para avisarle que saldría un momento.
—Si tardas mucho entonces llévate un abrigo, no será bueno si te resfrías.
Asentí a sus palabras y tomé mi abrigo del perchero junto a la puerta y salí directo hacia el ascensor, las puertas tardaron poco en abrirse y cuando entré, en un esquina había otro libro, esta vez con la nota puesta en la cubierta.
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Enséñame a vivir
Teen FictionÉl vive la vida sin límites. Ella solo espera el final de todo ese tormento. Él cree que hay que vivir cada día como si fuese el último. Ella ha aprendido a aceptar que ese momento más temprano que tarde llegará. Allen ama sentir la brisa chocar...