Parte 1

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Mis amigas hablaban sin parar a mi lado sobre no sé qué cosa, porque tanto mis oídos como mi atención estaban puestas en él.

Analizando y admirando cómo se balanceaba en su asiento y mantenía esa sonrisa socarrona y burlona pegada en su cara. Riéndose de uno de sus amigos.

—Hillary. ¡Hillary! —Sacudí mi cabeza y volteé a ver a la que me llamó. Fruncí mi ceño.

—Disimula un poco tu interés en él —se burló, Valentina. Mi otra amiga rio.

—Cariño, se te sale la baba. Límpiate —señaló una comisura suya, diciéndome que ahí era el lugar donde supuestamente estaba el rastro de saliva mía.

Por inercia estúpida, me pasé el dorso de mi mano y ambas soltaron una carcajada bastante fuerte. Que incluso, varios miraron a nuestra mesa. Yo rodé los ojos y bufé, miré a ambas con una mirada fulminante.

—Venga ya, Hilly. Es broma, no te enojes.

—Claro —respondí, un poco irritada por la misma situación de siempre.

—Pero es que... ¡Nuestra pequeña está enamora...! —asustada, le estampé mi mano en la boca de Valentina, callándola, y por el repentino movimiento, le golpeé algo fuerte. Ella me fulmina que incluso, sentí un miedo correr por mi cuerpo.

Quité mi mano y le sonreí, inocente.

Levantándome de mi asiento, empecé a correr como nunca; ella hizo lo mismo atrás mío. Gritándome que se las iba a cobrar. Mientras tanto Eri se puso de pie lentamente, suspirando y anhelando paciencia.

Eri, una chica baja, acuerpada, de cabello corto es la más vieja de las tres. Además de que es la más seria y es como nuestra mamá.

Valentina es más alta, rubia tintado, un poco curvilínea y la más simpática. Loca, eso sí, es la que más hace bromas y de una risa casi escandalosa.

Y yo, Hillary, la menor de todas, casi de la misma estatura de Valentina, pero por unos centímetros más baja. Mi cabello es largo y castaño claro, no tengo curvas marcadas ni mucho menos un culo grande como Eri lo tiene, ni pechos como Valen.

Mientras corría por mi vida por los pasillos, esquivando a varios estudiantes y ganándome varias miradas raras y de reproche, llegué casi sin aire al baño y me encerré en un cubículo. Me senté sobre la tapa del inodoro, inspirando el aire que me faltaba.

— ¡Hillary yo sé que estás aquí! ¡Cuando te encuentre, ya verás! —tragué saliva. Sé que lo dice de broma, pero un golpe como yo le di, no es para quedarse de brazos cruzados.

Tan ida que estaba, no me di cuenta que arriba, se asomaba la cabeza de la rubia.

—Te encontré.

Abrí mis ojos tan grandes que sentí que se me salieron. Vi como luchaba en subirse por completo para estar en el cubículo donde estoy. No me sorprende esa acción de su parte.

Abrí la puerta e intenté salir, pero ella, de una forma muy anormal, me agarró del brazo.

— Ay, ay ay ay. ¡Espera! —grité, mirándola a los ojos— ¡¿Por qué me vas a pegar si fue tu culpa?!

— ¡¿Mi culpa?! ¡Me diste una bofetada en mi hermosa boca!

— ¡Estabas gritando y él podía escuchar!

— Ahhh ¡Pero no era para que tú me pegaras! —hizo énfasis en el pronombre.

— ¡Te iba a callar!

— ¡Pero si es la verdad, Hilly! ESTÁS ENAMORADÍSIMA, no, TRAGADÍSIMA, eso sí.

Varias chicas en el baño nos miraban como bichos raros. ¿Y quién no? Un par de locas gritando en un baño. Cualquiera que nos escuchara nos miraría así.

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora