Parte 26

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En este preciso momento me encuentro jalándome los pelos al ver la cantidad de tareas que tengo pendiente para estos días y las semanas siguientes.

Si alguna vez maldije por tantas tareas que tenía en el colegio, aquí es peor. La universidad no es como lo pensé; aquí casi ni duermo y el estrés anda hasta el tope en mi cabeza, no me imagino los estudiantes de carreras más complicadas.

Mis amigas y compañeras de cuarto se encuentran cada una sumida en sus deberes, Valentina tiene audífonos puestos, hablando por zoom con una de sus compañeras –puesto que esta tiene una varicela y no se pueden reunir- en el balcón, para no interrumpirnos. Eri se encuentra sentada sobre la silla que tiene la mesa de estudio y yo, me encuentro sentada en el piso a los pies de mi cama. Sollozando porque no entiendo lo que me toca hacer y porque estoy que me arranco los pelos del estrés.

Me tumbo de espalda al suelo, logrando golpearme con fuerza la cabeza. Ya me da igual, solo quiero descansar un poco.

Eri se da cuenta y gira su rostro hasta donde pudo, para verme.

—¿Tomamos un descanso?

Sorbo los mocos que se me quieren salir —Quiero pero a la vez no, ¡no entiendo ni una puta mierda! —vuelvo a sollozar. Mi amiga se levanta de su puesto y se encamina hasta llegar a mi lado. Mirando desde su altura los apuntes que tienen gotas de lágrimas, ya que éstas cayeron allí.

—No esfuerces tu mente, Hilly, que te dará dolor la cabeza.

—Pues ya es tarde porque siento que se me va a explotar —farfullo, quitándome de mala gana las lágrimas.

Escucho un suspiro de su parte, se acuclilla y agarra mi muñeca, yo la veo desde mi posición y a través de las lágrimas que se volvieron a acumular.

—Vayamos a por unos chuches, necesitas un poco de chocolate para que renueves las energías. Y, tomar aire te hará bien. Vamos. De igual, también necesito un descanso —tomo aire con fuerza, exhalándolo con lentitud. Me reincorporo para luego ser levantada con la ayuda de mi amiga un poco más baja que yo. Me dirijo al baño para echarme agua en la cara y tratar de que mis ojos rojos e hinchados no se noten tanto.

Cuando vuelvo a salir, veo a la pelicorta avisar a la otra chica de nuestro trío, Valentina le habla, tal vez pidiéndole que le traiga algo en específico.

—¿No irá? —pregunto cuando Eri aparece de nuevo frente a mí, en busca del dinero tanto en su espacio como en el de Valentina.

—No. Tienen que terminar con el trabajo, y además, no tienen problemas, así que no necesita descanso urgente.

Muevo mi cabeza, entendiendo. Ya quisiera yo estar en su lugar en este momento.

Nos colocamos nuestro calzado para dirigirnos por fin a la tienda que no queda tan cerca. Por lo menos, el camino es un poco extendido y la calma puede durar.

A pesar de que el verano no se ha acabado del todo, la tarde no está tan calurosa, gracias a las nubes que cubren el sol.

Durante todo el camino de ida, Eri y yo no pronunciamos palabras. Estábamos cómodas con el silencio y la tranquilidad que nos sentimos al salir de ese encierro de cuatro paredes y de las notas.

Al llegar a la tienda, casi corro hacia los estantes de chocolates, cogí algunos no tan caros y luego me dirijo hacia las bebidas, agarrando unos energizantes.

Cuando volví a la caja para pagar, Eri aún no aparecía, fue por eso que la esperé mientras devoraba una tableta de chocolate. Delicioso.

La miniatura de mujer llegó con cheetos, galletas, chocolates y bebidas en los brazos. Le fui a ayudar a dejarlo todo sobre la superficie de la barra de la tienda. El hombre, dependiente, empezó a chequear con la maquinita de código hasta llegar al valor total.

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora