NORA:
Si mi vida fuera como un sueño, probablemente estaría en Hawaii sentada en una reposera en el hotel mientras tomo un batido con una sombrillita de adorno, pero no, mi vida no es ese sueño que tuve hace dos noches. Contrario a eso, estoy sentada en una silleta en el hospital mientras una vía está puesta en mí brazo pasando el medicamento.
—Háblame, no quiero dormirme —pedí al chico tras la pantalla.
—En dos semanas tengo una nueva competencia y, actualmente estoy bastante a tope con la universidad. Solo llego de clases y por la tarde voy a la academia, el único momento que me queda libre es en la noche y la uso para dormir.
—Tristemente esta vez no podré asistir —me lamenté. La vez pasada me entretuve bastante, y me impresionó la agilidad que tiene Allen para manejar la moto y colarse hasta quedar en los primeros lugares.
—Ya inventaremos algo, puedo conseguir que alguien me pase la grabación.
Alcanzaba a ver las repisas detrás de Allen, estaba llena de trofeos, medallas y algunas placas que supuse son reconocimientos. Eso sin contar la colección de cascos de diferentes colores que estaban en la repisa más alta.
—Oye, ¿por qué tienes tantos casco? Si recuerdo que dijiste que solo has tenido dos motos, la difunta y la actual. —pregunté, acercandome un poco a la pantalla de mi laptop.
El chico tras la pantalla volteó a ver detrás de él y luego volvió a su anterior posición, solo que está vez una gran sonrisa adornaba su rostro.
—Ah, es que mi padre me ha regalado un casco nuevo desde que entré a la academia, siempre el día de mi cumpleaños, pues un día como ese me inscribió a escondidas de mi madre. —soltó una risita al decir eso. No era la primera vez que oía que su madre no estaba de acuerdo en que corriera motos. —El negro con verde fosforescente fue el primero, cuando apenas iniciaba con las bicicletas. —se levantó de su lugar y fue hasta la repisa para tomarlo. —¿Ves esto? —señaló una marca en el lado derecho del casco —Es como una marca de familia, por decirlo de alguna manera, JK por mis apellidos, Johnson Kelly.
—Esa marca es la misma que está en el pomo de la puerta —murmuro sin pensar, pero me doy cuenta de que me ha oído porque levanta una ceja.
—¿Me estabas stalkeando? —preguntó, con un tonito burlón.
—Ehh... sí, pero no fue por eso que me di cuenta. Fue cuando fui a casa de tus padres a ver como seguías, ya sabes, luego de que terminaras en el hospital por no atropellarme. —le recuerdo —Vi esas iniciales en la cerradura y en ese momento sentí curiosidad por saber el significado.
—Bueno, ahora lo sabes, J K de: los guapos Johnson y los raros Kelly.
—¿Por qué guapos y raros? —pregunté, a lo que él se encogió de hombros.
—Así los apodó mi tío, Guapos; supongo que haciendo alusión a él y a mi padre, aunque no los una ese apellido precisamente, y Raros, pues... supongo que es por el mote cariñoso por el que se refiere a mi madre.
Me sentía agotada físicamente, y mi estómago estaba un poco revuelto, pero son efectos del medicamento. Recuerdo que antes también fue así.
—Odio esto, me hace sentir débil.
—Yo creo que eres la persona más fuerte que he conocido, no todos soportan algo así y tienen la suerte de una segunda oportunidad.
Dejé de prestarle atención a las palabras de Allen y me fijé en la enfermera que caminaba hacia mí, su uniforme blanco impoluto me revolvía más el estómago. El chico en la pantalla de la laptop alcanzaba a ver poco de lo que pasaba, y yo por mi parte solo me concentré en limpiar las gotitas de sangre que salían de mi brazo, justo donde había tenido la vía hace unos segundos atrás.
La joven mujer se retiró y luego de despedirme de mi amigo, asegurándole que le llamaría al llegar al departamento, cerré la laptop y salí de la habitación para ir hacia la pequeña sala donde estaban mis padres hablando con el doctor Campbell.
—Nos vemos en la próxima cita. Y tú, jovencita —se giró para quedar frente a mí —descansa y come saludable para que repongas energía rápidamente.
Se despidió de mis padres estrechando sus manos y a mi me rodeó entre sus brazos, asegurándose de ejercer la presión adecuada.
—Vas muy bien, pequeña Nora. Ya verás que luego de este momento, los que vienen serán mucho mejores.
Asentí a sus palabras y dedicándole una sonrisa desganada seguí a mis padres hasta la salida. El trayecto hasta casa fue silencioso, cuando entramos al departamento mi estómago rugió al percibir el aroma en el aire, esto solo podía ser obra de la abuela.
Y sí, no me equivocaba, en la barra de la cocina estaba mi hermana picando pimetones y cerca de ella nuestra abuela, quien revolvía algo en una sartén.
—¡Qué sorpresa! ¿Por qué no dijeron que vendrían? ¿Dónde está mi padre? —preguntó mi padre echando un vistazo a la sala y el pasillo que daba a las habitaciones.
—A salido a comprar un postre, le dije que debía ser especial porque sería para mi nieta favorita. —respondió la abuela, acercándose a mí y pasando uno de sus brazos por mi hombro en una apretón cariñoso.
Se oyó el cuchillo sonar contra la tabla de madera y de inmediato mi hermana fijó la vista en nosotras.
—¿Cómo que tu nieta favorita? —preguntó alzando una ceja y cruzándose se brazos —. Yo nací primero, se supone que yo debo ser tu favorita.
La abuela soltó una risita mientras mi hermana rodeaba la barra y se acercaba a nosotras, me estrechó en un fuerte abrazo mientras nos mecía de un lado a otro.
—Lo voy a pasar solo porque de todos sus nietos tú también eres mi favorita, y que sepas que tú fuiste el regalo que le pedí a Santa hace casi seis años.
Mi familia suele ser bastante cariñosa, pero hoy todos se están pasando, ¡incluso mi doctor me abrazó!.
Esto está bastante raro.
—Anda a descansar, cuando la cena esté lista te llamaré —ordenó la abuela, dándole un leve empujón como énfasis de que me marchara a la habitación.
Aproveché que pasaba junto al baño y entré para lavar mi cara, la vista que me devolvía el espejo frente a mí no era nada parecida a mi yo de hace unos meses, para nada, era consistente de que había bajado un poco de peso, mis ojos lucían cansados, sin dejar de lado las pequeñas ojeras que le hacían compañía a esa mirada apagada.
Y sin contar que de a poco mi cabello iba desapareciendo, primero cuando las hebras quedaban enredadas en el peine, mucho más de lo normal, y luego al mi hermana pasar sus dedos por mi cabello y alcanzar a ver como muchas hebras castañas quedaban en en su mano, y aunque intentó ocultarla rápido igual lo pude ver. No me sorprendía, sabía que volvería a suceder.
Entré en la habitación que ocupaba y sin siquiera quitar mis zapatos me dejé caer en la cama echa un ovillo, mientras abrazaba el pequeño delfín que tenía desde chica, pensando en por qué yo, por qué otra vez tenía que volver a sufrir de esta manera. Y sin poder evitarlo, las lágrimas se fueron derramando una tras otras hasta quedarme dormida.
Holis✌ al fin pude terminarlo, algo es algo jaja, este perro bloqueo no me quiere soltar 😔
Nos leemos pronto... espero.
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Enséñame a vivir
Ficção AdolescenteÉl vive la vida sin límites. Ella solo espera el final de todo ese tormento. Él cree que hay que vivir cada día como si fuese el último. Ella ha aprendido a aceptar que ese momento más temprano que tarde llegará. Allen ama sentir la brisa chocar...